Siria, el otro frente del conflicto en Oriente Medio del que nadie habla
Israel insiste en que lucha en siete frentes a la vez. Desde el pasado 7 de octubre, y tras la brutal masacre perpetrada por Hamás contra el sur del país hebreo, la región se precipitó hacia una guerra sin precedentes. El día después del peor atentado terrorista en la historia del Estado judío, con 1.200 asesinados y más de 250 rehenes, la milicia chií libanesa Hezbolá decidió abrir un segundo frente, en el norte, con el lanzamiento de cohetes. A estas dos amenazas se sumaron los rebeldes hutíes, en Yemen, que han llegado a alcanzar Tel Aviv con un misil balístico, Hamás y la Yihad Islámica, que desafían también a Israel desde Cisjordania, así como Irán y, aunque han pasado más desapercibidas, también las milicias proiraníes en Irak y Siria.
Desde hace un año, la República Árabe Siria ha sido castigada por los bombardeos israelíes, pero en las últimas semanas el Ejército israelí ha intensificado sus ataques, en paralelo a la incursión terrestre que mantiene en la franja de Gaza y en el sur del Líbano. Según la organización de recopilación de datos ACLED, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) han lanzado 255 ataques contra el país vecino. La mayoría de ellos contra células de Hezbolá, 95, mientras que 23 han sido contra los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán (IRGC). Al menos 365 personas han muerto en el último año en Siria en ataques de la aviación hebrea.
El episodio más grave tuvo lugar en la capital, Damasco, el pasado mes de abril, cuando un bombardeo israelí contra el consulado de Irán mató a varios miembros de la Guardia Revolucionaria, entre ellos al general Mohammadreza Zahedi. Esta ofensiva provocó la mayor escalada de violencia del conflicto en Oriente Medio, hasta el momento, por la posterior represalia iraní. Teherán contestó con el lanzamiento de 185 drones, 36 misiles crucero y 120 balísticos. Las defensas antiaéreas hebreas, con la ayuda de sus aliados en la región —Estados Unidos, Francia, Jordania y Reino Unido— consiguieron interceptar el 99 % de los proyectiles, evitando una guerra abierta entre Israel e Irán. Por ello, el papel de Siria y las milicias proiraníes que allí operan no es un asunto menor para el Estado judío.
El régimen de Bashar al-Ásad es un leal aliado de la República Islámica, ya que gracias a su apoyo —y el de Rusia—, el dictador sirio consiguió imponerse en la guerra civil que desangró a su país durante más de diez años. Al-Ásad, que comparte también el odio visceral contra Israel, ofrece refugio en el país árabe a milicias proiraníes, así como a la Guardia Revolucionaria iraní y a miembros de Hezbolá. En su momento, también acogió en Damasco a parte de la cúpula de Hamás que, con el estallido de la guerra civil en 2011, se trasladó a Qatar, donde aún residen los remanentes de su buró político.
Siria, además, se ha convertido en la pieza clave y ruta de entrada de las armas, dinero y milicianos que fluyen desde Irán hacia el Líbano. A comienzos de este mes de octubre, Israel bombardeó el paso fronterizo de Masnaa que une el Líbano con Siria. Las autoridades libanesas denunciaron el ataque por tratarse del único paso civil que miles de personas utilizaban para huir hacia el país vecino empujados por los constantes ataques hebreos.
El Ejército israelí, sin embargo, afirmó que se trataba de una ruta para el contrabando de armas a Hezbolá. La semana pasada, varios informes y medios árabes, informaron además de que uniformados hebreos se habrían adentrado en territorio sirio, concretamente en Quneitra, en el valle de los Altos del Golán. El objetivo de Israel sería establecer una «zona de seguridad» en la frontera con Siria para acabar con la amenazas de la amalgama de milicias proiraníes que desde allí operan.