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Zoé Valdés
AnálisisZoé Valdés

La eterna traición del Gobierno demócrata a Cuba

Miguel Díaz-Canel, la marioneta de Raúl Castro y de Alejandro Castro Espín, soltará a 553 presos políticos, que ya se verá si son de verdad todos presos políticos y no delincuentes carcelarios, enfermos mentales, y hasta infiltrados, como ya hicieron en ocasiones anteriores

Actualizada 04:30

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, en la Sala Este de la Casa Blanca en Washington, DC

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, en la Sala Este de la Casa Blanca en Washington, DCAFP

No tienen remedio, los sucesivos gobiernos norteamericanos han traicionado invariablemente al pueblo cubano; sin embargo, casi siempre con la excusa de lo contrario, de que lo han hecho como un bien que beneficiaría a ese pueblo sumido en la miseria y en el espanto por culpa de una tiranía de más de 66 años. Una tiranía que Estados Unidos asentó y solidificó desde el inicio hasta hoy. Joe Biden, uno de los peores presidentes norteamericanos junto con Jimmy Carter y Barack Obama, no podía quedar rezagado en el empeño.

John. F. Kennedy embarcó y traicionó a la Brigada 2506, que tuvo el coraje de tratar de liberar a Cuba del comunismo en los años sesenta. El intercambio de expedicionarios convertidos en presos políticos por latas de leche y por cientos de millones de dólares fue notorio, pero Kennedy ni siquiera se sonrojó. En 1979, Jimmy Carter hizo una aproximación comercial al régimen criminal mediante otro intercambio por un segundo burujón de presos políticos y el uso de los exiliados ávidos de encontrar y ayudar a sus familiares en la isla; por arte de birlibirloque transformó a los «gusanos» en mariposas, a los que denominó Comunidad cubana en Estados Unidos, y autorizó a regresar a la isla con el consentimiento del tirano Fidel Castro cargados de paquetes para la familia con contenidos anhelados que no solo Castro no podía brindar dentro de su patética economía socialista, además había prohibido durante décadas por tratarse de productos capitalistas. Con Carter empezó el negocio de las agencias de viajes y envíos de paquetes y se protagonizó la Crisis de las Embajadas y el Éxodo por el Mariel.

Ese comercio de ganancia neta para el castrismo desmoralizó a los comunistas, pero ofreció posibilidades infinitas a los militares para ocultar contrabandos mayores, de droga y demás productos prohibidos en el mercado internacional. Sobre todo, favoreció el inicio de una campaña de penetración cultural norteamericana, «yanqui», anti-hispana, prolatina. El problema de Estados Unidos con Cuba siempre han sido las raíces hispanas y europeas en la isla, su transformación hacia la norteamericanización debía producirse de inmediato, aunque controlada por el sistema comunista y por los socialistas del Gobierno demócrata estadounidense. Lo macabro del experimento habla por sí solo.

Entre 1993 y el 2001, Bill Clinton permitió tres de las peores crisis dentro del exilio y de la isla: el hundimiento del Remolcador Trece de Marzo donde se asesinaron a 75 personas entre ellas doce niños, la crisis de los Balseros, el derrumbamiento de las avionetas de Hermanos al Rescate, y la multiplicación de espías castristas en plazas estratégicas estadounidenses. Barack Obama, en el 2008, con el apoyo de George Soros, continuó en la profundización de esa batalla cultural desde el socialismo, con la colaboración de sus bufones del espectáculo y el globalismo, a través de los cuales la venta de espejitos de humo se hizo más transitable y prestó un rostro amable a las transacciones del embudo, lo ancho para los tiranos y los poderosos, lo estrecho para los cubanos.

Allí donde la hispanidad había dejado un rigor cultural que parecía indestructible la ilustración se hizo añicos. El resquebrajamiento ideológico de las formas, de la educación, del habla, se instauró con el castro-comunismo. El obamunismo propició un terreno novedoso, y un sentido de afianzamiento, de cercanía palpable con lo prohibido. La hispanidad de la cubanidad fue transformada en latinidad, y ubicada a una distancia abismal. Meliá significaba solo eso: Meliá.

A pocos días de su despedida como el nefasto presidente que todavía es, Joe Biden ha venido a dar otro puntillazo que hunde la idea de una probable e inmediata libertad de Cuba. Lo hace a través de la economía y de la inmoralidad pura y dura, al apoyar con sus nuevas medidas el acercamiento estratégico y económico al régimen terrorista de La Habana, en un país donde todavía se refugian y entrenan terroristas de todas partes del mundo y el pueblo vive ahogado por el comunismo, donde la perversidad y el pavor imperan.

Biden ha venido a dar otro puntillazo que hunde la idea de una probable e inmediata libertad de Cuba

En el negocio del intercambio de presos políticos por medidas que pudieran ser revocadas por Donald Trump a su vuelta al poder han participado todos, también la oposición diseñada desde Washington y el Comité Central. En el escenario varios presos políticos, liberados en sus casos bajo condicional como el Dr. Oscar Elías Biscet, al que debemos entender debido a su situación, dado que es un preso de la Primavera de Cuba del 2004, entre otros, más Rosa María Payá, puesta a dedo por Estados Unidos para protagonizar como Yoani Sánchez en la época de Barack Obama, el cambio-fraude, como mismo fue puesto a dedo Miguel Díaz-Canel por Raúl Castro.

Hace apenas unos días, Payá contaba en un programa de la televisión miamense sus logros durante su encuentro con Mike Hammer, el encargado de negocios en la oficina de intereses de Estados Unidos en La Habana; ayer, tras el anuncio de las medidas que pudieran verse no sólo revocadas, además retrasadas, sobre todo el artículo III de la Ley Helms-Burton, la lideresa de Cuba Decide se quejaba en el canal venezolano NTV24 de lo contrario. ¿Cuándo de verdad nos pondremos serios y entregaremos la política en manos de expertos, de gente acuciada en el tema, y no en manos de los herederos como mismo hace la tiranía?

Miguel Díaz-Canel no tardó en tuitear un desganado agradecimiento, en otro tuit el expresidente colombiano Juan Manuel Santos no cabía de felicidad, olvidando que en Cuba vive uno de los peores terroristas, cabecilla del ELN, y justificando así no ya la paz de los sepulcros, sino su indecente premio Nobel, tan indecoroso como el que le regalaron a Obama. Canel, la marioneta de Raúl Castro y de Alejandro Castro Espín, soltará a cambio a 553 presos políticos, que ya se verá si son de verdad todos presos políticos y no delincuentes carcelarios, enfermos mentales, y hasta infiltrados, como ya hicieron en ocasiones anteriores.

Quedarán numerosos presos de conciencia en las ergástulas castristas, en el futuro continuarán encarcelando y llenando las celdas. Es el gran negocio del castrismo, presos políticos por favoritismos que enriquecen a sus dirigentes y esbirros más próximos. La destrucción del país no cesa, nadie detiene el empobrecimiento económico, el aniquilamiento de la identidad, la devastación del alma mediante el derribo moral de los cubanos con la aprobación de corruptos, exterroristas, y hombres que se dicen de Dios.

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