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El puntalAntonio Jiménez

La insoportable puerilidad de Belarra y Montero

Sólo les faltó añadir que al sátrapa ruso se le puede convencer con flores, abrazos y besos

Actualizada 03:22

Sin ánimo de comparar, es oportuno apelar al conocimiento de la historia para no repetir errores y refutar «buenismos» infantiles y prejuicios ideológicos. Churchill se enfrentó al pusilánime Neville Chamberlain y su aliado Edward Wood, vizconde de Halifax, que eran contrarios a plantarle cara a Hitler y partidarios de negociar cuando los nazis ya habían invadido media Europa, estaban a punto de entrar en Paris sin apenas resistencia y cientos de miles de soldados británicos permanecían atrapados en Dunkerque. En la reunión de la sala de guerra Churchill exhibió carácter y decisión propios de su personalidad e interpeló a ambos: «¿Cuándo aprenderemos la lección?, ¿cuántos dictadores más deberán ser cortejados, apaciguados, colmados de inmensos privilegios antes de que aprendamos?». Y sentenció: «No puedes razonar con un tigre cuando tienes la cabeza en su boca»

Muchos historiadores sostienen que esa determinación de Churchill, renunciando a la política de apaciguamiento de Chamberlain y Halifax con Hitler y Mussolini, cambió el rumbo de la Segunda Guerra Mundial y evitó que la esvástica fuera exhibida en Picadilly.

La historia nos enseña que las grandes crisis como la provocada por Putin al invadir Ucrania y bombardear sus ciudades y sus ciudadanos, tienen que afrontarse con decisión y firmeza . Todo lo contrario de lo que había hecho Sánchez, antes de rectificar, que había elegido el camino de la ambigüedad calculada y las medias tintas poniéndose de perfil para no contrariar a Podemos. Sánchez, el anfitrión de la próxima cumbre de la OTAN, quedó en evidencia entre los países de la Alianza y de la Unión Europea al ser el único de los grandes que no había comprometido ayuda militar a Ucrania para defenderse de la ofensiva criminal rusa.

Antes de su rectificación en el Congreso, Sánchez pretendía con el envío de ayuda defensiva a Ucrania, no de armamento, agradar a sus socios Frankenstein y salvar el trámite bajo el paraguas de Bruselas, hasta que la OTAN le sacó los colores y Washington tomaba nota. Otra anotación más en el inventario de la desconfianza y recelos que genera el actual Gobierno de España en la Casa Blanca y que explica la irrelevancia de Sánchez en política exterior y el porqué de que Biden lo ignore en sus rondas de contactos con los líderes internacionales.

Indigna la forma en que los dirigentes podemitas protestan contra la guerra con una equidistancia insultante al obviar que en este conflicto hay un verdugo, Putin, y unas víctimas inocentes, los ucranianos masacrados por los misiles y tanques rusos. Es insoportable el pacifismo pueril de Belarra e Irene Montero que rechazan apoyar a los ucranianos con armas porque «España es el país del no a la guerra» y debe apostar «por las vías diplomáticas para pararle los pies a Putin». Sólo les faltó añadir que al sátrapa ruso se le puede convencer con flores, abrazos y besos. Pedirles que se fijen en Churchill es como exigir a Chikilicuatre que emule a Valentino o Dior.

Quiero pensar que la empanada mental de estas ministras, una mezcla de candor, irresponsabilidad e ignorancia, pretendiendo convertir al tigre ruso en vegetariano, es producto de sus obsoletas hipotecas ideológicas comunistas que asimilan la Rusia de Putin con la extinta URSS y que por lo mismo amparan y defienden las miserias del chavismo en Venezuela y del castrismo en Cuba. El problema es que Belarra y Montero nos abochornan con su habitual inconsistencia mientras desacreditan la imagen de España en el exterior al formar parte de un gobierno cuyo presidente es responsable por consentirlo a cambio de seguir en la Moncloa.

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