La estrategia de Scholz y el camino que le espera a Alemania hasta las elecciones de febrero
La pérdida intencionada de la moción de confianza por parte del canciller alemán Olaf Scholz ha sido un movimiento político calculado que redefine el panorama político de Alemania. Con esta decisión, Scholz no solo pone fin a un Gobierno paralizado tras la ruptura de la coalición tripartita, sino que asegura la convocatoria de elecciones anticipadas para el próximo 23 de febrero. En un contexto de tensiones políticas, desafíos económicos y una creciente fragmentación del electorado, esta maniobra busca devolver la estabilidad al país mientras que el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) se prepara para enfrentar una dura campaña electoral.
El colapso del Gobierno de Scholz comenzó a gestarse en noviembre, cuando las diferencias entre los socios de coalición alcanzaron un punto crítico. Las tensiones entre el SPD, Los Verdes y los liberales (FDP) venían acumulándose desde el inicio de la legislatura, pero fue la postura de austeridad fiscal de los liberales lo que desencadenó la crisis final. El FDP bloqueó reiteradamente proyectos clave para reactivar una economía golpeada por la inflación, la crisis energética y la guerra en Ucrania. La destitución del ministro de Finanzas y líder del FDP, Christian Lindner, marcó el punto de no retorno y dejó al Gobierno sin mayoría en el Bundestag.
Ante la imposibilidad de avanzar legislativamente, Scholz optó por someterse a una moción de confianza que, como era de esperar, perdió. Este paso calculado no solo confirmó la disolución del Bundestag, sino que también abrió el camino para que el presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier, convoque elecciones anticipadas, cumpliendo con los plazos constitucionales. Este escenario, inédito en los últimos 20 años, pone fin a un mandato marcado por las disputas internas y la inestabilidad.
Una campaña polarizada y de alta tensión
Con las elecciones programadas para el 23 de febrero, Alemania se enfrenta a una campaña intensa en un contexto de polarización política y desencanto ciudadano. Los sondeos actuales sitúan a la Unión Demócrata Cristiana de Alemania (CDU/CSU), liderada por Friedrich Merz, como favorita, con entre el 29 % y el 34 % de intención de voto. Por su parte, Alternativa para Alemania (AfD), una fuerza conservadora que capitaliza el descontento social, amenaza con consolidarse como la segunda fuerza política, con un respaldo cercano al 20 %. Este escenario pone en jaque al SPD, que aparece relegado al tercer lugar con un modesto 15-18 % y deberá trabajar arduamente para recuperar terreno.
La política exterior será un tema central en la contienda, especialmente en el contexto de la guerra en Ucrania. Scholz, que ha apostado por un apoyo firme pero limitado a Kiev, ha rechazado el envío de misiles de crucero Taurus para evitar una escalada del conflicto que pueda comprometer la seguridad de Alemania. Esta postura moderada ha sido duramente criticada por Merz, quien aboga por una política más agresiva y acusa al SPD de «debilidad estratégica». Al mismo tiempo, la AfD adopta una narrativa euroescéptica y contraria al apoyo militar a Ucrania, conectando con sectores del electorado descontentos con el coste económico del conflicto.
En el ámbito económico, las propuestas contrastan de manera significativa. La CDU/CSU promueve recortes fiscales y un endurecimiento de la política migratoria, mientras el SPD apuesta por reformas sociales, un aumento del salario mínimo y un mayor endeudamiento público para proteger el empleo y amortiguar los efectos de la crisis. Sin embargo, las dificultades económicas actuales, como el estancamiento del crecimiento y las tensiones en el mercado energético, añaden un nivel de incertidumbre que podría cambiar la dinámica de la campaña.
El desafío del SPD y el futuro político de Alemania
Para Scholz y el SPD, el reto es mayúsculo. En 2021, el canciller alemán logró consolidarse como una figura renovadora que inspiró confianza en un electorado moderado. Hoy, tras tres años de disputas internas y parálisis legislativa, enfrenta la difícil tarea de convencer a los votantes de que merece una segunda oportunidad. Aunque Scholz buscará presentarse como un líder de experiencia y estabilidad, la percepción de que su Gobierno ha sido débil y divisivo podría complicar su camino.
Por otro lado, el ascenso de la AfD plantea preguntas sobre el futuro del sistema político alemán. Ningún partido tradicional está dispuesto a cooperar con ellos, lo que limita las opciones de coalición tras las elecciones. Según los sondeos, los escenarios más probables son una «gran coalición» entre la CDU/CSU y el SPD, o una alianza entre los democristianos y Los Verdes, aunque esta última opción dependerá de si los Verdes logran superar sus resultados actuales, que oscilan entre el 11 % y el 14 %.
El periodo previo a los comicios también estará marcado por los desafíos logísticos y la organización contrarreloj. Los partidos apenas comienzan a definir a sus candidatos y a perfilar sus programas electorales, mientras la burocracia electoral se prepara para un proceso complejo que coincidirá con las fiestas navideñas. Cualquier error en la organización podría alimentar aún más el descontento ciudadano y dar alas a discursos populistas.
La estrategia de Scholz de forzar elecciones anticipadas es un intento arriesgado, pero necesario para recomponer el panorama político alemán. Sin embargo, el creciente apoyo a las fuerzas conservadoras y el auge de la AfD subrayan el grado de insatisfacción en la sociedad y podrían transformar profundamente el rumbo político de Alemania. Lo que está en juego no es solo el futuro de Scholz, sino también la estabilidad de una de las democracias más influyentes de Europa.