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Tulip Siddiq renunció este martes a su cargo en el gobierno británico

Tulip Siddiq renunció este martes a su cargo en el gobierno británico

El radical contraste en la relación entre la corrupción española y la de Reino Unido

Mientras en Reino Unido cualquier acusación de corrupción es motivo para dimitir, en España el Gobierno se mantiene en el poder pese a las acusaciones que se ciernen sobre ellos

Reino Unido, aunque ha perdido la grandeza que antaño le impulsó, sigue rigiéndose por unos códigos morales y éticos que no abundan en el resto de Europa. Es ahí donde los británicos mantienen su dignidad y su posición predominante en el mundo. Un país donde la percepción pública y la ética pesan más que las justificaciones legales o las ansias por perpetuarse en el poder. Incluso sin evidencias concluyentes, la mera apariencia de conflicto de interés se considera inaceptable para los estándares políticos británicos.

El gobierno laborista del primer ministro Keir Starmer, que va de una polémica para meterse en otra en estos primeros meses de mandato, ha visto ahora como Tulip Siddiq, secretaria de Estado del Tesoro y de la City, ha dimitido por sus vínculos económicos con la exprimera ministra de Bangladesh, Sheikh Hasina, que resultaba ser su tía.

Una investigación concluyó recientemente que Siddiq no había infringido el código ministerial por las relaciones con su tía. Que no había motivos suficientes para dimitir. Sin embargo, al estar su nombre mencionado en una investigación anticorrupción abierta en Bangladesh contra Hasina, Siddiq ha decidido dimitir y dejar su cargo, evitando dañar la reputación del gobierno.

En su carta de renuncia dirigida a Starmer, Siddiq señala que dimite para no convertirse en una «distracción». El propio Starmer respondió en otra carta a la dimisión de Siddiq, en la que le agradeció su trabajo para impulsar las reformas financieras en la City. «Aprecio que para acabar con las actuales distracciones para poner en marcha nuestro plan para cambiar el Reino Unido, hayas tomado una difícil decisión y quiero aclarar que la puerta estará abierta para ti más adelante», escribió.

Este caso no es aislado. Hace apenas unos años, el escándalo del Partygate sacudió al gobierno conservador de Boris Johnson. Durante la pandemia, cuando las estrictas restricciones afectaban a toda la población, se descubrió que en Downing Street se celebraban reuniones y fiestas privadas. Aunque Johnson se disculpó públicamente y pagó una multa, la cascada de renuncias en su gabinete y la pérdida de confianza pública lo llevaron a dimitir como primer ministro en julio de 2022. En Reino Unido, los errores no solo se pagan en las urnas, sino que también generan consecuencias inmediatas dentro de los propios gobiernos.

Boris Johnson, durante su declaración ante el Juzgado

Boris Johnson, durante su declaración ante el JuzgadoAFP

Por otra parte, en el otro extremo de las consecuencias, en España los casos de corrupción parecen no tener el mismo impacto. Actualmente, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, está cercado por las investigaciones que rodean a su esposa, su hermano, el fiscal general del Estado y otros exmiembros de su gabinete. El círculo se está cerrando tanto que incluso prensa extranjera, como The Washington Post o The Independent, han señalado la gravedad de estas acusaciones.

Sin embargo, en vez de admitir el daño que estas investigaciones causan al partido y al propio sistema político español, el Gobierno español ha desestimado las críticas como ataques partidistas y se ha negado a pagar las consecuencias.

La disparidad se extiende también al manejo mediático de los escándalos. En Reino Unido, los políticos no suelen escudarse en teorías conspirativas o atacar a los medios, sino que enfrentan las consecuencias de sus acciones. En España, en cambio, los casos de corrupción son a menudo minimizados, mientras se cuestiona la legitimidad de las acusaciones.

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