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Olaf Scholz, canciller de Alemania

Olaf Scholz, canciller de AlemaniaTobias Schwarz / AFP

Olaf Scholz cae por su incapacidad para enderezar el largo declive de Alemania

Alemania basaba su poderío estratégico de tres patas: el gas de Rusia, la seguridad de EE. UU. y las exportaciones a China, pero todo ha cambiado

La llamada telefónica de Olaf Scholz a Vladimir Putin —la primera desde el inició de la guerra de Ucrania— constituye el último gesto inexplicable de un canciller al que solo faltan tres meses en el cargo. El presidente del país agredido, Volodímir Zelenski, ha acusado —era inevitable— al alemán de «abrir la caja de Pandora». Ocurre, sin embargo, que incumbirá al sucesor de Scholz gestionar las eventuales consecuencias de lo que salga de la caja. En todo caso, esta iniciativa —de la que ni siquiera ha avisado a sus aliados europeos— representa el último eslabón de una cadena de herencias muy envenenadas.

Ucrania no solo no estaba entre las prioridades de Scholz cuando asumió la cancillería de Alemania en diciembre de 2021. Por aquel entonces, la primera economía de la Unión Europea basaba su poderío en un paradigma estratégico de tres patas: encomendar su aprovisionamiento energético a Rusia, la seguridad a Estados Unidos y fiar parte del crecimiento económico a las exportaciones hacia China.

La primera pata se derrumbó con la invasión a Ucrania, al convertirse inmediatamente Rusia en el «malo» de la película, episodio que obligó a Scholz a impulsar, apremiado por el tiempo, una revisión total de su política energética. La segunda pata se encuentra cada vez más temblorosa: el retorno de Donald Trump a la Casa Blanca ahondará la brecha de seguridad entre norteamericanos y europeos.

Scholz, en cierta medida, anticipó las intenciones de Washington y logró aprobar un fondo de 100.000 millones de euros destinado al gasto militar, el mayor esfuerzo en la materia realizado por Alemania desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Pero el fondo está limitado en el tiempo: vence en 2026 y no hay visos, por el momento, de que vaya a ser renovado.

En cuanto a la tercera pata, China ha reducido notablemente sus importaciones desde Alemania, mientras que Trump, esta vez en el plano económico, no oculta su deseo de imponer aranceles sobre productos germanos.

Tampoco se puede obviar el acuciante problema de la inmigración ilegal. Scholz no ha reeditado la política de puertas masivamente abiertas —más de un millón de refugiados a partir de 2015— de su antecesora Angela Merkel, si bien mantuvo durante años un sistema migratorio globalmente generoso, que solo ha empezado a endurecer a raíz de los numerosos episodios violentos protagonizados por extranjeros, muchos de ellos musulmanes y en situación irregular, fenómeno correspondido en el escenario electoral con el auge espectacular, un precedente en la hasta ahora muy estable democracia alemana, de Alternativa por Alemania.

Humillantes derrotas electorales

Scholz y el Partido Socialdemócrata (SPD), que lidera, son las principales víctimas de la irrupción de la formación populista: la sucesión de derrotas en elecciones locales a lo largo de 2024, con un SPD que cosechando en algunas de ellas menos del 10 % de los votos, se asemeja a una humillación histórica, consecuencia de unos preocupantes indicadores: la economía alemana, convertida en la tercera del mundo gracias al declive de la japonesa, lleva dos años en recesión,

El pleno empleo ha desaparecido, y el paro se sitúa ahora en el 6 %, con 300.000 empleos perdidos en el sector industrial. La inflación ha subido hasta el 5,9 % en 2023. La transición ecológica se tambalea, a pesar de las enormes inversiones en energías renovables, con unas emisiones de 673 millones de toneladas de carbono, debido a la dependencia masiva del carbón, que representa el 26 % de la producción eléctrica.

Un escenario ante el que la heteróclita coalición liderada por Scholz —socialdemócratas, ecologistas y liberales— no podía, sino saltar por los aires: los socios de la coalición han sido incapaces de ponerse de acuerdo sobre los presupuestos para 2025.

Scholz y el SPD abogaban por una política de apoyo público a la industria; el ministro de Economía y Clima, Robert Habeck, y los Verdes pretendían aumentar las ayudas a la transición ecológica, mientras que el titular de Finanzas, el liberal Christian Lindner eran partidarios de bajar los impuestos y las normas, así como de ajustar a la baja la transición climática e incentivar el trabajo de los parados. Bajo la amenaza de ver cómo los liberales eran expulsados del Bundestag —como ya ocurrió entre 2013 y 2017—, su líder ha repetido un planteamiento que guarda parecido exigió con la actitud de otro líder liberal, el conde Otto Lambsdorff, que en 1982 provocó la caída de Helmut Schmidt. Ironía de la historia: la coalición, oficialmente moderada, certificó su decadencia el mismo día en que Trump ganaba las elecciones. Ahora toca a los alemanes certificar la salida de Scholz en febrero, cuando se celebren elecciones.

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