
Monseñor Nicolás Castellanos
Monseñor Nicolás Castellanos O.S.A. (1935-2025)
El obispo que renunció a una diócesis para educar y formar a los pobres
En 1991, renunció a la diócesis de Palencia para marcharse a Bolivia y poner en marcha la Fundación «Proyecto Hombres Nuevos»

Antonio Nicolás Castellanos Franco
Nació en Mansilla del Páramo (provincia de León) el 18 de febrero de 1935 y falleció el 19 de febrero de 2025 en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia)
Ordenado sacerdote en 1959 y consagrado obispo en 1978, desde ese año hasta 1991 rigió los destinos de la diócesis de Palencia. Después, se marchó a Bolivia para poner en marcha la Fundación «Proyecto Hombres Nuevos», por cuya labor recibió, entre otros galardones, el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia y la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo.
«Por 200 euros, un joven que hubiera sido candidato a delincuente ha estudiado un año en la universidad pública. Estamos formando profesionales con sensibilidad social, en el norte os sobran medios para vivir, pero os faltan razones para existir. En el sur carecemos de casi todos los medios, pero nos sobran razones para vivir». Así se expresaba, hace ya algunos años ante las cámaras de Televisión Española, monseñor Nicolás Castellanos Franco, para explicar el resorte de la inmensa obra que ha desplegado en la zona de Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, a lo largo de los últimos 34 años.
Su herramienta ha sido la Fundación «Proyecto Hombres Nuevos» que, en la actualidad gestiona directamente una quincena de colegios -y alrededor de 15.000 alumnos matriculados- , así como una universidad dedicada a la formación en artes escénicas, informática y turismo, posibilitada en gran parte mediante un programa de becas escolares de las que se benefician más de 500 estudiantes
En el plano estrictamente benéfico, «Proyecto Hombres Nuevos» también supervisa el único hospital del Plan 3000 -lleva ese nombre porque acogió a un número similar de familias que habían perdido sus casas por una crecida en 1983 del río Piraí-, cinco comedores infantiles, un programa de salud en los colegios, dos centros de día para niños trabajadores, un hogar para invidentes y un vivero de microempresas.
Toda esta obra, ya de por sí muy exhaustiva, se completa con otras edificaciones como la Ciudad de la Alegría, una zona con áreas recreativas como piscina y escuela deportiva; otro entorno recreativo que lleva por nombre la Plaza del Mechero, pozos de agua, viviendas sociales, y, por supuesto, Iglesias. En lo tocante a la animación sociocultural, dispone de una banda de música, una orquesta sinfónica -que cantó ante el Papa Francisco cuando este último visitó el país andino-, así como un centro cultural.Un balance impresionante, y sobre todo solvente a largo plazo, que no hubiera sido posible sin el empeño de monseñor Castellanos. Éste último, en 1991 optó por renunciar a la diócesis de Palencia -Juan Pablo II lo permitió- para marcharse a Bolivia y emprender la aventura. Hasta entonces, su trayectoria eclesial había sido bastante clásica: ingreso siendo adolescente en la Orden de los Agustinos, en la que transcurrió toda su formación académica, convirtiéndose en superior provincial de Castilla en 1973. Cinco años más tarde fue nombrado por Pablo VI obispo de Palencia. Podía haber llegado más lejos en la jerarquía episcopal. Mas prefirió Bolivia. Acertó. Dios se lo agradecerá.