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Borrell toca a rebato

Ojalá no sea tarde para las democracias liberales, pero me temo que lo será para la respetabilidad de España que en este momento solemne, como definió ayer Borrell la coyuntura actual, no estará a la altura del gran país que somos

Actualizada 03:20

Josep Borrell es un especialista en ponerse de perfil. A sus 74 años, ha encontrado un retiro de oro como ministro de Exteriores europeo, lo que le permite alejarse de la putrefacta política de su partido y pasearse por el mundo como una autoridad supranacional. Aunque siempre ha tenido fama de socialista moderado solo ejerció un verdadero compromiso con la libertad aquel 9 de octubre de 2017, cuando defendió la integridad de España frente a los supremacistas que habían dado un golpe de Estado ocho días antes en las instituciones de Cataluña. Después, volvería a la componenda con el independentismo –tan del PSC– abogando por la libertad de los golpistas y la condición nacional de Cataluña. Sin olvidar su empeño, desde Bruselas, en tender puentes con dictadores como Maduro, otro sátrapa del club que preside Putin.

Ayer, sin embargo, el mister pesc español se elevó dos palmos, con un discurso valiente y emocionante, sobre el relato trapacero que su jefe, Pedro Sánchez, sostuvo en la entrevista que le hizo Carlos Franganillo el lunes en TVE. Frente a la cobardía del presidente, que prefiere negar armamento a los ucranianos, para que se defiendan del genocida ruso, que asumir la dimisión de Ione Belarra o Alberto Garzón (que estaría por ver), Borrell apagó el mecherito, silenció Imagine, y dijo lo que la hipocresía de la izquierda española no quiere escuchar: que por mucho Estado de derecho que esgrimamos, el planeta no es un lugar pacífico donde todo el mundo evoluciona hacia la democracia representativa. Algo que han entendido hasta las gélidas Finlandia y Suiza.

El zasca a la ñoñería suicida de Sánchez y al pacifismo de salón de los comunistas que solo condenan con la boca pequeña a Putin, mientras colocan la adversativa de que la OTAN también es muy mala, fue ovacionada en la Eurocámara, institución de melindres que también han invertido horas y horas de plenos y comisiones en demagogia y discursos flower power. De hecho, todavía ayer, cuando las tropas comunistas bombardeaban Kiev, Bildu, Izquierda Unida y los anticapis, todos socios de Sánchez, se negaron a condenar a Putin en el Parlamento Europeo. Acongojante que el pensamiento Disney lo defiendan los herederos de terroristas y los nostálgicos de Stalin.

Ojalá no sea tarde para las democracias liberales, pero me temo que lo será para la respetabilidad de España que en este momento solemne, como definió ayer Borrell la coyuntura actual, no estará a la altura del gran país que somos. Aquí, como en la pandemia, tenemos el peor Gobierno en el peor momento. Y la oposición, reunida en un hotel de Madrid, librando batallas de ricos europeos, de egos heridos y vanidades engordadas, de venganzas sicilianas y conspiraciones de manteles de hilo.

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