El atentado en Moscú empuja a los rusos a alistarse al Ejército para luchar en la guerra de Ucrania
El Ministerio de Defensa ruso asegura que, casi dos semanas después de la masacre, «miles» de personas se han presentado voluntarias motivadas por «el deseo de vengar a los muertos en la tragedia»
El atentado terrorista contra la sala de conciertos Crocus City Hall, que acabó con la vida de 144 personas, y fue reivindicado por el autodenominado Estado Islámico (ISIS), ha propiciado la propagación de diversas teorías de la conspiración. Desde el primer momento, el Kremlin trató de ligar el ataque con la «amenaza ucraniana». La idea ha ido calando entre los rusos y ha provocado que «miles» de personas hayan acudido raudos a alistarse al Ejército para luchar en el país vecino.
Moscú ha sabido dar la vuelta a este trágico suceso, gracias a su gigante maquinaria de propaganda, que en otros Estados del mundo le habría costado el puesto a sus dirigentes. Más tras haber desoído, el presidente ruso, Vladimir Putin, las advertencias de países occidentales como Estados Unidos o Reino Unido que habían alertado, semanas antes, de un alto riesgo de atentado en Rusia. El mandatario ruso tachó estas advertencias de «injerencia». Semanas después tuvo lugar el peor atentado en dos décadas en el país euroasiático.
El Kremlin ha sembrado el «rastro ucraniano» en el atentado y recogido, aún más, el miedo en su población ante la supuesta amenaza que plantea, para la supervivencia de Rusia, Occidente y, sobre todo, Ucrania. Dos semanas después del atentado, «unos 16.000 ciudadanos han firmado contratos para participar en la operación militar especial –como se refiere la jerga oficial rusa a la guerra en Ucrania–», reveló en un comunicado el Ministerio de Defensa ruso.
Desde el Kremlin aseguran que la principal motivación de estos nuevos voluntarios ha sido «el deseo de vengar a los muertos en la tragedia que tuvo lugar el 22 de marzo de 2024 en la región de Moscú». En la nota castrense, hecha pública hoy, Rusia señala que hasta «1.700 personas se presentan diariamente en los centros de selección para el alistamiento por contrato». El fantasma ucraniano ha reportado un beneficio inesperado a Moscú, que ha visto reforzado su capacidad de reclutamiento militar, mermado tras más de dos años de invasión.
A pesar de que Putin llegó a reconocer la implicación de «islamistas radicales», la variable ucraniana se mantiene intacta en la ecuación. En un discurso, 18 horas después de producirse el atentado, y ya con un reguero de muertes y heridos, el presidente ruso se dirigió al pueblo ruso, con semblante serio, y aseguró que los autores de la brutal masacre habían intentado huir hacia territorio ucraniano. Una afirmación que fue desmentida, poco después, por su fiel aliado, el presidente de Bielorrusia, Aleksandr Lukashenko, quien reveló que se habían detenido a los agresores en la frontera bielorrusa.
El autodenominado Estado Islámico de la Provincia del Jorasán reivindicó el ataque en varias ocasiones e incluso llegó a publicar vídeos de los autores del crimen durante los momentos del tiroteo. Las autoridades rusas detuvieron a 15 personas, la mayoría procedentes de Tayikistán. Algunos de los detenidos confesaron durante unos brutales interrogatorios que habían accedido a cometer la masacre a cambio de dinero. Kiev ha desmentido por completo toda implicación con el atentado y acusó a Rusia de utilizar el ataque como «pretexto» para intensificar la agresión militar rusa contra Ucrania y justificar una nueva movilización militar dentro del país.
Las predicciones ucranianas parece que se van cumpliendo, mientras que desde la propaganda rusa se ha llegado a alimentar teorías de los más rocambolescas como que Occidente insertó chips a los terroristas que cometieron el atentado contra la sala de conciertos Crocus City Hall. Todo vale para seguir alimentando el fantasma de la amenaza occidental que se cierne sobre la Federación Rusa y blindar al zar Putin en el poder, aunque sea a costa de la seguridad de su propio pueblo.