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Luis Hernando de Larramendi

Luis Hernando de Larramendi

Luis Hernando de Larramendi (1952-2022)

El andador de sueños

Un buen andador de sueños es el que camina con tenacidad por ellos hasta hacerlos, a veces, realidad

Luis Hernando de Larramendi
Nació el 4 de julio de 1952 en Madrid, donde falleció el 11 de febrero de 2022

Luis Hernando de Larramendi Martínez

Abogado de profesión, era vicepresidente de la Fundación Mapfre y presidente del Patronato de la Fundación Ignacio Larramendi

Es fácil recordar a una persona por los cargos que ocupó. Luego eso se olvida. Pero estoy convencido de que a Luis le gustaría más que le recordásemos como a un padre que amó a su familia, como un amigo que quiso a sus amigos y como un hijo que siguió la senda que marcaron sus padres y abuelos.

Luis era un buen «andador de sueños» y un buen andador de sueños es el que camina con tenacidad por ellos hasta hacerlos, a veces, realidad. El que los ayuda a caminar.

Conocí a Luis en su juventud, en esa época en la que suelen florecer los ideales de los hombres. Éramos jóvenes rebeldes que, desde nuestros sentimientos carlistas, veíamos una patria que no era la que nuestros padres habían soñado y que, evidentemente, tampoco es hoy la que un día soñamos nosotros.

Luis tenía devoción por su abuelo D. Luis Hernando de Larramendi, que había sido secretario general de D. Jaime de Borbón en 1931, candidato tradicionalista por Madrid y fundador de revistas como El Criterio o Juventud tradicionalista. Precisamente fue el nombre de su abuelo el que tomó para la Fundación a la que tanto tiempo y desvelos dedicó Luis: Fundación Luis Hernando de Larramendi. La creó el padre de Luis, D. Ignacio, un hombre tenaz, desprendido, tozudo y amigo de sus amigos que un día lejano me contó sus proyectos y me invitó a ayudarle en la creación del Premio Luis Hernando de Larramendi y a la elección de su primer jurado.

Esta idea de D. Ignacio se ha hecho más grande de la mano de Luis y en ella ha hecho como su paso largo, uno de los mayores esfuerzos editoriales dedicados a la investigación y estudio del carlismo.

Pero Luis, además, supo hacer suyos los sueños de otros y así gracias a su ayuda la revista de historia Aportes, que en su día pusimos en marcha Julio Brioso, Alfonso Bullón de Mendoza y yo mismo, ha publicado ya más de 100 números.

Vivió con pasión nuestro «Andador de sueños» el viaje del capitán Etayo, los viajes de su hermano «el aventurero» y cualquier empresa romántica.

Pero en mí quedan, sobre todo, otros recuerdos del Luis menos conocido y más entrañable. Podría hablar, como recordara su inseparable amigo y compañero Luis González Llano de cómo hicimos en plan peregrinos de antaño el Camino de Santiago, de Francia a Compostela; comiendo en las tabernas o bares de los pueblos, durmiendo en los albergues de peregrino, allí donde los había, y rezando en las iglesias del camino.

Era otro Luis, el Luis de nuestra juventud, el que se reía cuando a nuestro paso por Galicia el vino del país teñía de color las tazas blancas. El que disfrutaba con las cosas sencillas. Son tantos los recuerdos de Luis que… no estarán en sus biografías.

Recuerdo cuando me mandó a su hijo Ignacio, entonces un niño, a los Campamentos Cruz de Borgoña. Era el más pequeño de todos y la primera noche se quemó los dedos en el fuego de campamento. Cuando le llamé al día siguiente para explicárselo y tras asegurarse de que no había sido nada de importancia me dijo: «Así aprenderá a no jugar con fuego»

Me acuerdo de Luis y de su padre en las jornadas de historia de la Universidad de Wisconsin organizadas por la Fundación con la participación de profesores españoles y americanos, Con Stanley Payne, Alejandra Wilhelmsen, con un entonces jovencísimo y ya prometedor Alfonso Bullón de Mendoza y con el inolvidable Julio Brios, entre otros. Pero me acuerdo sobre todo de la demora de tres horas en el aeropuerto de San Luis y que Luis, Julio, Alfonso y yo nos dedicamos a enhebrar poesías o mejor fragmentos de poesías. La poesía era otra de las pasiones de Luis.

Un último recuerdo, el Luis infatigable y sorprendente que durante su enfermedad lejos de frenar su trabajo lo aceleró. Participó en los actos que la Fundación Hernando de Larramendi y Mapfre organizaron y rindieron homenaje a quien fue el refundador e impulsor de esa empresa internacional del seguro. Preparó desde la Fundación la celebración del Seminario Internacional sobre D. Ignacio Hernando de Larramendi y la dinamización de los estudios históricos del carlismo, celebrados en los salones del CEU San Pablo.

No faltó, pese a lo avanzado de su enfermedad y al cansancio que reflejaba su cara a ninguna de las intervenciones. Presidió la Reunión del Jurado del premio internacional de historia del carlismo. Más tarde nos encargó que nos cuidáramos de que se editaran las actas de ese seminario y así mil cosas.

Uno de sus últimos actos fue la presentación de Alfredo Comesañas, Tinta, tierra y tradición: Ramón María del Valle Inclán, de cuyo libro hizo la introducción. Hay que aclarar que la figura y vida de D. Ramón siempre le atrajo con fuerza y con ese libro quiso hacer realidad otro de sus sueños.

Al final Luis nos ha dejado lo mejor que tenía a su mujer Merche y a sus hijos Coro, Nacho y Lourdes, a una Fundación más activa que nunca y una huella tan grande y profunda como sus sueños.

Dios Quiera que desde donde esté nos ayude a seguir su tarea.

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