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Sánchez Abbas Palestina

Pedro Sánchez se abraza al presidente de la Autoridad Nacional Palestina Mahmoud Abbas a su llegada a CisjordaniaEFE

Así será el precio a pagar por España debido a la ira de Israel desatada contra Sánchez

El ataque diplomático de Sánchez a Netanyahu tendrá consecuencias para España en el ámbito geopolítico, económico y de seguridad

La escena fue dantesca: el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, acudía de visita junto con su homólogo belga, Alexander de Croo, a Jerusalén. Frente a él se encontraba el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu.

El contexto no podría ser más inapropiado para lo que iba a suceder: Israel acababa de sufrir su mayor trauma desde el Holocausto el 7 de octubre con el asesinato de 1.400 personas a manos de terroristas de Hamás, en cuyo poder aún permanecían 240 rehenes.

Sin hacer caso a la máxima cervantina que indica que no se debe mentar la soga en la casa del ahorcado, Sánchez decidió que sería buena idea dar a Netanyahu lecciones de cómo luchar contra el terrorismo.

«La lucha contra el terrorismo no puede ser sólo con la fuerza», «Israel tiene que seguir las leyes internacionales», «hay que parar con urgencia la catástrofe humanitaria en Gaza», «el mundo entero está en shock por las imágenes que vemos en Gaza cada día», «el número de palestinos asesinados es insoportable». Son solo algunos de los reproches expulsados por Sánchez a la cara de Netanyahu.

Mientras tanto, la expresión de Netanyahu expresaba incomodidad e ira contenida. Su reacción consistió en recordar a Sánchez que «si (los terroristas) salen victoriosos, intentarán destruir Oriente Medio, y luego irán a por Europa». Los terroristas «odian nuestro mundo libre y quieren destruirlo».

Además, mostró a Sánchez y a de Croo los vídeos grabados por los propios terroristas donde se ve cómo secuestran, torturan, mutilan y asesinan a los civiles israelíes en su asalto a los kibutz del sur de Israel el 7 de octubre.

Consecuencias diplomáticas

La imprudencia –fruto de la estulticia diplomática o de un acto de arrogancia– ya ha empezado a tener consecuencias para la imagen y la credibilidad de España en la esfera internacional.

La primera reacción vino del propio gobierno israelí. El ministro de Exteriores, Eli Cohen, condenó las palabras de Sánchez, al que acusó de «apoyar el terrorismo».

La oficina del primer ministro emitió un comunicado donde «condena enérgicamente las palabras de los primeros ministros de Bélgica y de España por no asumir toda la responsabilidad por los crímenes contra la humanidad cometidos por Hamás».

La sospecha de connivencia con el terrorismo es una marca difícil de borrar en la esfera internacional. Aunque la acusación no vaya a más, tendrá consecuencias en el ámbito de la cooperación en la lucha contra el terrorismo.

Asimismo, las declaraciones de Sánchez echaron por tierra uno de los grandes planes del gobierno en el ámbito internacional, con el que pretendía poner un broche de oro a la presidencia española del Consejo de la Unión Europea: una conferencia de paz en España.

A quien también le preocupa que Sánchez haya desbaratado sus aspiraciones de mediador en el conflicto palestino-israelí es la Unión Europea.

El portavoz de Exteriores de la Comisión Europea, Peter Stano, expresó su preocupación por las consecuencias que el incidente diplomático entre España y Bélgica con Israel pueda acarrear para Bruselas. En ese sentido, expresó su deseo de que no se interponga en la mediación de la Unión Europea para resolver el conflicto.

Además, el incidente diplomático desatado por Sánchez podría situar a España en una situación de debilidad frente a Marruecos.

El país magrebí se ha convertido en el más cercano a Israel del mundo árabe, a pesar de las manifestaciones contra Israel de su población. Marruecos adquirió a Israel el software espía Pegasus y sistemas de defensa antiaérea, y ha reconocido al Estado de Israel.

El hecho de que Israel haya acusado a la España de Sánchez de connivencia con el terrorismo de Hamás es un duro golpe, equivalente al famoso gesto de Zapatero de no levantarse ante la bandera de Estados Unidos durante el desfile del 12 de octubre de 2009.

Consecuencias en materia de seguridad

El pasado viernes, el mismo día en que Pedro Sánchez ponía en un aprieto las relaciones diplomáticas no solo de España, sino de toda la Unión Europea, se conocía que el ministerio de Defensa ultima el contrato de 1.680 misiles Spike LR2 por valor de 290 millones de euros a la empresa Pap Tecnos, que, aunque es española, también es filial de un grupo israelí.

Esta es una de las estrategias que utilizan los grupos armamentísticos israelíes, crear filiales en países que priorizan los contratos autóctonos. El Centre Delás d’Estudis por la Pau estableció en 2022 que España, además de los misiles Spike, ha adquirido a Israel torretas de vehículo terrestre de la empresa Rafael, drones de IAI y Elbit Systems, sistemas de mortero de Elbit Systems o munición de carros de combate de Israel Military Industries

Pero, si por algo se caracteriza Israel es por su tecnología dedicada a la seguridad y la inteligencia. Y España se dota de los softwares israelíes. El más conocido de todos es el Pegasus, de la empresa NSO Group, que sirvió para vigilar a los líderes del ‘procés’ catalán. Aunque también fue utilizado por un Gobierno extranjero para vigilar a ministros del Gobierno de Sánchez.

Pero también la Policía emplea tecnología israelí que, en caso de conflicto diplomático, podría poner en peligro la seguridad en nuestro país.

Así, por ejemplo, el pasado mes de septiembre, la Policía Nacional adquirió el software Darkbeast (Bestia Oscura) para rastrear la Dark Web, el internet oculto que emplean las organizaciones criminales para intercambiar información.

Por esas mismas fechas, el Gobierno vasco también adquirió tecnología israelí para su policía autonómica, la Ertzaintza. Así, adquirió dos sistemas UFED a la empresa Cellebrite que sirven para extraer la mayor cantidad información posible con fines forenses y, en palabras de la firma, resolver casos o investigaciones más rápidamente.

Consecuencias económicas

Israel no es un socio estratégico a nivel económico para España, si bien las exportaciones han crecido en los dos últimos años casi un 48 % para una balanza positiva para nuestro país de 1.117,5 millones de euros en 2022.

Hasta el tercer trimestre de 2023, las exportaciones han alcanzado los 1.570 millones para un superávit comercial de 817,5 millones gracias principalmente al material de automoción, productos cerámicos para la construcción, prendas de vestir y aparatos eléctricos. Los productos españoles apenas representan un 2 % del total de las importaciones israelíes, muy por detrás de otros países europeos como Alemania (6,3 %), Italia (3,9 %), Bélgica (2,4 %), y Francia (2,4 %).

Respecto a las importaciones, en 2022 también se registró un récord de 1.052 millones de euros procedentes de productos químicos, manufacturas plásticas, maquinaria y aparatos ópticos, entre otros.

El comercio de España con la Franja de Gaza y Cisjordania fue en 2022 prácticamente anecdótico con exportaciones por valor de 21,52 millones de euros. Eso sí, según los datos de la OCDE, España ha destinado desde 1994 ayudas a Palestina por valor de casi 800 millones de euros.

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