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Luis Guillermo Echeverri Vélez
AnálisisLuis Guillermo Echeverri VélezMadrid, Cundinamarca

La reforma agraria de Petro condena a los agricultores y beneficia a los criminales

El Gobierno colombiano, con el pretexto de generar paz en los campos, incentivar la producción alimenticia y proteger el medio ambiente, presenta un plan expropiatoria y anuncia una normatividad de legalización que incentiva la utilización de hoja de coca, amapola y marihuana

Actualizada 04:30

Cultivadores durante la recolecta de semillas de frijol, en Palmira (Colombia)

Cultivadores durante la recolecta de semillas de frijol, en Palmira (Colombia)EFE

Estamos promoviendo lo que mata. En 2010, el Gobierno colombiano, por medio del programa 'Familias Guardabosques', le pagaba a las familias para que conservaran la naturaleza y la biodiversidad y para que no devastaran la selva tropical húmeda, algunas zonas cafeteras y los páramos sembrando coca, marihuana y amapola. Hoy un sistema ideológico que promueve el ambientalismo no comprende que las funciones de productividad nunca deben obedecer o ser mezcladas con ideologías políticas.

El Gobierno de Gustavo Petro, con el pretexto de generar paz en los campos, incentivar la producción alimenticia y proteger el medio ambiente, presenta una reforma agraria expropiatoria y anuncia una normatividad de legalización que incentiva la utilización de hoja de coca, amapola y marihuana. Cómo si ya no tuviéramos un problema crítico con el abuso del alcohol, lo que estas reformas propician son la producción de las sustancias precursoras de criminalidad y muerte, y a quienes benefician es a las organizaciones narcoterroristas y al narcoindigenismo, convirtiendo al país en un narco Estado totalmente legalizado.

1. Colombia es un país tropical-andino. Para entender la agricultura tropical hay que conocer las diferencias que marcan las estaciones en las zonas meridionales, lo que allí se cultiva, y la forma cómo opera el trópico lleno de biodiversidad donde se genera constantemente exuberancia, producto de la fotosíntesis a temperaturas constantes que permiten trabajar al reino vegetal y animal 365 días al año, incluidas las malezas, pestes, plagas y parásitos, con la única variabilidad de regímenes más o menos lluviosos, trimestrales en zonas de montaña y semestrales en las planicies.

Las grandes despensas del mundo no están en el trópico. Están donde lo determinan la naturaleza y las economías de escala propias de grandes extensiones productivas. La agricultura tropical es compleja, diferente, comparativamente ineficiente como función de productividad animal y vegetal y por tanto, hoy más que nunca no responde solo a una función volumétrica de tierras, sino que requiere una combinación de capital intensivo, tecnología de punta, conocimiento y recursos adecuados para poder mejorar las variedades y razas autóctonas.

Hay que comprender también que, en un país tropical-andino como Colombia, la heterogeneidad de las tierras está conformada por miles de microsuelos y microclimas, a lo que se suma una generalizada acidez de las tierras y la dificultad para cultivar en la grave accidentalidad geográfica andina. Mientras más pequeña sea la razón de propiedad y menos tractorables sean las extensiones en valles y laderas, más intensiva es la necesidad de inversión de capital, tecnología e insumos para el mejoramiento de los suelos y ganar productividad, dada la complejidad de espacio y los factores adversos del trópico malsano.

2. Sin seguridad no hay vida ni producción agrícola. Lo primero que necesita el campo es seguridad y aquí eso no existe. Lo que se produce al sol y al agua es arriesgado y requiere mecanismos de mitigación fundamentados en conocimiento e información que aquí tampoco existen. Se necesita extraer minerales para poder mejorar y preservar los suelos con abonos naturales y químicos, herbicidas, pesticidas. Y se necesita mucha más investigación aplicada y mejoras genéticas naturales para poder mitigar los recursos no renovables.

Lo primero que necesita el campo es seguridad, y aquí eso no existe

La producción agrícola no puede ser rentable sin toda una estructura de soporte que se componga de sistemas cooperativos que alcancen economías de escala con la debida extensión agrícola, financiamiento, aseguramiento, insumos, tecnología genética, de siembra, cosecha y postcosecha, conocimiento e información apropiada, eficiente y debidamente convalidada, la producción debe estar cerca del agua y de los grandes mercados y necesita todo tipo de infraestructura adecuada en materia de irrigación, vías de comunicación y contar con mano de obra calificada, sabiendo que la fuerza laboral agrícola es y seguirá siendo nómada en función de las oportunidades.

3. Un concepto erróneo sobre la tenencia de la tierra. Entendamos que aquí, lo que tenemos en las zonas montañosas, las laderas y los valles andinos ni siquiera son minifundios, literalmente son materas, cual es el caso actual del cultivo del café y de muchas de las pequeñas áreas productoras de leche y de todo lo que llamamos revuelto en materia de granos, frutas y verduras.

Quienes legislan sobre el campo en función de una visión ideologizada confunden deliberadamente «interés general» relacionado las expropiaciones como necesarias para construir un puente o una vía, con lo que denominan «interés público y función social» de la tierra cuando, estos son dos conceptos totalmente diferentes. Además, hablan de latifundios en un país tropical y andino donde la razón de propiedad no sobrepasa en promedio una hectárea.

