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Zoé Valdés
AnálisisZoé Valdés

Paty, Pelicot y Sarkozy: la justicia y la política que marcan la agenda de Francia

Los culpables convertidos en víctimas, primero por una prensa ensobrada —al decir del presidente argentino Javier Milei—, luego por el resto; y las víctimas devenidas culpables con pocos o sin ningún tipo de recurso legal a su favor, ideología a pulso

Actualizada 04:30

Boceto judicial realizado y publicado el 4 de noviembre de 2024 muestra a los ocho acusados por el caso de Samuel Paty

Boceto judicial realizado y publicado el 4 de noviembre de 2024 muestra a los ocho acusados por el caso de Samuel PatyAFP

No puedo describirlo mejor que lo que ya lo han hecho Alejo Shapire con relación a los casos de Samuel Paty y los esposos Pelicot; y Elizabeth Lévy acerca del juicio contra el expresidente francés Nicolas Sarkozy. ¿La justicia se funde cada vez más peligrosamente con la política? Los resultados maleables así lo indican; como es natural la mezcla provoca reacciones sulfurosas.

En el caso del profesor decapitado en medio de la calle en Francia, cuya cabeza rodó por el pavimento delante de los transeúntes, son ocho los culpables implicados; como era de esperar las condenas de dieciséis años no colmaron la expectativa de la familia. La hermana de Samuel Paty, Mickaëlle Paty, afirmó que las penas no están a la altura. Como tampoco ha estado a la altura la prensa: «No ha habido ni despertar ni sobresalto» desde el vil asesinato islamista de su hermano, que los medios en su delirio partidista no cesan de llamar «muerte».

No, Samuel Paty no murió, fue asesinado, más exactamente decapitado en plena calle; tras haber sido acusado falsamente por una de sus alumnas al contarle al padre, familiares y cercanos, que el profesor hacía propaganda al mostrar las caricaturas de Mahoma. Mentira todo, un engaño que le costó la vida a un maestro, a un hombre que era un bien para la sociedad, frente al mal que representa el oscurantismo islamista.

Mickaëlle Paty también denuncia, en un libro publicado recientemente, que lamenta que el Estado francés no haya emprendido y comprometido mayores fuerzas en una verdadera concienciación y vigilancia en contra del terrorismo islamista. Reitera: «Cuatro años después del asesinato de mi hermano, una gran ira reside dentro de mí. La de haber perdido el tiempo, por no haber sido escuchada. No hubo ni despertar ni sobresalto, y nuestros enemigos han vuelto a ganar terreno».

El juicio por el crimen cometido contra Samuel Paty ha sido prácticamente silenciado, para lograrlo han contado con la abyecta colaboración tanto de los medios de comunicación como de los partidos políticos. Una gran diferencia con relación al juicio de los esposos Pelicot, cuya atención editorial ha sido rayana en el amarillismo.

Gisèle Pelicot fue drogada y violada durante décadas por su marido Dominique Pelicot que invitó también a violarla alrededor de cincuenta y tantos depravados mientras ella se encontraba dormida químicamente. El juicio gozó de una enorme publicidad, numerosas mujeres se reunieron en la puerta del tribunal para exclamar su agradecimiento a la señora Pelicot. El periódico L’Humanité le dedica portada a esta valiente mujer, y alguna feminista ha querido borrar al presidente Donald Trump de la cubierta de Times para colocar en su lugar la foto de Gisèle, y después escribir encima: «Mejor ésta».

El neofeminismo no sólo a veces es ciego y extremista, resulta agotador por intolerante

No dudo que Gisèle merezca aparecer en la portada de Times, pero sin reemplazar al presidente electo por una mayoría aplastante en Estados Unidos. El neofeminismo no solo a veces es ciego y extremista, resulta agotador por intolerante.

Veinte años de cárcel ha recibido como condena Dominique Pelicot, lo que como digo celebran a bombo y platillo en el Tout Paris, desde luego merecidamente. Sin embargo, se echa en falta una condena mayor para los culpables del caso Paty, así como han brillado por su ausencia los debates y notoriamente las propuestas políticas y sociales que debieron ser generadas tras el horror, y los que sí se dieron en el caso Pelicot.

El expresidente francés Nicolas Sarkozy también salió condenado a tres años, y uno a llevar brazalete o tobillera electrónica. La condena cayó primero desde las esferas políticas, y lo que es peor desde las tendencias políticas de los que lo juzgaron de antemano. Conocido por sus seguidores como Sarko, el exmandatario francés no tardó ayer en publicar su autodefensa en X, antes Twitter: «Así que me acaban de condenar por el llamado «pacto de corrupción» con alguien —el juez Azibert— con quien nunca hablé, sin ninguna compensación, ni financiera, ni de ningún tipo. ¡Se me acusa de haber pensado en apoyar una solicitud que nunca fue formulada, con una intervención que nunca se realizó, a cambio de un servicio que nunca fue solicitado ni prestado! Siendo todo, finalmente, basado en conversaciones entre un abogado y su cliente, confidenciales por naturaleza... Como siempre lo he hecho durante estos 12 largos años de acoso legal, asumiré mis responsabilidades y afrontaré todas sus consecuencias. De ninguna manera es mi intención quejarme…».

Muchos son los que opinan que el daño empezó desde el primer momento en que Nicolas Sarkozy ganó la Presidencia frente a una socialista, Ségolène Royal (la misma que asegura con toda la desfachatez del mundo que en Cuba no hay presos políticos), quien entonces era la mujer y madre de los hijos de quien luego triunfó con triquiñuelas socialistas frente a Sarkozy, el resbaloso François Hollande.

«La justicia ha fallado: ¡Nicolas Sarkozy recibirá una preciosa pulsera electrónica para Navidad! Los detractores del expresidente y la mayoría de los editorialistas aseguran que los jueces solo estaban haciendo su trabajo... Lo cierto es que condenaron a Nicolas Sarkozy por una simple intención…». La periodista Elisabeth Lévy reacciona indignada en el medio Causeur, y continúa: «El exjefe de Estado es condenado por una conversación con su abogado. Una conversación secreta obtenida en el contexto de escandalosas escuchas, utilizando el método de la red derivada: no sabemos realmente lo que buscamos, pero escuchamos y veremos. Los jueces estaban investigando presunta corrupción, pero nunca encontraron rastro del dinero, ¿50 millones se verían, verdad?».

Eso tienen en común los sistemas que empiezan a rodar hacia el totalitarismo: mentira, engaño, desdoblamiento. Los culpables convertidos en víctimas, primero por una prensa ensobrada —al decir del presidente argentino Javier Milei—, luego por el resto; y las víctimas devenidas culpables con pocos o sin ningún tipo de recurso legal a su favor, ideología a pulso.

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