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El puntalAntonio Jiménez

Sánchez, desbordado por la crisis de los precios

Esta crisis energética, además de empobrecernos, evidencia la hipocresía y demagogia de quienes hoy gobiernan y también su incapacidad para afrontar el problema que les ha superado definitivamente

Actualizada 13:04

Suele pasar que cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto. Sánchez hace tiempo que perdió la vergüenza entre imposturas, promesas incumplidas, rasgos de autoritarismo incompatible con el Estado de derecho, desprecio a la oposición y a las más elementales normas democráticas. En correspondencia, los ciudadanos también terminaron perdiendo el respeto y despertando del anestésico letargo pandémico para echarse a la calle y proclamar su descontento y hartazgo por la crisis económica derivada de los precios de la energía en medio de la pasividad e inoperancia gubernamental.

No ha hecho falta que fueran convocados por los partidos políticos o por los sindicatos pancistas, estos más interesados en las subvenciones que reciben del Gobierno que en la defensa de los trabajadores, para manifestar pública y colectivamente su malestar. Es llamativo que «ugete» y «comisiones» lleven meses callados como difuntos mientras los precios empobrecen a las clases medias y desfavorecidas. El silencio sindical está directamente relacionado con el dinero que reciben de Yolanda Díaz y es inversamente proporcional al clamor de la gente.

A tenor del comportamiento de los sindicatos de clase y de la izquierda en el poder, una vez desalojado Rajoy de la Moncloa, pareciera que ya no hay pobreza energética en España ni lugar para la protesta. No hace tanto, sin embargo, que Pablo Iglesias pedía desde la oposición un minuto de silencio en el Congreso por los 7.000 muertos, dijo el tío sin despeinarse la coleta, causados por la política energética de Rajoy o que el torpe y prescindible ministro de Consumo, Alberto Garzón clamara desde la oposición que «ningún Gobierno decente» debería tolerar que la luz subiera un 10 por ciento en un año, en referencia al incremento experimentado durante el mandato de Rajoy. Siguiendo la lógica del lumbreras Garzón habrá que concluir que este Gobierno es muy, pero que muy, indecente por haber tolerado una subida de la luz, no ya de un 10 por ciento por la que quisieron enviar al averno a Rajoy, sino de un 700 por cien, que es lo que ha llegado a subir el mw/hora. Esta crisis energética, además de empobrecernos, evidencia la hipocresía y demagogia de quienes hoy gobiernan y también su incapacidad para afrontar el problema que les ha superado definitivamente.

Los días pasan, los precios suben, aumentan las protestas, faltan productos en los lineales de los «súper», paran algunas fábricas a las que no llegan suministros, menudean despidos y «ertes», amarran sus barcos los pescadores por la imposibilidad de que sus capturas salgan de las lonjas, el ganado se queda sin pienso y la leche se va por los desagües porque nadie la recoge para llevarla a las industrias lácteas mientras los ciudadanos, en general, asistimos con estupor y cabreo a la inoperancia de un Sánchez volcado hasta hoy en la posibilidad de que sea la UE la que le saque las castañas del fuego energético como antes lo hicieron las CC. AA. durante la covid. No son estos tiempos para políticos mediocres y oportunistas que pretendían gobernar desde la felicidad del gasto sin freno, el relato simplista y la propaganda y terminan desbordados por la situación, confundidos e improvisando contra la adversidad de unos precios que nos pueden abocar a la estanflación. Y la política en momentos difíciles, dejó dicho De Gaulle, es demasiado seria como para dejarla en manos de los políticos.

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