Ucrania: drones de superficie y el futuro de la guerra naval
Los MAGURA V5 han conseguido llevar la guerra en la mar a zonas donde los rusos se sentían seguros y la alegría a los atribulados corazones de los ucranianos
Desde el punto de vista militar, es probable que la guerra de Ucrania pase a la historia por el destacado papel que en ella juega un arma que no es nueva, pero que se ha puesto de largo en este conflicto: el dron.
Sin embargo, no hay dos guerras iguales. Cada conflicto bélico supone el enfrentamiento de una combinación única de medios y voluntades, y adquiere por eso características propias. Las lecciones aprendidas en un escenario concreto no necesariamente pueden trasladarse a otro diferente.
Hecha esta imprescindible advertencia, vamos a hablar de drones. Pero ¿de qué drones? La misma palabra sirve para designar tipos muy diferentes de sistemas que solo tienen en común la ausencia de piloto.
¿Hablamos de aeronaves no tripuladas o, aunque la palabra no sea del todo aplicable sobre la mar, de drones navales? ¿Nos interesan los pequeños y baratos sistemas comerciales que sirven de ojos a los soldados en el frente o el carísimo Global Hawk de los Estados Unidos, capaz de cubrir grandes áreas de terreno durante más de un día?
La proliferación de drones de muy bajo precio, suicidas o no, ha sido clave para paralizar las fuerzas mecanizadas de ambos bandos
¿Estamos pensando en drones armados como el turco Bayraktar o en drones suicidas como el Shahed iraní? ¿Nos preocupan los drones que se lanzan a ciegas sobre coordenadas geográficas lejanas, guiados por GPS o GLONASS, o la munición merodeadora que, controlada inteligencia artificial, orbita en el frente hasta encontrar un objetivo al que atacar?
Todos estos tipos de drones han dejado su impronta en el campo de batalla. Pero la importancia de la huella de cada uno es muy diferente.
En el frente, la influencia ha sido enorme. La proliferación de drones de muy bajo precio, suicidas o no, ha sido clave para paralizar las fuerzas mecanizadas de ambos bandos, obligando a los soldados a volver a las trincheras de la Gran Guerra.
En la retaguardia, en cambio, el único mérito de los drones del tipo Shahed es su bajo precio. Más que drones, son misiles lentos, vulnerables y de limitada capacidad explosiva, como si hubieran sido adquiridos en las rebajas.
Por último, en la mar, un teatro secundario en este conflicto, los drones ucranianos –tanto los aéreos como los navales– han contribuido mucho a alejar a los buques de superficie rusos de las costas de Odesa. ¿Mérito de ellos o culpa de los rusos? Lo discutiremos más adelante.
Es obvio que el dron ha venido para quedarse y que su papel será aún mayor en las guerras del futuro. Pero lo que no podemos saber con certeza es qué tipos de drones serán los protagonistas del próximo conflicto, ni cómo les afectará la tecnología que se desarrolla en Occidente para enfrentarse a ellos o la doctrina aliada de operaciones multidominio.
El dron naval
Centrémonos ahora en el escenario marítimo. Como ocurre en el aire, también hay muchos tipos de embarcaciones que navegan sin dotación, aunque su nombre correcto no sea el de dron sino el de USV, siglas de Unmanned Surface Vehicle.
Algunos de ellos se emplean regularmente en la guerra de minas y de otros se espera que, en un futuro próximo, protagonicen la guerra antisubmarina en el litoral. Pero no son estos sistemas los que aparecen estos días en las portadas, sino los que Ucrania emplea para disputarle a Rusia el dominio del mar Negro.
Los drones MAGURA V5, de diseño y construcción local, han dado un paso adelante: el ataque a buques de guerra en movimiento
Durante esta guerra, los USV ucranianos han conseguido algunos éxitos espectaculares. Primero llevaron a cabo ataques relativamente fáciles a buques en puerto o a objetivos fijos como el puente de Kerch.
