Putin no miente
Es inaceptable que los cinco estados con derecho a veto en el Consejo de Seguridad de la ONU sigan teniendo las mismas reglas de juego que hasta ahora. Ver a Rusia esta semana presidiendo ese Consejo de Seguridad y teniendo derecho de veto cuando se quería condenar la agresión a Ucrania es inverosímil
Las democracias siempre son más débiles que las dictaduras. Por eso siempre son partidarias del appeasement, el apaciguamiento, que acaba siendo aprovechado sin pudor por el tirano. Lo hizo Hitler en 1938 y lo está haciendo Vladímir Putin ahora.
La invasión de Ucrania exige ante todo que Occidente admita su error al creer que a Putin se le podía convencer de que no hiciera lo que decía claramente que iba a hacer cuando el pasado lunes negó la independencia de Ucrania. Lo segundo es recordar la cantidad de veces que se podría haber metido a Rusia en vereda cuando era más débil y ya violaba fronteras sin ninguna consecuencia para Putin y los suyos. Ocupó parte de Georgia en 2008 sin consecuencias mencionables. Se quedó Crimea en 2014 y san Barack Obama, aquel fuera de serie, aseguró que la acción tendría costes para Rusia que quedaría aislada. Fino analista Obama. Y Europa no hizo nada porque nuestros gobernantes parecen haber olvidado nuestra propia historia y las consecuencias del appeasement que promovió Chamberlain frente a Hitler.
Por todo ello es comprensible que Putin crea que incorporar Ucrania a una Gran Rusia puede tener un coste aceptable. Ahora hay que demostrarle que no. Ya que Occidente no va a ir a la guerra, lo menos que puede hacer es lo contrario que defiende nuestro Napoleonchu Albares: hay que vender armas a los ucranianos para que se defiendan aunque sea por medio de guerrillas. Es cierto que éstas tendrían un papel muy difícil dada la bien conocida brutalidad de Putin y los suyos. Pero deberíamos dar apoyo a quienes quieran luchar. Apoyo con inteligencia, armas, explosivos y medios para dar a conocer al mundo la realidad de lo que allí ocurre. En la medida en que la ocupación empiece a costar vidas a los rusos, la imagen doméstica de Putin se dañará.
Las sanciones económicas a Rusia también tendrán consecuencias para Occidente. Pero son absolutamente inevitables: es fundamental que las empresas y los bancos rusos descubran que les es imposible comerciar en los mercados internacionales. Y la forma más efectiva para ello es sacarles de una vez del sistema financiero Swift. E iniciativas que están poniéndose en marcha deben ser llevadas hasta las últimas consecuencias. Por ejemplo, acabar con el gaseoducto Nord Stream 2.
Para bien o para mal, la ocupación de Ucrania por Putin va a definir el futuro de Europa, así como el orden internacional. Porque como Putin no miente sobre sus intenciones a medio plazo, sabemos que pretende desplazar a Estados Unidos y convertirse en la primera potencia y crear así un nuevo orden internacional aliado con China e Irán. Un orden en el que intentaría hacer saltar la Alianza Atlántica y la Unión Europea –donde ya ha interferido en procesos como el falso referéndum independentista catalán de 2017–. Un orden internacional que no puede mantenerse como está en el momento presente. Es evidente que ya es totalmente inaceptable que los cinco estados con derecho a veto que se sientan en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas sigan teniendo las mismas reglas de juego que hasta ahora. Ver a Rusia esta semana presidiendo ese Consejo de Seguridad y teniendo derecho de veto cuando se quería condenar la agresión a Ucrania es inverosímil.
A estas alturas de la película quizá convendría volver a pensar en Ronald Reagan, el presidente que puso los cimientos de la derrota de la Unión Soviética. Tiene contado su asesor Richard V. Allen que en enero de 1977 se reunió con él en Los Ángeles para intentar definir unos principios de la que sería su política exterior. Reagan dijo: «Mi idea de una política norteamericana hacia la Unión Soviética es simple, algunos dirán que simplista. Es ésta: nosotros ganamos y ellos pierden». Como afirma Allen: «Nunca habíamos oído unas palabras así de boca de una gran figura política; hasta entonces sólo pensábamos en términos de gestionar la relación con la Unión Soviética». Y hay que empezar a pensar en ganar a Rusia antes de que nos derrote a todos.