¿Otra década perdida en Iberoamérica?
Los países de la región desaprovechan oportunidades geopolíticas y comerciales para progresar. Detrás de esto no sólo está el populismo. La falta de modelo de desarrollo aunado a la inseguridad jurídica también explica este fenómeno
Hay dos palabras que se repite cada tanto en América Latina: «década pérdida». La usan, como frase de cajón, organismos multilaterales, gobiernos y hasta ciudadanos acostumbrados a repetir ciclos. Del mismo fenómeno, por ejemplo, ya se hablaba hace diez años en el Financial Times. En sus páginas, el entonces presidente del BID, Luis Alberto Moreno, advertía que se presentaban los condiciones ideales para repetir la misma historia. Entonces, casi todo el mundo repitió la idea.
De nuevo en este 2023, pasados tres años de una nueva década, se empieza a confirmar que la región enfrenta otra década pérdida por sus bajos niveles de crecimiento, un leve descenso de los niveles de pobreza multidimensional –depende del país– y la imposición de regímenes semi-autoritarios y autoritarios que se consolidan en el poder.
La pandemia endeudó a decenas de países que accedieron a crédito fácil
A primera vista el culpable de esto siempre es el Covid-19. La pandemia endeudó a decenas de países que accedieron a crédito fácil a cambio de aumentar preocupantemente el déficit fiscal y su deuda en dólares. Ahora todos se resienten. Con tasas de inflación y subida tasas de interés por la FED, las dos, además, no vistas desde los años 80, que aprietan el consumo de la naciente clase media y empobrecen a los sectores vulnerables.
Detrás de estos factores, sin embargo, hay algo más. La explicación de la repetición del ciclo es estructural. Son los estados, el modelo de desarrollo y las condiciones político-jurídicas las que han llevado a que se dejen pasar oportunidades. Como lo comprueba este momento.
Empezar por los estados es darse cuenta de que, casi todos, prefieren el estatismo confiscatorio por encima de la empresa, asumen la idea de un asistencialismo que raya con el absolutismo y dividen a la sociedad entre seguidores y apátridas.
Con populistas en el poder Europa y Estados Unidos han tenido tasas de crecimiento aceptables
Naturalmente, esto conlleva a pensar que el mal endémico de la región es el populismo. Pero con populistas en el poder Europa y Estados Unidos han tenido tasas de crecimiento aceptables, y hasta buenas. Con Trump, Orban o, para hablar de izquierda, con Tsipras, en Grecia, les ha ido bien.
No se ve entonces que los populistas, que son de todo tipo en Latinoamérica –derecha o izquierda–, expliquen la pérdida de oportunidades. ¿No fue el desarrollista Getulio Vargas, en la próspera Brasil, un populista, como Pérez Jiménez, que tanto citan?
Por los hechos, una mejor posible respuesta puede estar en el modelo de desarrollo. Extraer recursos naturales no es suficiente para crecer, aunque sí es indispensable. América Latina no ha encontrado un modelo sostenible a largo plazo que no dependa de los precios del exclusivamente del mercado internacional. Salvo México y algo Brasil, la diversificación es una ilusión de manual.
Los estados, para diversificar la economía, imponen el proteccionismo: suben aranceles e impuestos confiscatorios a empresas extractivistas. Así, con un cerrojo heredado del cepalismo de los setenta, protegen su economía de todo menos de progresar. Sin incentivos, la inversión se va, surgen los monopolios peronistas y crecen las masas subsidiadas que piden auxilios hasta para saludar.
Inseguridad jurídica
La base política-jurídica, mientras, se erosiona. A la falta de modelo de desarrollo la acompaña la inseguridad jurídica. Hay muchos abogados en la región, pero la mayoría desconoce el principio de pacta sunt servanda. Se firman contratos, para progresar en vías, puertos y centros urbanos, que se incumplen, por caprichos institucionales, políticos vanidosos y la infaltable corrupción.
En ese ciclo de incumplimientos, llegan las vías de hecho, en una región que acostumbró a sus minorías que usan muchas veces la violencia para exigir demandas sociales. Paros, movilizaciones, paros. La autoridad, mientras, mira. Ha vulnerado, en algunos casos, los derechos humanos; los responsables deben ser procesados. Eso no inhibe a las fuerzas del orden a proteger a la mayoría, que no participa en las movilizaciones, como dicta el estado de Derecho.
Siempre queda la Chile de hace 5 años, la Costa Rica ejemplar, el Uruguay de hoy. Excepciones a la regla de una región que, como dice Mario Vargas Llosa, «persiste en el error».