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Pecados capitalesMayte Alcaraz

Las juventudes de Sánchez

Es bueno que sepa ese chico que no debe apurarse en esta España populista: si quiere estudiar, los aprobados vendrán como rosquillas, no vaya a sufrir un daño emocional irreparable

Actualizada 16:23

Qué felicidad ser un españolito de 18 años en 2022 y enfrentarse a la vida con un cheque de 400 euros en la faltriquera. Dice el Gobierno que es para cultura. Así, tal cual, como si los presupuestos generales fueran el nuevo comedor social donde saciar la sed de esta nueva cultura, que embotella Netflix, y que llena tantas horas de holganza de los ministros. Cuando bajemos al detalle, comprobaremos que debería subvencionarse otra cultura más popular, que cultivan los jóvenes del Protectorado sanchista, deseosos de canalizar la falta de horizonte vital que les ofrece el nuevo régimen. Me refiero al botellón. Porque con esos eurillos hay más que de sobra para comprar en el chino las litronas que rieguen las neuronas de unos cuantos que, en la Complutense de Madrid y en la Autónoma de Barcelona, se inhiben de las esencias de la Universidad para desbarrar, sin que sus rectores muevan un dedo.

Es bueno que sepa ese chico, que cumplirá la mayoría de edad en pocos meses, que no debe apurarse en esta España populista: si quiere estudiar, los aprobados vendrán como rosquillas, no vaya a ser que sufra un daño emocional irreparable con un suspenso. Y si ya forma parte de la legión de jóvenes desempleados en España, (poca cosa, solo un 45 por 100, la tasa más alta de Europa) pues tan mal no debe estar la situación, porque los sindicatos de Pepe y Unai, otros claros ejemplos de la cultura popular, no dicen ni mu al respecto.

Cuando a este joven afortunado de vivir bajo el paternalismo sanchista se le ocurra independizarse de sus padres, siempre tendrá la posibilidad de conseguir un alquiler apañado de algunas de las viviendas expropiadas por Yolanda Díaz o en el peor de los casos, dar una patada en la puerta de cualquier piso vacío de un vecino del barrio. Porque el comunismo es así: a grandes males, grandes patadas. Y ya puestos a dar coces, hay siempre la posibilidad de soltar la pierna o la mano contra un policía, siguiendo el magisterio de un diputado en Cortes, un “currrela canario”, como se autodenomina Alberto Rodríguez (pero que cobra como si no lo fuera), condenado por sacudir a un agente del orden sin que las rastas se le hayan despeinado y su partido le haya obligado a dimitir.

Con 18 años y el bolsillo comprado por Sánchez, nuestro muchacho, a falta de gusto por el teatro o los libros, siempre puede optimizar su tiempo apuntándose a una autoescuela para cuidar perros, la nueva ciudadanía de derechos, donde le enseñarán a cambiar los pañales a su can o a colocarle una copa menstrual a su cachorra. Una labor mucho más progresista y reformista que bañar a la abuela y cambiarle el dodotis, trabajo impropio de un miembro de las juventudes socialistas.

En casa, cuando oiga protestar a su padre por la subida de la luz, no debe cundir el pánico. Es culpa de Europa, o de un tal Rajoy (un señor con barba), que sumió a España en la pobreza energética, o de Antonio Miguel Carmona, que ha fichado por una empresa de la luz, explotadora de los más pobres. El sumo líder, que nos riega con dinero de otros, no tiene la culpa.

Lo de trabajar tampoco corre prisa para uno de los 450.000 jóvenes que nacieron hace casi 18 años, porque dice el ministro de la Seguridad Social de Sánchez que son los viejos los que deben currar hasta los 75. Es más, está otro joven talludito, Íñigo Errejón, que les ha prometido a los de su edad que cuando toque remangarse solo tendrán que hcerlo cuatro horas a la semana y de ahí para abajo. Qué le van a decir a él que cobro una beca sin asomar el cuello por la Uni.

Y si ya se te han acabado los 400 euros, si a Sánchez la UE le tiene fiscalizadas las cuentas, como ocurrirá en dos años, si esas desgracias se ciernen sobre ti, joven cliente del Gobierno, siempre te quedará enorgullecerte de formar parte de un país que ama la cultura y la reparte en cheques a canjear en las urnas; de un país que no hace nada por traer a un prófugo de la justicia que malversó dinero en su aventura independentista: de un país que permite que se reciban como héroes a asesinos, también de jóvenes como tú; y de un país que tuvo la cobardía de echar, sin ninguna condena judicial, al Rey que consiguió que tú, con 400 euros en el bolsillo y el futuro vacío, puedas vota. Incluso a quien tan gustosamente te ha subvencionado con mi dinero.

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