El tostón
¿Hay algo más aburrido que una sardana? Sí. Un independentista catalán. Y no pueden quejarse los independentistas del trato judicial y mercantil que disfrutan
Permítanme un alarde de vanidad. Lo escribí hace tres años. «El independentismo catalán no será derrotado por la aplicación estricta del Artículo 155 de la Constitución, ni por la proclamación unilateral de la República Catalana, aunque su vigencia sea superior a los siete segundos. El independentismo catalán se derrotará a sí mismo porque es un rollo, un tostón, un negocio particular para algunos, una permanente decepción y un coñazo». Y me permito añadir una improvisada comparación. «En el día de hoy es mucho más interesante, sugerente y divertido asistir a un sorteo en el Salón de Loterías, que pasar un fin de semana en Barcelona. Y menos arriesgado».
Algo así ha llevado al alcalde de la ciudad francesa de Perpiñán a eliminar el lema «Perpiñán la catalana». Perpiñán forma parte de la pequeña historieta contemporánea de Cataluña por dos hechos gloriosos. En Perpiñán, la mitad de las salas de cine proyectaron El Último Tango en París para dar cabida a los catalanes que cruzaban la frontera para disfrutar de sus escenas, cuando un año después se autorizó en España y se demostró que aquello no era para tanto. Y en Perpiñán, Carod Rovira se reunió con los asesinos de la ETA para alcanzar un acuerdo que fue la síntesis de la perversidad, la cobardía y la brutalidad. Que el terrorismo etarra no vertiera sangre inocente en Cataluña y eligiera para hacerlo al resto de los territorios de España. –Ustedes sigan matando a «españoles», pero respeten a los catalanes–. Ejemplar sinvergüenza.
Tengo muchos amigos catalanes con los que coincido desde hace decenios en Comillas. Algunos son algo entreverados de magro y tocino, pero la mayoría, contrarios al independentismo. De lo que no hay duda es que no son como antaño, se muestran más deprimidos, a la defensiva, y un tanto obsesionados por la descoordinación que produce su preocupación enfermiza por el llamado procés con la absoluta indiferencia que encuentran entre los que no padecemos diariamente el coñazo catalán.
Y vuelvo al alcalde de la francesa ciudad de Perpiñán. «No quiero que los problemas catalanes nos compliquen la vida». «No quiero separatistas en Francia. Se dedican a crear enfrentamiento y división», Y finalmente, su opinión por el «héroe menguado». «Puigdemont solo trae problemas».
Los catalanes también son culpables de su desorientación. Ada Colau es alcaldesa de Barcelona porque los votos se lo han permitido. Un amplio sector de la pujante y creadora burguesía barcelonesa ha jugado a dos y tres bandas durante el pujolismo. Barcelona alcanzó su mayor esplendor en 1992, con aquellos Juegos Olímpicos que consiguieron para Barcelona, el apoyo del Rey Juan Carlos, del Gobierno de España y del presidente del COI, el barcelonés y antiguo falangista Juan Antonio Samaranch. El aburrimiento se ha contagiado a su brillante tradición de sede de congresos y exposiciones, muchas de las cuales se han instalado en Madrid, que ha pasado del noveno al cuarto lugar de las plazas financieras más atractivas de Europa. Se rumorea que el Congreso que ha intentado cargarse la Colau, el Mobile World Congress, ya ha reservado plaza para celebrarse en el Estadio Santiago Bernabéu a partir de 2024. La institución deportiva más importante, el Fútbol Club Barcelona, está en quiebra, y sus socios venden sus entradas al adversario. La seguridad ciudadana está por los suelos. Y miles de empresas y grandes profesionales se han instalado en Madrid y otras ciudades del resto de España hartas y hartos de imposiciones lingüísticas, sardanas y barretinas. ¿Hay algo más aburrido que una sardana? Sí. Un independentista catalán. Y no pueden quejarse los independentistas del trato judicial y mercantil que disfrutan. El Gobierno de España, mediante su Fiscalía a la orden, pretende perdonar a los responsables del golpe de Estado las multas impuestas por su participación en la estúpida asonada. Y la empresa de uno de ellos, precisamente de uno de los más comprensivos con la violencia, Jordi Cuixart, ha recibido una subvención del Gobierno de España de 176.000 euros. Sus gobernantes juegan a la grosería con el Rey en público y al agasajo en privado. Y al cabo de un tiempo, ellos también se están empezando a aburrir.
Han conseguido hartar con su pesadez al resto de los españoles. Y ahora, son ellos las víctimas del sinsentido y el aburrimiento.
Eso sí, parece ser que en 2098 se terminarán las obras de la Sagrada Familia de Gaudí, y algo es algo.