La semilla del diablo
Navarra es el mito fundacional de Otegi, es la clave de bóveda de nuestra nación, la tierra prometida por ETA, que solo ha necesitado a un presidente como Sánchez para entrar en la subasta nacionalista
Los presupuestos de Pedro Sánchez han puesto sobre la mesa el enternecedor apego que siente Arnaldo Otegi por las víctimas… del amianto y por los salarios dignos de la policía foral, a la que hostigaba en sus años gloriosos en ETA. Pero lo más enternecedor es su natural cariño por los niños navarros. Solo equiparable al que muestra Rafael Rufián por las series de Netflix traducidas al catalán, el mismo día que el Supremo tumba la inmersión lingüística. Estos xenófobos son dos cándidos amantes de la cultura audiovisual por lo que han convencido a otro «ingenuo», Pedro Sánchez, de las bondades de cultivar el poroso cerebro de los niños navarros y los jóvenes catalanes, sabedores de que con el cheque cultural que el presidente les regala, completan un tándem imbatible para el adoctrinamiento supremacista. No eran los presos o los indultos, eran los niños.
Esta tarde los chavales navarros van a poder ver a Dave Spuden en la tele vasca. Este chico de animación, gamberro y malote, héroe de una serie infantil 3.0, es un auténtico imán para el desastre: todo lo que toca lo empeora, por eso es tan descacharrante verlo en la ETB3 con su cara de travieso y su estampa de gafe imposible. A la hora en que sus padres veían un globo, dos globos, tres globos y la moral tardofranquista los mandaba a la cama, a la hora de los macarrones con tomate y las peleas para entrar en el baño, los niños navarros tendrán –ya tienen– el privilegio de conectar con una tele purificadora, donde los mapas del tiempo eliminan al cuarto Estado más importante de Europa para sustituirlo por Euskal Herria, esa arcadia feliz que integran el País Vasco, un mordisco del sur de Francia y Navarra: ese país imaginario, rodeado de regiones de tercera, cuyos habitantes no poseen el RH fetén que reparten los valientes gudaris vascos, ora pegando tiros, ora cobrando la hipoteca al inquilino de la Moncloa.
Los niños navarros aprenderán pronto a llamar Erriotxa a una pequeña porción de terreno al sur del paraíso vasco; allí donde los niños de Extremadura, Murcia o Tenerife estudian la Comunidad de La Rioja, ellos tendrán la fortuna de identificarlo con un elemento extraño, excluido de la cartografía vasca, extramuros de la patria común donde llueve, hace sol y nieva cuando a Sabino Arana le da la gana. A sus padres, desde la ETB 1, una ruina de cadena por sus pésimas audiencias, ya les han dicho reiteradas veces que los españoles son unos paletos y chonis y que lo importante es que el cuatripartito de Navarra, dirigido por una socialista –lo que oyen– inocule a papás y niños de Tudela, Pamplona u Olite que los españoles son unos fachas y unos pedazos de catetos.
Los peques navarros podrán suspender cuantas asignaturas quieran, gracias a otra vasca de raza como Isabel Celaá, pero el colmo de la suerte vendrá cuando empiecen a ser formados en los principios del movimiento que Otegi ha llamado plan D, una idea tan cosmopolita y europea que obligará a los escolares navarros a cursar todas las asignaturas en vasco salvo una, que se dará en castellano, ese idioma menor que solo hablan 543 millones de personas. Otegi está convencido, y Sánchez también, de que hay que practicar la lobotomía al 86 por ciento de los tozudos navarros que se han empeñado en hablar en el idioma de todos los españoles. A quién se le ocurre.
A Navarra solo le faltaba el abrazo del oso de Otegi y la traición de socialistas como Chivite y Sánchez para engrosar el batallón funesto de los territorios dominados por el totalitarismo independentista, en las antípodas del patrimonio de sus laboriosos vecinos, su magnífica geografía, su cultura ancestral y su pujante economía, dopada por la bicoca de la foralidad e incardinada en España por un artículo de la Constitución que es una bomba de relojería. Navarra es el mito fundacional de Otegi, es la clave de bóveda de nuestra nación, la tierra prometida por ETA, que solo ha necesitado a un presidente como Sánchez para entrar en la subasta nacionalista. Eso sí, los niños navarros pueden disfrutar hoy en la tele vasca de Dave Spuden, ese personaje que todo lo que toca lo estropea. Como Sánchez, pero en superhéroe.