Cataluña: miedo a la libertad
Cuando se imponen situaciones abiertamente injustas, solo se crea frustración y un pueblo sin futuro
Pocas cosas existen más paralizantes en la vida que el miedo. El temor carcome nuestra voluntad y nos hace seres diminutos. El miedo a la libertad es tal vez el peor de todos los temores. No tanto porque tú no poseas la musculatura emocional para desarrollarte libre y responsable, como por que los demás ejerzan su libre albedrío. Por eso los dictadores y los antidemócratas cercenan cualquier atisbo o grieta por la que su monolitismo ideológico pueda abrir una corriente de aire y libertad. Esa, y no otra, es la razón por la que los independentistas atacan al inocente niño de Canet y a sus padres. Porque le tienen miedo a la libertad. Les envuelve el pavor a que el ejemplo se extienda. Por eso no dan la oportunidad a los padres para que puedan escoger el idioma en que se forman sus hijos. Saben que solo por la obligación y la dictadura pueden imponerse. Si los ciudadanos fuesen libres, nos llevaríamos grandes sorpresas. No es el caso. Y cuando se imponen situaciones abiertamente injustas, solo se crea frustración y un pueblo sin futuro. Esa es la maldición de quien teme al otro, al diferente, al discrepante: le hace ver siempre el lado más oscuro. Sed valientes, sed libres. No tengáis miedo, dejad que los niños aprendan el idioma de sus padres. Que no pueda con vosotros la mezquindad de espíritu.