4. Reformas en favor de los criminales no del campesino jornalero. Aquí lo que se pretende con una reforma agraria es expropiar tierras no urbanas y entregárselas a muchos de los que, lo único que han hecho es cargar fusiles, poner bombas antipersonas, secuestrar y violar niños y darle bala a los soldados y a las poblaciones rurales, y a la vez enriquecer abogados, actores políticos y gestores de restitución de tierras. Como con la supuesta compra de hojas de coca, se utiliza la excusa de favorecer al campesinado jornalero para legitimar el historial de hurto de tierras por parte de las organizaciones criminales, y subsidiarlas a cuenta de quienes trabajan y pagan los impuestos.

Paradójicamente en Colombia los ideólogos políticos revolucionarios hablan de justicia en materia de tenencia de la tierra como prerrequisito de paz, cuando al mismo tiempo promueven las organizaciones criminales que causan muerte y devastación humana, ambiental y natural en los campos, pero son incapaces de comprender que un título de propiedad por sí solo no produce una sola yuca, ni le soluciona los problemas a la ruralidad pues solo genera el empobrecimiento y la ruina del campo ya que se trata de otra falsa y desatinada teoría marxista para justificar apaciguamientos.

La gran mayoría de los ideólogos revolucionarios, políticos, abogados, economistas y en general las burocracias citadinas, profesan una crasa y dolorosa ignorancia sobre el funcionamiento del campo, la agricultura, la ganadería, la geografía agraria y la economía agrícola tropical, al igual que sobre las cadenas agroindustriales y agroalimenticias.

5. El comunismo solo siembra miseria y cultiva muerte en el campo. Ignoran que las funciones de eficiencia en la producción agrícola requieren capital y por ello los sistemas socialistas y comunistas han sido responsables por la miseria y muerte de millones de personas en los campos de Rusia, China, Cuba, Venezuela y otras naciones que han abordado estos modelos arguyendo la simplista premisa medieval de que hay que hacer reformas agrarias a partir de la expropiación y la parcelación de tierras de los ricos para dárselas a los campesinos, o de que la tierra debe ser del que la trabaje, pero siempre y cuando comulgue con su ideología.

El comunismo solo siembra miseria y cultiva muerte en el campo

Esa retórica de terminar con el sistema de producción agrícola controlado por grandes terratenientes fue un asunto importante al final de las colonias, no es una consideración esencial de la época moderna ni del conocimiento actual de la naturaleza, es una dialéctica que ignora las transformaciones tecnológicas del campo que se han dado en dos «revoluciones verdes» que habilitaron buena parte del desarrollo socioeconómico del siglo pasado, y desconocen la tercera transformación verde que está ocurriendo desde el inicio de este siglo con la incorporación de la biogenética y los nuevos sistemas de producción alimenticia que han logrado abastecer el crecimiento poblacional de la humanidad.

6. Legislan para el campo desde las aulas que predican el Marxismo. Esas lumbreras de las teorías socialistas hablan de reforma agraria cuando jamás han empuñado un azadón, una pala, ni mucho menos ordeñado una vaca o recolectado una fruta. Ignoran que existe una correlación directa que explica que, para ser eficiente y rentable en nuestra geografía tropical andina: a menor terreno, mayor es la necesidad de inversión intensiva de capital, tecnología, insumos y conocimientos. También desconocen que las grandes planicies solo serán eficientes cuando el país tenga un sistema integrado de manejo de aguas y energías competitivas, con canales que permitan regar en épocas secas y desaguar en temporadas lluviosas.

El aprovechamiento óptimo de cada terreno es un tema técnico no es un tema para que lo resuelvan los políticos, ni los abogados y menos funcionarios públicos que ocupan cargos por razones clientelistas y operan las redes de corrupción estatal que nadie se atreve a desmantelar.

7. El falso cinismo ambientalista del socialismo del siglo XXI. Para evitar el abuso ambientalista debemos empezar por reconocer que «lo verde» debe ser una bandera de toda la ciudadanía y de todos los partidos, no de uno solo, y debe estar limitado por la premisa de producir conservando y conservar produciendo de manera responsable, lo que implica mecanismos de mitigación y compensación ambiental.

La vocación de la tierra y su función la dictan la naturaleza y los avances de la ciencia con criterios objetivos, no la debe determinar un legislador. Y el tipo de explotación o cultivos lo deben determinar la libertad de mercados sobre la base de que se proporcionen las condiciones óptimas para incentivar y apoyar cada cultivo.

No sembremos ni cultivemos más odios y resentimientos en el campo. Colombia se merece tener una economía agrícola segura, sana, dinámica y fundamentada en tecnologías de punta e información confiable, que se adecue a las condiciones de cada terreno y que se complemente con el turismo, esto no es un asunto de propietarios contra colonos, no condenemos ideológicamente al campo a solo poder cultivar miseria haciéndole creer al país que los problemas del agro se solucionan quitándole las tierras a los que producen para entregárselas a quienes no cuentan con la vocación, el capital, los medios ni los incentivos para poder producir eficientemente.

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