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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Ministros gandules que no hacen nada

Siempre ha habido holgazanes con cartera ministerial, pero nunca con el descaro del gabinete actual

Actualizada 18:09

La figura del ministro que no hace nada dista de constituir una novedad en la política española. Siempre ha habido haraganes apalancados en altos cargos. Recuerdo hace unos años una amena comida con un clásico del PP, que alcanzó en su época puestos muy sonados y cuyo nombre tendremos la caridad de omitir. Casi se me escapa la risa cuando muy serio y convencido nos explicó que la gandulería era la mejor manera de dirigir un ministerio: «A mi sucesor se lo dejé muy claro el día que le pasé la cartera: ‘Tú haz como yo, ¡no hagas nada!, ¡ni se te ocurra hacer nada!'». Con semejante planteamiento de gestión, aquel fenómeno logró tener posada durante lustros en la cima de la cosa pública española.

Siempre ha habido algún ministro bon vivant. Es ley de vida. Lo novedoso es que ahora son media docena. Tuvimos un ministro astronauta que realmente nunca llegó a aterrizar. Hemos tenido un ministro de Universidades de trazas frikis, Castells, que parecía que estaba en busca y captura, porque muchísimos días no se sabía nada de él. Tuvimos un «vicepresidente social», Iglesias Turrión, que era tan perezoso que acabó apeándose de la política en cuanto descubrió que gobernar no era un folletín de HBO, que para obtener resultados había que arremangarse y meter muchas horas de despacho. Tenemos una pandi de ministros florero podemitas, colocados ahí solo para cumplir con las cuotas del acuerdo de coalición. Si mañana fuesen despedidos en bloque, este país no notaría nada (aunque sí lo lamentaría la corte de asesores camiseteros que mantienen chupando del bote).

El Gobierno de España publica cada día la agenda del presidente y sus ministros. La mayoría de las jornadas Irene Montero no aparece. ¿Por qué? Sencillo: porque no hace nada. Por ejemplo, repasemos la agenda de actividades de este lunes. Irene, huelga decirlo, no tuvo actividad conocida. Tampoco Yolanda Díaz (lo cual es disculpable, porque han comenzado las rebajas y es lógico que aproveche para buscar chollos y seguir ampliando el guardarropa). El gran Tito Garzón, el dirigente comunista que ocupa la cartera de Consumo, tampoco hizo nada; tal vez ande por algún asador trincándose un solomillo con sus amiguetes, como en su legendario bodorrio riojano. Carece también de actos públicos Joan Subirats, el nacionalista catalán que votó encantado en el referéndum separatista ilegal de 2017 y que hoy, en lamentable incongruencia, ha sido promovido por Sánchez a ministro de España. La única del equipazo podemita que hizo algo este lunes fue Ione Belarra. Pero no se preocupen, que tampoco se deslomó: una reunión en su ministerio a las once y media de la mañana con un senador socialista colombiano (un antiguo guerrillero del M19 de tétrico pasado, como explica perfectamente en su columna Ramón Pérez-Maura). Un encuentro del que los españoles obtendremos sin duda un alto provecho.

Decía Adam Smith que «para alcanzar el más alto grado de opulencia desde la más baja barbarie poco más se requiere que paz, impuestos razonables y una tolerable administración de justicia; el resto vendrá dado por el curso natural de las cosas». Estoy con el sabio escocés. Por eso no me preocupa demasiado que varios ministros de Sánchez no hagan nada. Cuando me preocupo es cuando intentan hacer algo. España va tirando a pesar de su Gobierno, que más que un estímulo supone un lastre, con su recetario de brasa fiscal, erosión de las instituciones, marrullería, trolas encadenadas y limitada capacidad técnica. Mr. Falcon, con toda su egolatría y propaganda, es un presidente fofo, como refleja el hecho de que haya tachado de lamentable la bobería de Garzón contra los ganaderos pero sea incapaz de destituirlo. Y es que no puede. Así de sencillo.

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