Marco Rubio: lo mejor es lo que oculta
Si hay un perfil que está protagonizando un viraje político de envergadura, ese es el prominente secretario de Estado en el segundo mandato del presidente Donald Trump

Marco Rubio, secretario de Estado de los EE.UU.
En la actualidad, los ideales y las lealtades políticas son más ambiguas e inestables. No es que antes haya sido muy distinto pero existía más adhesión a valores y temor al castigo público. Hoy, todo eso es relativo. Como dice el autor mexicano Jesús Silva Herzog: «Se trata de un giro moralmente ambiguo dentro de la dinámica política.»
Si hay un perfil que está protagonizando un viraje político de envergadura, ese es Marco Rubio, el prominente secretario de Estado en el segundo mandato de Donald Trump. Veamos por qué.
Rubio proviene de una familia cubana radicada en Florida y encarna al clásico cuban-american militante del Partido Republicano. Inició su carrera política en el año 2000, en la Cámara de Representantes de Florida, apropiándose de un tema central para las comunidades latinas: la lucha contra las dictaduras socialistas de la región.
Ya como senador por Florida, entre 2011 y 2025, Rubio encabezó comités, foros legislativos y redes de lobby contrarios a los intereses de los regímenes de Venezuela, Cuba y Nicaragua. Su popularidad entre los votantes latinos era enorme.Fuentes en Washington afirman que Donald Trump llegó a considerarlo para la vicepresidencia, pero como ambos residían en Florida, eso resultaba electoralmente inviable. De todos modos, Rubio llegó al segundo trumpismo con un perfil influyente.
Su nombramiento al frente del Departamento de Estado encendió expectativas sin precedentes en Hispanoamérica: finalmente una política exterior que priorizara a la región y enfrentara con firmeza a los autoritarismos, concluyeron muchos.
Durante su audiencia de confirmación en el Senado, el 15 de enero, Rubio afirmó que la presencia rusa e iraní en Venezuela era insostenible para la seguridad hemisférica, enumerando una serie de riesgos concretos para la seguridad nacional de EE.UU.
Sin embargo, tan solo quince días después, Richard Grenell, delegado presidencial para Misiones Especiales, aterrizaba en Caracas para dialogar con el régimen de Nicolás Maduro. De ese encuentro surgieron dos acuerdos: la liberación de varios ciudadanos estadounidenses presos en Venezuela y el inicio de vuelos conjuntos de deportación.
La primera semana de febrero, la Casa Blanca suspendió el Estatus de Protección Temporal (TPS) para unos 350.000 venezolanos residentes en EE.UU., así como el parole humanitario que permitía emitir permisos de trabajo para inmigrantes cubanos y nicaragüenses.
Decenas de venezolanos han comenzado a ser devueltos a Caracas, entregados a las autoridades del régimen chavista, que ahora utilizan estas deportaciones como una narrativa oficial para cuestionar a quienes abandonaron el país en busca de nuevas fronteras.
Rubio no puede desconocer el giro blando que la Casa Blanca ha adoptado hacia el chavismo
Resulta evidente que Rubio no puede desconocer el giro blando que la Casa Blanca ha adoptado hacia el chavismo, contra el cual apenas se han aplicado unas pocas sanciones petroleras de escasa efectividad. ¿Cómo se explica que un político cuya carrera fue construida en torno a los asuntos de la región acepte hoy estas condiciones?
Aunque esta es la pregunta que hoy se hacen muchos distritos latinos en EE.UU., lo cierto es que Marco Rubio ha ingresado en una fase superior de la política. Una etapa posiblemente más realista, pero también estratégica para quienes tienen las más altas aspiraciones.
Para entrar, sobrevivir y prosperar en la alta política de un gobierno, se deben cumplir tres condiciones básicas: ser parte de un proyecto político, mostrarse subordinado a él y ser disciplinado. Estos tres elementos son los que brindan proyección y ofrecen supervivencia política.
Por supuesto, Rubio no es un ingenuo dispuesto a convertirse en el furgón de cola de un proyecto sin destino. Su lealtad está primero con el Partido Republicano, que hoy —nos guste o no— es el partido de Donald Trump. Además, muchos políticos con ambiciones de largo plazo asumen contradicciones coyunturales porque consideran que pueden influir más desde adentro que desde afuera.
Contrario a la idea de que está tirando su carrera por la borda, Rubio atraviesa hoy el camino espinoso de la reconversión y alineamiento político. Tiene un costo, sí, pero si quiere sobrevivir a la metamorfosis republicana en curso, no le queda otro camino.
¿Es este cambio definitivo? A priori, parece que no. Con una recesión económica en el horizonte y una política migratoria cada vez más agresiva, varios distritos republicanos dominados por el voto latino observan con preocupación el escenario legislativo de 2026.
Es aquí donde entra en juego el clásico de Denis Jeambar y de Yves Roucaute: «ELOGIO A LA TRAICIÓN. Sobre el arte de gobernar por medio de la negación», libro de lectura obligatoria para aquellos que quieren sumergirse en la lógica de la política cotidiana.
La traición es posiblemente el acto más lúcido que un político puede ejecutar ante los cambios sociales
Aunque genere indignación, la traición es posiblemente el acto más lúcido que un político puede ejecutar ante los cambios sociales. Es una maniobra tan audaz como inmoral para dominar el rumbo de los acontecimientos. Por supuesto, carece de ética, pero quien espere ética pura en el juego político está pidiendo algo inexistente.
¿Acaso Rubio se ha «traicionado» a sí mismo, trabajando en la primera línea de un gobierno que contradice los principios sobre los que construyó su liderazgo? Quizás, pero esta acción no solo demuestra lucidez y sentido de pertenencia; también revela el carácter que necesitará para —más temprano que tarde— dar un salto definitivo hacia su máximo proyecto político. La «traición» de Rubio es digna de ser elogiada, aunque por ahora solo hayamos visto uno de los rostros de su capacidad de adaptación.
- Roberto Starke es analista y Consultor. Director de CONTEXTO POLITICO