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obituario corrado alunni

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Corrado Alunni (1947-2022)

El «jefe de personal» de las Brigadas Rojas

Su misión consistía en reclutar a los integrantes de los comandos de la banda terrorista de ultraizquierda, que abandonó poco antes del secuestro y asesinato de Aldo Moro

Icono Corrado Alunni
Nació en Roma el 12 de noviembre de 1947 y falleció en Varese el 28 de enero de 2022.

Corrado Alunni

Terrorista desde finales de los sesenta hasta mediados de los ochenta, antes de optar por un anonimato que nunca obtuvo del todo.

La justicia italiana volvió a convocar a Corrado Alunni hace unos meses para que se sometiera a una prueba de ADN  relacionada, según recuerda La Repubblica, con los últimos hallazgos del secuestro y posterior asesinato de Aldo Moro, pese a que había abandonado cualquier actividad terrorista hace ya siete lustros. Es más: en la fecha del magnicidio, allá por 1978, Alunni ya llevaba dos años fuera de las Brigadas Rojas, habiéndose unido. Ese indiscutible dato no fue óbice para que el Ministerio de Interior inscribiese su nombre y apellidos en la lista de principales sospechosos que publicó la misma tarde del secuestro del estadista. La explicación es sencilla: hay pasados que colean para siempre, pese a la firme voluntad de los protagonistas de romper amarras de una vez por todas.

Bien es cierto que el pasado de Alunni era especialmente turbulento: era nada más y nada menos que el encargado de reclutar a los nuevos miembros de las Brigadas Rojas y de presentárselos a Renato Curcio, su jefe histórico. Es decir, no estaba directamente involucrado en las sangrientas acciones de la banda terrorista, pero desempeñaba un papel decisivo dentro de su estructura. La detención de Curcio en 1976 asestó un golpe implacable a la organización, no tanto a su capacidad operativa –seguiría delinquiendo durante al menos cinco años– como a su cohesión interna. El descabezamiento desató las luchas intestinas y Alunni optó por abandonarla a principios de 1978, para fundar las Formaciones Comunistas Combatientes.

La experiencia fue de corta duración: en septiembre de ese mismo año fue arrestado. En sus primeros años en prisión su gen delictivo permaneció intacto. La demostración más vistosa de semejante estado de ánimo se produjo el 28 de abril de 1980, cuando pergeñó, en compañía del criminal de altos vuelos Renato Vallanzasca –con el que había congeniado entre barrotes– un intento de fuga masiva de presos de la milanesa cárcel de San Vittore. Muchos de ellos, efectivamente, lograron escapar; pero no los dos principales promotores de la operación, que resultaron heridos a consecuencia de un tiroteo en plena calle. Con el tiempo, el episodio supuso un punto de inflexión en la vida de Alunni: a mediados de los ochenta proclamó –en uno de los numerosos juicios a los que se enfrentaba– su abandono definitivo de la actividad terrorista. En 1989 obtuvo la libertad condicional, primer paso de unos irreversibles beneficios penales.

Alunni era en sus inicios un perito industrial de origen romano que se fue a vivir a Milán para trabajar en Siemens, donde conoció a los futuros terroristas Mario Moretti, Pierluigi Zuffada, Paola Besuschio o Umberto Farioli, es decir, el núcleo fundador de las Brigadas Rojas, la más sangrienta de las bandas terroristas que sembraron el terror en Italia durante los «Años de Plomo». El objetivo era asaltar el corazón del Estado. Al final, no lo consiguieron.

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