Vox y las tijeras en Madrid
Más Madrid, Podemos y hasta el PSOE madrileño, que quiere canjear la reducción parlamentaria por otras reformas del Estatuto de Autonomía, se oponen a dejar la Cámara en 91 diputados, y ahorrar así más de dos millones de euros
En un país donde hay 22 ministros que no caben en la mesa del Consejo de la Moncloa al tiempo que a las familias les cuesta llenar la suya con tres comidas diarias, es lógico que a la izquierda le dé alipori reducir el número de diputados de la Asamblea de Madrid. La propuesta que hizo Vox para apoyar la investidura de Ayuso es así de sencilla: el Parlamento madrileño tiene 136 escaños, una cifra desorbitada en una región uniprovincial, y sería deseable que un tercio de sus señorías fueran buscándose acomodo en otros lares, a ser posible menos gravosos para los españoles.
A la chita callando, los diputados autonómicos han ido aumentando las sillas parlamentarias que había cuando se fundó la Comunidad en 1983, hasta convertir el Legislativo en un mini Politburó, refugio en algunos casos, no en todos, de paniaguados de los partidos, fundamentalmente del PP y PSOE, y de la ya extinta Izquierda Unida, gracias a la eutanasia que le practicó Alberto Garzón. Es justo reconocer que la única presidenta que intentó reducir los grupos fue Cristina Cifuentes, sin que pudiera culminar su propósito. Cómo será la megalomanía vallecana, que hasta han superado en número de escaños al Parlamento catalán, y así se ha convertido en la Cámara más concurrida de España.
Parece difícil aceptar que la ejemplaridad empieza por uno mismo. Que cuando uno es un responsable público que tiene asegurada la manduca sin tener que salir cada mañana a la calle a sortear la inflación, los ere o los impagos a los autónomos, no puede seguir alimentando la endogamia y el pesebre público, como impulsan PP y Vox. Pero Más Madrid, Podemos y hasta el PSOE madrileño, que quiere canjear la reducción parlamentaria por otras reformas del Estatuto de Autonomía, se oponen a dejar la Cámara en 91 diputados, y ahorrar así más de dos millones de euros.
Pero hagamos un ejercicio de comprensión lectora. Qué sería de la médica y madre Mónica García sin los saludables revolcones que le da la presidenta Díaz Ayuso cada jueves o sin hacer alarde de sus gestos pistoleros contra el PP. O quién iba a oír hablar del líder socialista Lobato, cuya labor de oposición sigue inédita. O qué sería de su compañera, Carmen López, también socialista y madre… de una investigada sindical que ha distraído unos milloncejos para sus amigas y su marido. En el derecho comparado, Madrid no tiene un pase: hasta el Parlamento europeo se redujo en 2019 el aforo e Italia está en ello, recortando de 630 a 400 los sillones en su Cámara legislativa. Algún día habrá que hacerlo también con la Carrera de San Jerónimo, el quinto Parlamento más nutrido de Europa.
Para que esa reforma estatutaria, que requerirá la aprobación de las Cortes Generales, entre en vigor antes de las autonómicas del año que viene, es necesario que la izquierda haga un ejercicio de responsabilidad y de decencia política. Y eso sí que sería revolucionario.