1231
Frenesí en el gasto de dinero público y apoteosis de la contaminación del aire. Ni ecológico ni «sostenible» ni vainas. Se trata de un Gobierno despilfarrador, gorrón y muy hortera
A más de tres veces por día sale la media. Y el dato responde a los desplazamientos reconocidos, que no a los vuelos caprichosos de madre e hijas a Londres y París para hacer compritas. Como dicen los cursis, a practicar el shopping. En su caso, como son de izquierdas, shopping sostenible, o «sostenibling», shopping de impacto, «impacting shopping». El Gobierno ha reconocido que en 1231 ocasiones durante el año 2022, movilizó a los Falcon y los aviones VIP del Estado para desplazarse de un lugar a otro, en los «desplacing of State».
–Por supuesto, Begbeg, ¿ahora misming?
–No, Pitpit, morning to the morning.
–Perfect. Llamaré a Margaret Robling para que te prepare un «falconing gorring».
–¿Gorring?
–Sí, de gorra. Y vamos a dejar de hablar en inglés que tengo un «breakfasting» con Aragonés y Junqueras, que son unos paletos.
Lo cierto es que, desde el efímero paso de Leopoldo Calvo-Sotelo por la Presidencia del Gobierno, no teníamos en España una pareja presidencial tan políglota. Don Leopoldo y su mujer, doña Pilar Ibáñez Martín, una auténtica señora, hablaban a la perfección en inglés y francés. Su sucesor, Felipe González, chapurreaba el francés malamente y, posteriormente, Aznar, que leía en catalán, aprobó el primer curso de inglés por correspondencia, y pronunciaba divinamente lo de «my tailor is rich».
Zapatero, nada de nada, Rajoy poco bastante, y al fin, Pitpit y Begbeg han impactado en la sociedad plurilingüe con gran brillantez. Claro, que con tantos «desplacing of State» , no tiene mérito su dominio de los idiomas.
María de Metternich hablaba correctamente nueve lenguas, y presumía de «saberse callar en nueve idiomas». Claro, que era descendiente de Clemente Metternich, el brillante diplomático austriaco, y no la hija de un empresario de saunas masculinas, donde lo único que se pide en inglés son las toallas. «Please, toalling for the culing». «Yes, one moment».
En esos 1231 desplazamientos aéreos, si está incluido el de Irene Montero y su pandi a Nueva York y Washington. Fue un viaje fundamental para el porvenir de España. Allí se entrevistaron con la señora Thenderberg, directora de la «Liga de Mujeres Transexuales de Brooklyn» y con la prestigiosa masajista de glúteos desparramados, Jessika Hubert, que tuvo la amabilidad de recibirlas en su Taller de Queens, donde también se ubica la Asociación de Lesbianas Anónimas, cuya máxima dirigente, como es obvio, es anónima y no se reunió con Irene y sus chuchis.
Frenesí en el gasto de dinero público y apoteosis de la contaminación del aire. Ni ecológico ni «sostenible» ni vainas. Se trata de un Gobierno despilfarrador, gorrón y muy hortera. Más de tres usos diarios de los aviones VIP del Estado, que somos nosotros, los que pagamos el abuso y el despilfarro. En las naciones en las que sus ciudadanos aún tienen la suerte de ser informados del uso de sus Gobiernos del dinero público, desde Pitpit hasta la Irene pasando por la sobona gallega, estarían cercanos al banquillo. No al banquillo de los reservas, sino de los acusados.
El «banquilling».