El peor Gobierno en el peor momento
España es el país de la UE, junto a Bélgica, con la inflación más alta; su economía crecerá menos que en 2021 y la recuperación del PIB hasta el nivel previo a la pandemia se retrasa aún más por la guerra en Ucrania
Primero fue Sánchez señalando a Putin como el origen y causa de las debilidades de la economía española y ahora han sido sus ministras Isabel Rodríguez y Raquel Sánchez, portavoz y Transportes, respectivamente, las que han apuntado directamente a la ultraderecha como mullidora e impulsora de una huelga en el transporte que desabastece los lineales de los supermercados. Franco, la ultraderecha y ahora Putin se han convertido en los mantras recurrentes que el sanchismo suele airear para desviar la atención de sus vergonzantes acuerdos políticos con independentistas, populistas y bildutarras o para tapar los errores, por acción u omisión, de su ineficiente quehacer en materia económica. El gobierno supuestamente amable, dialogante y bonito, según su propaganda, rechaza negociar con los huelguistas y deviene una vez más en sectario, faltón y desagradable.
En el fondo, la descalificación denota incompetencia y retrata la ineficacia de este gobierno para frenar o amortiguar el incremento de los precios que ha llevado al sector primario a echarse a la calle este domingo en Madrid y ha puesto en huelga a los camioneros.
Echar la culpa a la ultraderecha de que miles de trabajadores hayan decidido aparcar sus camiones para reivindicar unas condiciones laborales manifiestamente mejorables y porque sencillamente no quieren seguir perdiendo dinero cada vez que salen a la carretera, es pueril además de obsceno e injusto. La irresistible escalada de los precios, agravada por la guerra de Putin, es una constante desde hace meses como acreditan los datos al alza de la inflación entre septiembre y febrero sin que Sánchez haya respondido a las demandas de los sectores más afectados por el coste de los carburantes y de la electricidad. La contención social derivada de la pandemia ha sucumbido definitivamente por el hartazgo de una situación económica que nos está empobreciendo a todos por días. Hay ciudadanos que ya no quieren seguir siendo cómplices vergonzosos, como dejó escrito Victor Hugo, de un gobierno que lo hace mal y de un pueblo que lo consiente. Y por ello han decidido manifestarse o parar.
Es incomprensible que mientras perdemos poder adquisitivo en gasolineras, supermercados o cada vez que encendemos la luz o la calefacción, el gobierno, ante su incapacidad para ponerse de acuerdo consigo mismo, maree la perdiz y retrase las medidas excepcionales, necesarias y urgentes, para paliar las subidas de la electricidad, el gas y los carburantes. En contraste con las bajadas de impuestos y ayudas adoptadas por otros gabinetes europeos para aminorar ya el impacto de los precios, aquí socialistas y podemitas discuten posibles alternativas en medio de una lamentable inconcreción por falta de ideas y de cohesión interna. España es el país de la UE, junto a Bélgica, con la inflación más alta; su economía crecerá menos que en 2021 y la recuperación del PIB hasta el nivel previo a la pandemia se retrasa aún más por la guerra en Ucrania. Ante este panorama incierto e inestable no resulta descabellado afirmar, como ha diagnosticado Alberto Núñez Feijóo, que tenemos el peor Gobierno, en el peor momento. Para hacer frente a crisis pandémicas y a economías de guerra hacen falta más cosas que la maquinaria propagandista de Moncloa con la que Sánchez viene maquillando las deficiencias de su cuestionado gobierno.