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Un miembro de las fuerzas leales al nuevo Gobierno sirio, en la ciudad de Busra, en la provincia de Daraa

Un miembro de las fuerzas leales al nuevo Gobierno sirio, en la ciudad de Busra, en la provincia de DaraaAFP

Siria, un mes después de la caída de Bashar al Asad: una economía en ruinas y miedo entre las minorías

El nuevo Gobierno interino, integrado por el grupo islamista Hayat Tahrir al Sham (HTS), tiene entre sus prioridades levantar las sanciones internacionales que pesan sobre el país y para ello ha iniciado una gran ofensiva diplomática

Siria cumple un mes libre de la dictadura de la dinastía Al Asad que gobernó el país con puño de hierro durante más de medio siglo. En la madrugada del 8 de diciembre, las fuerzas rebeldes sirias –lideradas por el grupo islamista Hayat Tahrir al Sham (HTS)– tomaron el control de la capital, Damasco, y forzaron al sanguinario Bashar al Asad, y a su familia, al exilio. El dictador sirio, incapaz de hacer frente a una ofensiva relámpago que en apenas doce días puso fin a 13 años de cruenta guerra civil, se subió a un avión y puso rumbo a Rusia, donde su amigo y aliado Vladimir Putin le concedió asilo político por «razones humanitarias».

Desde entonces, Al Asad no se ha mostrado en público y, ocho días después de su precipitada huida de Siria, decidió pronunciarse a través de un comunicado oficial, donde justificó que salió del país a petición de Rusia. «En primer lugar, no abandoné el país de forma planificada, como se rumoreaba, ni tampoco en las últimas horas de los combates, sino que permanecí en Damasco dando seguimiento a mis responsabilidades hasta la madrugada del domingo 8 de diciembre de 2024», declaró el dictador sirio, en un intento por explicar su cuestionada marcha.

Las milicias rebeldes sirias iniciaron su ofensiva el pasado 27 de noviembre desde la ciudad de Idlib (noroeste), ante la aquiescencia de Turquía y el colapso de los dos principales aliados de Al Asad –Hezbolá y Rusia. El avance fue rápido, para sorpresa de todos. Tan solo tres días después, esta amalgama de facciones consiguió hacerse con el control de Alepo, la capital económica y la segunda más importante del país. La siguiente gran urbe en caer fue Hama, el 5 de diciembre, luego Homs y, por último, la capital, en la madrugada del 8 de diciembre. El colapso del régimen fue total. Los soldados del Ejército regular desaparecían de sus posiciones al paso de los grupos rebeldes, abandonaban sus uniformes y trataban de pasar desapercibidos vestidos de civiles.

Los principales desafíos, dudas y miedos que acecharon al país árabe con la llegada al poder de los rebeldes islamistas siguen presentes 30 días más tarde. El pasado 19 de diciembre, un análisis del prestigioso think tank Chatman House aseguraba que «los retos de Siria son aún mayores que los que afrontó Libia en 2011». Así, en un extenso artículo, explican que «la revolución siria se produce tras más de una década de brutal conflicto, que ha diezmado gran parte de la infraestructura del país, ha creado una crisis masiva de refugiados y ha visto aumentar el número de muertos a más de 600.000 personas». Además, una de las posibles fuente de ingresos de la nación, los pozos petrolíferos, se encuentran en las zonas controladas por los kurdos, por lo que el nuevo Gobierno interino sirio no puede hacer uso de este recurso.

La población sufre apagones diarios, y tan solo cuenta con unas pocas horas de electricidad al día. Según los últimos datos disponibles del Banco Mundial (BM), con fecha de 2022, el 69 % de los sirios, es decir, alrededor de 14,5 millones de personas, vive en situación de pobreza. Uno de los principales objetivos del nuevo Ejecutivo, liderado por el exmiembro de Al Qaeda, Abu Mohammed al Golani –quien ahora prefiere ser conocido por su nombre real, Ahmed al Sharaa–, es levantar las sanciones internacionales que pesan sobre el país para iniciar la reconstrucción. Para ello, tanto Al Sharaa como sus nuevos ministros han emprendido una ofensiva diplomática durante las últimas semanas, que los ha llevado a reunirse tanto con representantes de países europeos y estadounidenses, como de gira por los países del Golfo.

Vista del suburbio de Qaboun, en el noreste de Damasco, casi totalmente arrasado durante más de una década de guerra civil en Siria

Vista del suburbio de Qaboun, en el noreste de Damasco, casi totalmente arrasadoAFP

Estados Unidos ya ha dado los primeros pasos para la normalización de relaciones con las nuevas autoridades del país árabe y anunció, este lunes, una relajación de las restricciones para la entrega de ayuda humanitaria a Siria. El pasado mes de diciembre, Washington ya retiró la recompensa de diez millones de dólares que pesaba sobre el líder de HTS, reconvertido en el hombre fuerte de la nación. Varios países europeos, con Alemania y el Reino Unido a la cabeza, se plantean la posibilidad de retirar al grupo islamista de la lista de organizaciones terroristas y facilitar así el retorno de los refugiados.

Sin embargo, y a pesar de que las nuevas autoridades se han esforzado por dar una imagen de seguridad y tranquilidad a las minorías y las mujeres, aún se mantienen los enfrentamientos entre las fuerzas proturcas y las milicias kurdas en el norte de Siria. La cuestión kurda es y será un quebradero de cabeza para el nuevo Gobierno interino que ya adelantó que no se plantea una descentralización del país, mientras que las Fuerzas Democráticas de Siria (FDS) pugnan por la autonomía. El resurgimiento del autodenominado Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés) supone otra gran amenaza. «Una escalada de violencia en el noreste del país podría causar una pesadilla de seguridad si estos detenidos escapan y vuelven a engrosar las filas del ISIS», apuntan desde el instituto de investigación Crisis Group.

Las milicias kurdas controlan la seguridad de los campos de detención donde se encuentran apresados más de 10.000 combatientes del grupo terrorista. Asimismo, Washington mantiene desplegados a unos 2.000 soldados en la región en apoyo a las FDS en su lucha contra el ISIS. Crisis Group advierte, en su análisis, de que la organización yihadista «parece haberse apoderado de zonas adicionales a medida que las fuerzas del régimen se disolvían». La ideología islamista de la facción que lidera el nuevo Gobierno interino, por lo menos hasta el próximo 1 de marzo, también inquieta, no solo a Occidente, sino a las diferentes confesiones que componen el complejo mapa sirio. Los cambios «limitados» en los libros de enseñanza han despertado temores entre las minorías.

Los islamistas han eliminado toda glorificación al régimen de Al Asad, pero, de paso, han aprovechado para añadir interpretaciones radicales del islam. Un ejemplo es la gustación de la frase «aquellos que están condenados y se han extraviado» por «judíos y cristianos». Ante la creciente polémica, desatada sobre todo en redes sociales, el ministro de Educación del Gobierno interino sirio, Nazir al Qadri, dio marcha atrás y matizó que los cambios no eran inminentes y que se crearán «comités especializados para revisar y examinar los planes de estudio de todas las escuelas sirias». Siria afronta unos meses convulsos, a la espera de que se redacte una nueva Constitución y se convoquen elecciones. Un escenario que se plantea lejano. Al Golani ya adelantó que no se podrán celebrar comicios hasta, al menos, dentro de cuatro años. Ante esta situación, un informe de Crisis Group defiende que los sirios «merecen la seguridad de que el triunfo de los rebeldes no supondrá simplemente sustituir a una camarilla de autócratas por otra».

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