Lo que el Sáhara esconde
España, de nuevo, por culpa de las derivas de un Gobierno desorientado, ha vuelto a mostrar al vecino su debilidad
Es discutible si el reconocimiento del Sáhara como territorio autónomo de Marruecos es una buena o una mala decisión. Los expertos en geoestrategia discuten entre ellos y no todos tenemos ideas claras al respecto. Lo que ya no es discutible es que Sánchez no consensúe esa decisión con nadie, no informe a la oposición, no lleve la cuestión al Congreso de los Diputados y tengamos que enterarnos por un comunicado de la Casa del Rey de Marruecos. En eso no discuten autores. Es sencillamente el comportamiento de un hombre que no cree en los principios de la democracia. Cubre las formas, pero carece de fe en un sistema de libertades y contrapesos. Por eso actúa como actúa. No le busquen más explicaciones. Si bien es cierto que, en el caso más reciente de su deriva autoritaria, ha venido a demostrar ante Marruecos y ante el concierto internacional algo que le caracteriza: su debilidad. Y aunque la fragilidad nos hace más humanos, no es el caso. España, de nuevo, por culpa de las derivas de un Gobierno desorientado, ha vuelto a mostrar al vecino su debilidad. Lo peor de todo es que Sánchez no lo admite y se cree fuerte. Los marroquíes, sin embargo, tal vez porque tienen menos prisa o porque todavía les queda algún halo de sabiduría de antiguas civilizaciones, saben que detrás de las sobreactuaciones solo se esconde el miedo.
