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Perro come perroAntonio R. Naranjo

25.000 delitos sexuales, Irene

Ha sido victimizar a la mujer y repuntar las violaciones y los «delitos contra la libertad e indemnidad sexual», que siempre han sido mucho mejores bautizando fenómenos o inventándoselos que acabando con ellos

Actualizada 01:19

Mientras Sánchez peleaba muy duro contra Franco; Irene Montero por introducir en el vocabulario el palabro «niñes» y Marlaska por trasladar a etarras cerca de casa; las mujeres españolas sufrían 25.000 delitos sexuales en los primeros nueve meses de 2021.

De esa estadística básicamente femenina pueden descontar a Álex, el niño de Lardero cuyo asesinato clama al cielo pero no en Interior ni en Igualdad. Y descontar al cernícalo primilla que, para tapar una infidelidad del tamaño de una trola de Sánchez, se inventó un ataque homófobo en Malasaña y excitó a imitadores de los versos de Antoñito el Camborio en la prensa más dispuesta a embadurnar con babas la alfombra roja tendida al presidente con tal de culpar, que de eso se trataba, a Ayuso:

«Les clavó sobre las botas

mordiscos de jabalí.

En la lucha daba saltos

jabonados de delfín.

Bañó con sangre enemiga

su corbata carmesí,

pero eran cuatro puñales

y tuvo que sucumbir».

Os quedan, queridas, tres meses para confirmar un repunte del 30 por ciento coincidente con la odisea del Gobierno más feminista de España, al que retratan mejor los frutos de su gestión que la bisutería de sus discursos de autohomenaje: con Pedro, Irene, Ione, Yolanda, Nadia, Albertito y demás miembros y miembras del Gobierno de sudoración, España ha batido el récord de agresiones sexuales y de paro femenino en Europa.

Ahora que la ha emprendido con jóvenes y jubilados, tal vez sea momento de congratularse, con perdón por el egoísmo, de ser un vulgar hombre blanco de mediana edad, diana de todos los improperios pero también a salvo de las ayudas gubernamentales, preludio siempre de catástrofes épicas.

Ha sido victimizar a la mujer, por el lamentable método de culpar al hombre sin auxiliarla a ella, y repuntar las violaciones y los «delitos contra la libertad e indemnidad sexual», que siempre han sido mucho mejores bautizando fenómenos o inventándoselos que acabando con ellos.

Ni el niño asesinado en Lardero por un criminal sexual incurable, soltado al parque infantil público con los colmillos afilados por el buenismo de quienes tienen luego zonas privadas para sus hijos; ni las 25.000 víctimas de manadas colectivas y chicles solitarios; han merecido el sonido de las trompetas de Jericó de Sánchezstein y la parada de los monstruos que lo secunda, reservada para quitarle el curro a las azafatas de motociclismo, prohibir el disfraz de enfermera sexy y sustituir en general un paternalismo por otro con el mismo lema nostálgico de que lo hacen todo por su bien… pero sin contar con ellas.

A cada caricatura ridícula de una causa razonable le sucede, siempre, una regresión de la propia causa, víctima de las manos torpes que transforman anhelos compartidos por todos en banderas excluyentes: la igualdad no es incómoda para nadie que piense en los evidentes agravios que han sufrido las mujeres de sus vidas; su abuelas, madres, esposas, hermanas e hijas; pero acaba siendo desagradable en la boca de la cofradía de hiperventiladas que vive, y muy bien, de deformarla y hacerla inalcanzable cuando ya está lograda.

Pero Irene, bonita, ha habido 25.000 delitos sexuales en España. Y hay un 39 por ciento de paro entre las mujeres españolas de menos de 25 años, más del doble que la media europea y podría ser peor de no estar humanitariamente colocada toda la generación de Isasserras y Ionesbelarras que han dado un sentido laboral a no saber hacer la O con un canuto.

Y a usted, ministra, le ha pillado todo ello ocupada chillando que querían llegar «solas y borrachas a casa» mientras ellas, sin casa en la que vivir, llegaban al infierno «paradas y violadas».

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