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Las fuerzas rusas han retomado la localidad de Sudzha

Las fuerzas rusas han retomado la localidad de SudzhaAFP

La misión secreta de Rusia con la que, gracias al apoyo indirecto de EE.UU., le quitó a Ucrania su única carta en la baraja

Ocultos durante días en un gasoducto, las fuerzas rusas han dado un golpe determinante a las ucranianas en el frente

El pasado 6 de agosto, Ucrania lanzó su mayor contraataque contra Rusia desde el inicio de la invasión en febrero de 2022, incursionando en el óblast de Kursk, territorio ruso. El propio Gobierno ucraniano reconoció desde el principio que el objetivo de esta incursión no era anexionarse el territorio conquistado, sino sumar una carta a la baraja negociadora ante Vladimir Putin.

Una de las condiciones que Rusia siempre ha puesto sobre la mesa para un posible alto el fuego es el reconocimiento de Crimea, Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia como territorio ruso, lo que supone cerca del 20 % del territorio ucraniano. Kiev, convencido de que debía devolverle la jugada a Moscú, intentó posicionarse con ventaja en la mesa de negociaciones. Sin embargo, ahora ha perdido su mejor baza.

La tormenta política que desató la discusión del presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, con los dos hombres más poderosos de Estados Unidos, Donald Trump y JD Vance, fue de tales proporciones que pocos días después Washington cortó el suministro militar y de Inteligencia a Ucrania, dejándola ciega e indefensa ante el avance ruso.

Sin el apoyo estratégico de EE.UU., Ucrania se encontró en una situación crítica. Rusia no tardó en aprovechar la debilidad de su adversario y retomó la ofensiva con fuerza. De manera indirecta, el giro político estadounidense ha dejado a Kiev en una posición aún más desfavorable de cara a la negociación. De hecho, el propio Gobierno ucraniano ha intentado minimizar las noticias sobre el avance ruso.

En las últimas semanas, Rusia ha recuperado casi una treintena de localidades y más de 250 kilómetros cuadrados de territorio que antes controlaba Kiev. Este jueves, el Kremlin anunció la «liberación» de Sudzha, el principal bastión ucraniano en Kursk, situado a apenas 10 kilómetros de la frontera con Ucrania. Un día antes, el miércoles, Putin viajó a Kursk —por primera vez vestido con uniforme militar— y proclamó su victoria sobre Ucrania.

Putin a su llegada a Kursk

Putin a su llegada a KurskAFP

Durante su visita, el presidente ruso se reunió con el jefe del Estado Mayor, Valeri Guerásimov, quien le aseguró que el 86 % del óblast de Kursk ya estaba bajo control ruso y que el 14 % restante «se completaría pronto». De eso hace tres días. Ayer, el presidente estadounidense, Donald Trump, pidió a Putin que «salvara la vida» de los soldados ucranianos que se encuentran «en una posición muy mala y vulnerable». Incluso Zelenski reconoció que las tropas ucranianas restantes en Kursk están en una «situación muy difícil».

La misión secreta de los soldados rusos

A pesar de la ventaja que les otorgó la retirada del apoyo militar estadounidense a Ucrania, la reconquista de Kursk no fue una tarea sencilla para las tropas rusas. Su estrategia clave fue la infiltración a través de un gasoducto subterráneo en desuso, un movimiento audaz que les permitió sorprender a las fuerzas ucranianas desde la retaguardia.

La operación, bautizada por Moscú con el nombre en clave «Flujo», permitió a las fuerzas especiales rusas avanzar de manera sigilosa a través del interior de la tubería hasta la zona industrial de Sudzha, desde donde lanzaron el ataque.

El gasoducto en cuestión fue construido en la época soviética para abastecer de gas a Europa y conecta Urengói, en Siberia noroccidental, con Úzhgorod, en la frontera con Eslovaquia. Con un diámetro de 1,5 metros, la tubería quedó fuera de funcionamiento el pasado 1 de enero por decisión de las autoridades ucranianas, lo que generó descontento en países europeos dependientes del suministro, como Eslovaquia.

Según fuentes militares prorrusas, cientos de soldados rusos avanzaron en silencio hasta 16 kilómetros dentro del gasoducto, empleando equipos de respiración y plataformas con ruedas para transportar su armamento. Durante varios días permanecieron ocultos en su interior, esperando el momento adecuado para lanzar la ofensiva.

El 8 de marzo, al amanecer, las tropas rusas emergieron del gasoducto y atacaron las posiciones ucranianas en Sudzha, logrando tomar el control de la zona industrial y posteriormente avanzando hacia el casco urbano de la ciudad. Las fuerzas ucranianas, sorprendidas por la incursión, se vieron obligadas a replegarse tras intensos combates.

El Estado Mayor ucraniano reconoció la pérdida de la ciudad, aunque insistió en que la infiltración rusa «fue detectada a tiempo». Sin embargo, las imágenes publicadas en Telegram por el general Apti Alaudínov, comandante del grupo checheno «Ajmat», mostraban a los soldados rusos en el interior del gasoducto, fuertemente armados y equipados con linternas y máscaras de gas. «Me sorprende la gente que realmente cree que Rusia puede perder. Hoy es un gran día», afirmó Alaudínov.

Fuentes del Cuerpo de Asalto de Voluntarios (DShK), citadas por el medio ruso Lenta.ru, indican que más de 600 militares rusos participaron en la incursión a través del gasoducto. Entre ellos se encontraban combatientes del batallón checheno Ajmat, la Brigada Aerotransportada N.º 11 y el Regimiento N.º 30.

Este golpe estratégico ha resultado devastador para las aspiraciones de Ucrania, que ahora se encuentra esperando una respuesta oficial de Rusia a la propuesta de un alto el fuego de 30 días presentada en conjunto con Estados Unidos. Sin embargo, un cese de hostilidades no parece convenirle a Moscú, que, más que nunca, se siente el caballo ganador en el campo de batalla.

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