Tras el «PP-ñazo», ahora la guerra de verdad
La crisis del PP sabemos que terminará con la proclamación de Alberto Núñez Feijóo mientras que la puta guerra de Putin concluirá cuando él quiera
El ataque criminal de Putin contra Ucrania ha amortiguado de golpe el conflicto del PP hasta relegarlo al cajón de los casos pendientes de la actualidad. Han sonado las sirenas en Ucrania y el estruendo de las bombas, con los cuerpos despedazados por los misiles rusos, para evidenciar, en efecto, que la guerra es cruenta, terrible, genera un miedo infinito por incierto y mucho horror, mientras que lo vivido por el PP, a pesar de los muchos y repetidos titulares de prensa incidiendo en ello, no fue una guerra sino un episodio chusco y surrealista de consecuencias políticas restañables, que nos ha mantenido entretenidos hasta que los tanques y los cazas rusos han entrado y sobrevolado Ucrania, sembrando fuego, destrucción y muerte.
Es evidente que la mejor manera de relativizar un hecho histórico. supuestamente irreparable, como el protagonizado por los populares, es con la irrupción solapada de otro acontecimiento en el que sí hay miles de vidas en juego y por ello trascendente y dramático de verdad. Hoy ya sólo nos preocupa la maldita guerra que Putin ha declarado injustificadamente, con mentiras y acusaciones falsas, a un país soberano e independiente, cuyo efecto inmediato, además del drama insufrible de las personas muertas o desplazadas de sus hogares, ha sido el desplome de los mercados y las subidas de los precios de los carburantes y la luz a cuenta de las alzas de petróleo y gas. Más madera para las alicaídas economías pos-COVID y singularmente la española.
Sinceramente, lo del PP importa ya un bledo en comparación con la inquietud que generan las intenciones del matón liberticida y nostálgico del imperialismo soviético que ha puesto al mundo en alerta.
Putin ha entrado en Kiev con sus blindados mientras en el resto de Europa aguardamos con más dudas que certezas que las duras sanciones económicas y financieras aprobadas contra su país y las elites corruptas que lo apoyan, puedan frenarlo y disuadirlo de ampliar su ambición expansionista más allá de la frontera occidental de Ucrania donde están desplegadas las tropas de la OTAN.
Me pregunto si Pablo Casado no habrá pensado el porqué Putin, ya que en su mente criminal tenía previsto hacerlo, no lanzó su ofensiva hace una semana, cosa que habría desviado, sin duda, el foco de la atención informativa puesta en el PP. Seguro que le habría ahorrado el quinario por el que ha transitado hasta dejarle fuera del juego político por culpas propias y sobre todo ajenas. La crisis del PP sabemos que terminará con la proclamación de Alberto Núñez Feijóo mientras que la puta guerra de Putin concluirá cuando él quiera. La tenida popular ha pasado a un segundo plano mientras que la guerra de verdad se ha adueñado de todos los titulares. Llevamos años, casualmente los mismos que Pedro Sánchez en la Moncloa, que no nos perdemos adversidades y calamidades infrecuentes, sobrevenidas o buscada , como una pandemia, una nevada histórica, un volcán en erupción y ahora otra guerra en Europa que nos amenaza a todos. Algún maledicente no dudaría en establecer una relación causal entre el actual inquilino de la Moncloa y esta sucesión de desgracias e infortunios. Digo más, un avezado experto en «sombrones», mi admirado Alfonso Ussía, ya habría diagnosticado que esta concatenación de estragos suele generarla un «sotanillo», el tipo de gafe más peligroso, porque, aun compartiendo desgracias generales, a él siempre le va de cine e infinitamente mejor que a sus «víctimas». Y si no que le pregunten a Albert Ribera , Pablo Iglesias y Pablo Casado.