La sombra del terrorismo se cierne sobre Occidente
A medida que aumenta la amenaza terrorista, los responsables políticos deben estar a la altura de las circunstancias para proteger a los ciudadanos en todos los países
Casi veintitrés años después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, Christopher Wray, director del FBI, ha hecho sonar alarmas similares a las de aquel momento. Sus conversaciones en el seno de la Administración Biden son reservadas, pero su testimonio ante el Congreso y otras declaraciones públicas no pueden ser más explícitas.
Testificando en diciembre ante los miembros del Comité de Inteligencia del Senado, Wray declaró: «Cuando me senté aquí el año pasado, presenté cómo nos encontrábamos ya en un entorno de amenaza intensificada». Pero, tras el ataque masivo de Hamás a Israel el 7 de octubre, «hemos visto cómo la amenaza de los terroristas extranjeros ha aumentado a un nivel completamente distinto», añadió. Se abierto una guerra sin precedentes en Oriente Medio.
Al hablar de esas amenazas, Wray llamó reiteradamente la atención sobre las lagunas de seguridad en la frontera sur de Estados Unidos, por donde miles de personas entran cada semana en el país sin ser detectadas.
Wray no es el único alto funcionario que lanza advertencias. Desde que asumió el mando del Mando Central de Estados Unidos (CENTCOM) en 2022, el general Erik Kurilla ha venido señalando las preocupantes capacidades de los grupos terroristas contra los que luchan sus fuerzas en Oriente Próximo y el sur de Asia.
Entre ellos se encuentran Al Qaeda, el Estado Islámico (también conocido como ISIS) y, especialmente, el Estado Islámico Jorasán (ISIS-K), la filial del ISIS que opera, sobre todo, en Afganistán y Pakistán. Christine Abizaid, directora saliente del Centro Nacional Antiterrorista, describió «un entorno de amenaza global muy elevado» durante su intervención en una conferencia en Doha (Qatar) el mes pasado. Asimismo, en un testimonio ante el Comité Judicial de la Cámara de Representantes la semana pasada, el fiscal general de Estados Unidos, Merrick Garland, hablando sobre la posibilidad de un ataque terrorista contra Estados Unidos, aseguró que el «nivel de amenaza ha subido enormemente».
Las declaraciones del director del FBI y del comandante del CENTCOM reflejan, con la información clasificada que están leyendo y las operaciones policiales y militares en las que participan sus organizaciones, que la amenaza debe tomarse en serio.
En los años transcurridos desde el 11-S, muchos funcionarios advirtieron sobre amenazas terroristas que, afortunadamente, no se materializaron. Pero los recientes comentarios de Wray y Kurilla deben tomarse muy en serio. Se corresponden con un nivel de riesgo real. Esas alertas han desencadenado respuestas gubernamentales que han frustrado los planes de los terroristas. Dado lo que está en juego, la complacencia es un riesgo mayor que el alarmismo.
Combinadas, las intenciones declaradas de los grupos terroristas, las crecientes capacidades que han demostrado en todo el mundo y el hecho de que, recientemente, se hayan frustrado varios complots graves en Estados Unidos, apuntan a una conclusión incómoda pero inevitable. En pocas palabras, el país norteamericano se enfrenta a una seria amenaza de atentado terrorista en los próximos meses.
En al menos ocho comparecencias ante el Congreso desde el pasado otoño –incluida una la semana pasada–, Wray ha identificado tres categorías diferentes de amenazas para el territorio nacional de Estados Unidos: el terrorismo internacional, el terrorismo nacional y el terrorismo de Estado. Las tres, dijo al Comité Judicial del Senado en diciembre, son «simultáneamente elevadas».
En su comparecencia ante el Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes en marzo, afirmó que «la categoría número uno» de amenazas terroristas en Estados Unidos incluía a «actores solitarios o individuos que operan en pequeñas células utilizando armas fácilmente disponibles».
Tras destacar la influencia del atentado terrorista de Hamás del 7 de octubre, Wray ha advertido de la existencia de «extremistas violentos de cosecha propia» motivados tanto por el atentado de Hamás como por la respuesta de Israel. Ha dicho que el FBI está investigando a muchos de esos individuos, pero no ha dado más detalles.
Un país como posible Estado patrocinador del terrorismo: Irán
Al evaluar la amenaza procedente del exterior, Wray declaró el pasado octubre ante el Comité de Seguridad Nacional del Senado que Washington no puede «descartar la posibilidad de que Hamás u otra organización terrorista extranjera pueda llevar a cabo atentados aquí», en Estados Unidos. En abril, dijo al Comité de Asignaciones de la Cámara de Representantes que «la posibilidad de un ataque coordinado aquí en la patria era «cada vez más preocupante».
Wray se ha centrado en un país como posible Estado patrocinador del terrorismo: Irán. En octubre, aseguró al Comité de Seguridad Nacional del Senado que Teherán sigue conspirando contra altos funcionarios «actuales o anteriores» del Gobierno estadounidense como medio de vengarse por el asesinato por parte de Estados Unidos del alto cargo militar iraní Qasem Soleimani en enero de 2020. Aunque los planes iraníes han fracasado hasta ahora, no hay garantías de que el próximo lo haga.
Pero, si en EE.UU. están, así las cosas, ¿cómo se encuentra Europa de cara a potenciales atentados terroristas? En España y en el conjunto de Europa entran también miles de personas cada semana sin apenas control. Un atentado terrorista es una catástrofe evitable. A medida que aumenta la amenaza terrorista, los responsables políticos deben estar a la altura de las circunstancias para proteger a los ciudadanos en todos los países occidentales.
En una era de conflictos uno o varios atentados exitosos pueden lograr su objetivo y arrastrarnos a un mayor caos en el orden internacional.