Los marineros de Casado
Pongamos que es 2025. Esa España tiene los más altos índices de paro, deuda y déficit que obligan al nuevo Gobierno a aprobar un presupuesto casi de guerra
Pongamos que hablo del año 2025. Acaba el primer cuarto del siglo XXI, no el de las luces, sino el de los apagones; no el de la vida virtual, sino el de la muerte real de más de 100.000 españoles infectados de covid y de incuria, arrumbados por el Gobierno en un palacio de hielo y en sus estadísticas.
Pongamos que hablo del año 2025. En España poco queda ya del consenso y la transición. La mayor obra de ingeniería social ha destrozado el edificio institucional que levantaron las generaciones admirables de la posguerra y el tardofranquismo y ha instaurado un régimen constituyente sin conseguir las mayorías que previeron los padres de la Constitución. Los poderes periféricos han eliminado cualquier atisbo de presencia del Estado en la educación, los medios públicos y las instituciones. Cataluña y el País Vasco tienen a todos sus presos pululando por sus calles u hospedados en sus cárceles, mientras la justicia languidece en manos de la política.
Pongamos que hablo del año 2025. España ya no tiene el horno para bollos. El populismo ha arrasado con todo. Exprimió la angustia de los españoles para llenar las urnas de votos y los maletines de dinero. Allí en el despacho del Palacio de Miraflores de Caracas empezó todo: millones de dólares escondidos en los monederos populistas para revertir la democracia occidental, liberal y europeísta, en el único país sistémico de la UE que padeció la tormenta perfecta, la ocasionada por la desgracia de que un partido socialdemócrata fuera regido por un oportunista, dispuesto a vender el Estado a sus enemigos por un puñado de años de falcon, presupuesto y poder.
Pongamos que hablo del año 2025. Esa España tiene los más altos índices de paro, deuda y déficit que obligan al nuevo Gobierno a aprobar un presupuesto casi de guerra, con congelación de las pensiones, eliminación de una paga a los funcionarios, a los que hay que sumar 300.000 interinos regularizados en 2024 por la nueva Ley de Función Pública. Los sindicatos preparan movilizaciones, ahora que la izquierda ha perdido el poder y hay por fin alguien a quien echarle la culpa.
Pongamos que hablo del año 2025. El sectarismo ideológico y la meritofobia han llevado al fracaso a millones de alumnos que dejaron atrás esa estresante costumbre del estudio y el esfuerzo ante la tierra prometida de los suspensos, la molicie y la subvención, que reporta los mismos réditos que hincar codos y madrugar. Hasta 1.200 asesores del anterior Gobierno han ido a la calle al grito de aquello tan socorrido de «que nos quiten lo bailao», es decir, que nos quiten el cargo, el sueldo y el currículum conseguido sin oposición, sin temarios y, a veces, sin más cerebro que lo justo para pasar el día.
Pongamos que hablo del año 2025. Europa lame sus heridas de una recuperación que no fue la planeada porque la pandemia nunca terminó de irse. Un BCE que no tiene ya fuelle para comprar más deuda de sus socios ha sacado la regla de gasto para atizar en las uñas a los díscolos manirrotos –siempre los mismos–, que tiraron de cheques para subvencionar votos. Pero hasta esos votos se acabaron.
Pongamos que hablo del año 2025. En España ya no hay comunistas en el Gobierno. Los que estuvieron disfrutan de dos años de pensión pública mientras se sacan los higadillos en Twitter. A Garzón, Iglesias le recuerda los chuletones de su boda; a Iglesias, Díaz le reprocha su tutelaje machista; a Díaz, Belarra le echa en cara su estilismo del PP; y Tania Sánchez, Dina Bousselham e Irene Montero, le reclaman al macho alfa el rosario de su madre.
Pongamos que hablo del año 2025. Sánchez reparte las tarjetas de visita que se mandó imprimir cuando llegó a La Moncloa: «Expresidente del Gobierno del Reino de España y doctor en Economía». Mientras, Susana Díaz, que ya no es senadora, le pone a caldo en La Sexta, donde hace tándem con José Luis Ábalos; Adriana Lastra ha retomado sus estudios en Antropología por ver si se estrena con 46 años como cotizante, sin sueldo público, en la Seguridad Social; los barones del PSOE vomitan, cínicos ellos, los sapos que tuvieron que tragar por las felonías de Sánchez; e Irene Lozano prepara un manual didáctico de cómo acabar con un país en seis años, en el que Pedro Sánchez hará el prólogo, el epílogo y firmará al alimón con su biógrafa.
Pongamos que hablo del año 2025. Hay un nuevo Gobierno en España con la misión de recoger los restos de todo este naufragio, sortear la galerna y poner rumbo al futuro. Siempre que sus dirigentes hayan dejado de bloquearse en whatsapp, ponerse zancadillas en el recreo, chivarse a la señorita de que Cayetana me saca la lengua y robarse el bocadillo de los titulares de prensa. Un mar en calma nunca ha hecho mal marinero, dijo ayer Pablo Casado. Espero que no sea tarde para los marineros que tendrán que llevar el timón contra la tormenta que se avecina.