Desmond Tutu (1931-2021)
El arzobispo que se convirtió en «la conciencia de Sudáfrica»
Desmond Tutu, Premio Nobel de la Paz y figura clave en la instauración de la democracia en Sudáfrica, luchó durante décadas para erradicar la división racial en su país
Desmond Mpilo Tutu
Arzobispo en Johannesburgo y Premio Nobel de la Paz
Desde la religión, y no la política, el arzobispo Desmond Tutu hizo campaña por todo el mundo para erradicar el apartheid que dividía racialmente Sudáfrica y prohibía el voto a la mayoría negra. Por su labor ganó el Premio Nobel de la Paz en 1984, y trabajó junto a su amigo Nelson Mandela.
El arzobispo Desmond Mpilo Tutu ha muerto este 26 de diciembre, tras celebrar su nonagésima Navidad.
La suya fue una vida de excepcional virtud y humanidad, dedicada a la unidad y a la erradicación del apartheid, sistema de segregación racial en Sudáfrica. Por tal labor fue galardonado, en el año 1984, con el Premio Nobel de la Paz.
Tutu era considerado «la conciencia de Sudáfrica» tanto por blancos como negros, testamento inextinguible de su fe y espíritu de reconciliación en una nación dividida. Predicó hasta el final contra la tiranía de las minorías blancas y de las élites negras, sin flaquear nunca en su lucha por una Sudáfrica más justa.
Se unió al clero en 1960, como sacerdote en la ciudad de Johannesburgo, y luego fue obispo en Lesoto desde 1976 hasta 1978. En 1985 devino obispo de Johannesburgo, y solo un año después se convirtió en el primer Arzobispo negro de Ciudad del Cabo. Los inicios de su carrera en la Iglesia Anglicana estuvieron marcados por el apoyo de grandes figuras, como el industrialista Harry Oppenheimer, que vieron en Tutu «talentos de liderazgo» y una «ausencia total de arrogancia».
Una vez se vio en la cúpula de Ciudad del Cabo, utilizó su autoridad y señoría para defender los derechos humanos en Sudáfrica desde la religión, no la política. Viajando sin descanso durante la década de los ochenta, Desmond Tutu puso rostro al movimiento internacional de oposición al apartheid, que pedía el fin de la división racial institucionalizada en Sudáfrica y la liberación de los líderes del partido rebelde Congreso Nacional Africano –uno de los cuales era Nelson Mandela, encarcelado desde 1964 hasta 1990–.
«Nuestra tierra arde y sangra. Pido a la comunidad internacional que imponga sanciones punitivas contra este Gobierno», urgió Tutu en 1986, apelando al apoyo global en su pugna por destituir al Partido Nacional, que prohibía el voto de la mayoría negra como una de las medidas de división. Su campaña despertó movimientos internacionales que ayudaron a eliminar el apartheid a través de boicots económicos y culturales.
El gobierno del Partido Nacional concluyó en 1994, dando pie a las primeras elecciones democráticas en Sudáfrica.
«Es como enamorarse». Así describió Desmond Tutu ese acto de votar por primera vez, símbolo del amor que sentía por su nación, y señal de la profunda emoción del momento tras décadas luchando contra el apartheid.
Nelson Mandela logró el puesto de primer presidente negro en Sudáfrica, y nombró a Tutu responsable de investigar los crímenes cometidos tanto por blancos como por negros durante la era del apartheid. Su nuevo papel lo llevó a efectuar la dura tarea de orar junto a las sepulturas de las personas que fallecieron violentamente a raíz de la división racial.
«Es más fácil ser cristiano en Sudáfrica que en el resto del mundo», opinaba en aquella época Tutu, «porque los problemas morales están muy claros en este país».
Desmond Tutu nació en Octubre de 1931. Se casó con su mujer Leah en 1955. Tuvieron cuatro hijos y varios nietos.
«A veces es estridente, a menudo es tierno, nunca tiene miedo y jamás pierde el sentido del humor. La voz de Desmond Tutu siempre será la voz de los mudos», describió Mandela a su compañero, que permaneció junto a él durante toda su presidencia.
En los meses siguientes a su jubilación, en 2010, Tutu lamentó esa estridencia.
«La lucha tendía a volverme áspero y algo altivo. Espero que la gente pueda perdonarme por cualquier daño que pueda haberles infligido».
Lamentó también el fracaso de su gran voluntad, la de construir una «nación arcoíris» justa y multirracial.
Pero su recuerdo permanece en la memoria colectiva como el de un hombre que cambió la historia de su país a través de la diplomacia, de la religión y de la rebelión pacífica. La fe del arzobispo Desmond Tutu permeó a la sociedad sudafricana durante las horas más oscuras del apartheid y la acompañó en su transición hacia el territorio inexplorado de la democracia.