Joan Rigol (1943–2024)
El apóstol de la moderación que terminó independentista
Doctor en Teología y en Filosofía, sacerdote pronto secularizado, se orientó hacia el mundo de la pequeña y mediana empresa antes de dedicarse a la política
Joan Rigol Roig
Doctor en Teología y Filosofía
Sacerdote pronto secularizado, se orientó hacia el mundo de la pequeña y mediana empresa antes de dedicarse a la política: su cargo más importante fue el de presidente del Parlamento de Cataluña entre 1999 y 2003.
Hay, fundamentalmente, dos etapas muy distintas en la trayectoria pública de Joan Rigol. La primera, caracterizada por la moderación y la búsqueda del consenso. Está plasmada en el discurso que pronunció en noviembre de 1999, nada más asumir la presidencia del Parlamento de Cataluña, en la que percibía «una sociedad plural» como «un valor positivo». «La diversidad de criterios políticos es una riqueza de nuestro pueblo, y somos los diferentes partidos y su derivación en grupos parlamentarios quienes debemos contribuir a la formación y manifestación de este pluralismo», dijo Rigol, antes de concluir su intervención indicando que «a esta diversidad corresponde, debe corresponder, que siempre todos tengamos actitudes de tolerancia, de diálogo y de respeto».
Unos principios que había puesto en práctica durante los años ochenta cuando desempeñó, en los gobiernos autonómicos presididos por Jordi Pujol, los cargos de consejero de Trabajo, desde 1980 a 1984, y de Cultura entre 1984 y 1985. Al frente de la primera cartera, y en medio de tensiones derivadas de la crisis económica de aquella época, Rigol promovió acuerdos entre las partes implicadas que hicieron más llevadera la dura travesía. En Cultura, le dio tiempo, en apenas más de un año en el que dirigió la consejería, a impulsar otro acuerdo que, al igual que sucedió en Trabajo, recibió la aprobación, prácticamente unánime de sus destinatarios.
Rigol compaginaba esas ocupaciones con la presidencia de Unión Democrática de Cataluña (Udc), por entonces socio segundón de la Convergencia y Unión, posición en la que se sentía bastante cómoda, en unos tiempos de consolidación autonómica y de nacionalismo moderado solo en apariencia. Porque al radicalizarse, a partir, más o menos de 2010, Rigol abrazó sin contemplaciones la causa independentista, llegando a presidir el «Pacto nacional por el derecho a decidir», una de las iniciativas que más ha contribuido a deteriorar la convivencia en Cataluña, y a cerrar la lista de la candidatura encabezada por Carles Puigdemont en los comicios autonómicos de diciembre de 2017.
Para esas fechas, Rigol ya había abandonado Udc, donde su rivalidad, personal e ideológica, con Josep Antoni Durán i Lleida, había alcanzado el paroxismo. La decisión debió de resultar harto difícil para quien encarnaba las esencias de los valores democristianos, pues Rigol, que en su juventud había sentido la llamada divina y fue ordenado sacerdote antes de secularizarse, nunca ocultó sus convicciones religiosas ni su simbiosis con la ideología nacida a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia. Hasta el punto de dedicar una tesis doctoral al «Fundamento teológico de la dignidad de la persona en la filosofía política de Jacques Maritain».