Protegidos los puertos enemigos –como debería haber ocurrido desde el primer día– los drones MAGURA V5, de diseño y construcción local, han dado un paso adelante: el ataque a buques de guerra en movimiento a gran distancia de las costas de Odesa. Así han sido hundidos la corbeta Ivanovets, el buque anfibio Tsezar Kunikov y, más recientemente, la moderna corbeta Sergei Kotov.
A partir de estos éxitos, hay quien asegura que, como ocurre en tierra, los USV suicidas van a cambiar la naturaleza de la guerra naval. Pero también son muchos los analistas, incluso en Rusia, que achacan estos notables resultados a las limitaciones tácticas y tecnológicas de los buques rusos. ¿Quién tiene razón?
La defensa de las costas
En el ámbito marítimo, son dos los tipos de drones de superficie que deben preocuparnos.
El primero es el sistema de bajo precio y pequeño tamaño diseñado específicamente para el ataque en el litoral.
No importa que se trate de drones de superficie o aéreos, enfrentarse a un enjambre de ellos es un riesgo que los buques de guerra no pueden asumir si no disponen de sistemas específicamente diseñados para lidiar con la saturación, ya sean de energía dirigida o basados en la negación del espectro electromagnético.
Pero ¿qué pasa si los buques enemigos se mantienen a distancia de costa como hacen los rusos?
Los éxitos están ahí, pero estos drones tienen varios inconvenientes que es preciso recordar antes de tratar de extrapolar lo ocurrido en el mar Negro a otros escenarios.
El primero de ellos es que estos drones deben permanecer siempre enlazados con el operador que los guía para que puedan alcanzar objetivos móviles.
Permite grabar en video cada ataque y poner en ridículo a los portavoces rusos que suelen negar cualquier victoria de sus enemigos
Esta característica tiene un lado positivo, porque permite grabar en video cada ataque y poner en ridículo a los portavoces rusos que suelen negar cualquier victoria de sus enemigos.
Pero también tiene una importante contrapartida, porque el sistema se vuelve vulnerable a la guerra electrónica y a las decisiones de Elon Musk sobre el Starlink.
El segundo inconveniente de este sistema es su precio, relativamente elevado. No estamos hablando de un sistema comercial. El coste de los drones navales, que necesitan una alta velocidad para el ataque a buques de guerra en movimiento, puede acercarse al de algunos de los misiles de más modestas prestaciones.
Los medios dan cifras creíbles que superan los 250.000 euros por unidad, quizá diez veces más que los Shahed.
Por último, el tercer inconveniente de los drones de este tipo es su vulnerabilidad. Sus más de cinco metros de eslora y la estela que dejan tras su popa cuando navegan a velocidad de crucero hasta la zona de ataque los hacen fácilmente detectables por los medios aéreos de vigilancia enemigos. Siempre que estos existan y tengan la optrónica adecuada, claro.
¿Por qué, a pesar de estos inconvenientes, ha alcanzado tantos éxitos en el mar Negro? Como de tantas cosas en la campaña marítima del Kremlin, hay que culpar a la propia marina rusa, corta de tecnología, falta de medios de defensa y anticuada en su doctrina.
Pero aún más culpa tiene la aviación –incluida, desde luego, la aviación naval– aparentemente incapaz de asegurar la detección de estos drones durante las largas horas que tardan en llegar a sus objetivos. No es probable que una marina como la de los Estados Unidos se deje sorprender de la misma manera.
Indudablemente, los MAGURA V5 han conseguido llevar la guerra en la mar a zonas donde los rusos se sentían seguros y la alegría a los atribulados corazones de los ucranianos.
Solo eso ya justifica su empleo, porque las guerras se ganan muchas veces con la munición de la esperanza. Pero ¿cambiar la faz de la guerra naval como parece haber ocurrido con la terrestre? Nadie que pueda disponer de aviones y helicópteros, submarinos o misiles de largo alcance apostaría por ello.