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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Dos avenidas

El que sí tiene calle es el gran intelectual y político catalán «Sabin Arana», un catalán que se instaló en Bilbao y se casó con la bella barcelonesa Nicolasa de Achica-Allende Iturri –de los Iturri de toda la vida de Sabadell–

Actualizada 04:39

Con excepción de Jaime Giró –ahora «Jaume»–, consejero de Economía de la Generalidad de Cataluña, no abundan los catalanes universales. No abundan ni en Cataluña ni en el resto de España. En Madrid tenemos a Plácido Domingo, al que han querido callarle la voz por haber rozado el muslo de una soprano hace treinta años. Madrid tiene por costumbre dedicar calles y plazas a personajes fallecidos. Creo que con don Plácido podría intentarse la excepción, porque ha sido un abanderado de España y de Madrid en todos los grandes teatros de ópera y auditorios del mundo. Y para compensarle de la persecución e injusticia del estúpido y ganancioso movimiento «Me Too», que es una chorrada feminista y mentirosa.

Hubo dos catalanes y españoles, claro, universales, que Cataluña y Barcelona han olvidado. No tienen ni callejuela ni callejón ni calle ni plazuela ni plaza. Tampoco chaflán o esquina. Salvador Dalí y Montserrat Caballé. Entiendo que Salvador Dalí pueda ser confundido por la alcaldesa Colau con Gaudí, porque suenan parecido. A Gaudí le dicen Salvador Gaudí y a Dalí, Antonio Dalí. Gaudí era de Barcelona y fue impulsado y acogido por la familia Güell, y Dalí de Figueras. A su muerte, dejó la totalidad de su obra, inmuebles y fortuna al Estado Español. Y Montserrat Caballé fue una portentosa cantante de Ópera y del «Bel Canto», también repudiada por esos burros separatistas por su hondo sentimiento catalán y hondísimo español. Eso no se perdona en la segunda ciudad de España, que le ha concedido calles a toda suerte de gentuza ajena a Barcelona. Incluso le quitaron su avenida a un Borbón que no ha existido, «Joan de Borbó», que algunos interpretaron como una afrenta a Don Juan De Borbón, Conde de Barcelona, precisamente. He consultado, y en la Familia Real Española no figura ningún «Joan de Borbó», como tampoco «Joan Carles I», al que también han destinado a la mazmorras del argentino Pisarello. Ignoro en qué siglo reinó en Cataluña ese «Joan Carles I», y confieso que me aburre bastante insistir en la búsqueda. El que sí tiene calle es el gran intelectual y político catalán «Sabin Arana», un catalán que se instaló en Bilbao y se casó con la bella barcelonesa Nicolasa de Achica-Allende Iturri –de los Iturri de toda la vida de Sabadell–, a la que llevó de viaje de novios a Lourdes, para que la Santísima Virgen procediera a acceder a su petición. Pero la Virgen no está para esas cosas. Sabino Arana le pidió ser fértil, y potente en su virilidad. Como no se levantaba ni con poleas, no tuvieron descendencia. Pero en Barcelona le dedicaron una hermosa calle, lo que no han hecho ni con Salvador Dalí ni con Montserrat Caballé, que esos dos sí eran catalanes de verdad. Y grandiosos. Es más, Montserrat Caballé accedió en su momento a figurar en el último lugar de la papeleta electoral de CiU, cuando aún los convergentes no se habían declarado separatistas.

Propongo a la alcaldesa Colau, que con anterioridad a comparecer ante la Justicia por prevaricación y fraude, admita la recomendación de su amiga Irene Montero y bautice una calle de las que le sobran a Rociíto, símbolo contemporáneo del feminismo. Y también catalana, «Carrasco Jurat». El diario de Godó, La Vanguardia, ha publicado un precioso reportaje por el que se anuncia que Rociíto tiene ya su propia muñeca Barbie, por ser el símbolo del «empoderamiento» femenino. La muñeca es menos calva en su occipucio izquierdo y con más pelo en el derecho que la empoderada, pero con la ventaja de que no llora.

Así se restañan heridas y errores. Si Barcelona no considera dignos de una calle, y menos aún de una avenida, a Salvador Dalí y Montserrat Caballé, pueden dedicar esas placas vacías a Rociito y Jaime –ahora «Jaume»– Giró, dos catalanes universales.

La Vanguardia los avala.

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