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Pecados capitalesMayte Alcaraz

Las novias de Frankenstein

Belarra y Montero han decidido que el ser humano ya no nace hombre o mujer, sino con un sexo asignado, vaya usted a saber por quién

Actualizada 01:42

El tiempo que les deja libre a Irene Montero y a Ione Belarra la firma de manifiestos a favor de la paz (la de los cementerios) en Ucrania, lo han dedicado a vomitar un engendro de ley, llamada Trans, que si Pedro Sánchez no lo remedia será aprobado por Frankenstein, curiosamente un monstruo que siempre tuvo claro su género y la necesidad de encontrar una mujer que le acompañara en sus atrocidades. Quizá Irene y Belarra sean la encarnación actual de la novia que siempre buscó Boris Karloff.

El caso es que las dos feministas que más daño han hecho a las mujeres en España, y que desgraciadamente ocupan un sillón en el Gobierno, se van a pasar por el forro de la poltrona el duro informe contra su criatura del Consejo General del Poder Judicial y el que está por venir del Consejo de Estado y van a imponernos, con el apoyo de Otegi (sus credenciales de viudas y huérfanas de las víctimas de ETA le preceden), la más vergonzosa norma que habrá parido el sanchismo. Y mira que hay donde elegir…

Es curioso que estas dos señoras, que deben su puesto y cuenta corriente a los bemoles impuestos a Sánchez por un macho alfa, la única identidad que consideran mutable y diversa sea la de género, cuando defienden a dos carrillos la identidad xenófoba de catalanes y vascos. Es evidente que existen personas que sufren una disparidad entre su biología y sus sentimientos, pero hablamos de un 0,6 por ciento de la población, que ya tienen reconocidos sus derechos. La cuestión es hasta dónde tienen que llegar los poderes públicos en el acogimiento de las demandas minoritarias, por muy respetables que sean. Cualquier aspiración individual, siempre que encaje en la ideología progre, es asumida sin más garantía que la voluntad del demandante.

Belarra y Montero han decidido que el ser humano ya no nace hombre o mujer, sino con un sexo asignado, vaya usted a saber por quién. Después de años de políticas para proteger a la mujer del maltrato, ahora resulta que su condición biológica queda relegada a la decisión subjetiva de una persona, con solo acudir al Registro Civil y decir que ya no se siente Manolo sino Lucía, o que siendo Marta quiere ser Arturo. Es decir, con esta aberración en la mano, un maltratador puede inscribirse en el Registro Civil como mujer sin dar explicaciones y así borraría su reproche penal agravado. Para que nos entendamos: tanto cacarear a favor del plan nacional contra la violencia machista, y todo es cuento que puede ser fulminado por un formulario administrativo.

Se trata de un despropósito jurídico y político de ingeniería social, que por cierto desactiva al feminismo tradicional (¿dónde está Carmen Calvo?) y que desconoce las oscilaciones que viven las personas en las primeras etapas de la vida, depositando en los menores, decisiones sobre cambios hormonales que pueden ser irreversibles y de los que los padres se enterarán por el telediario. Por no hablar del efecto sobre el deporte, que pondrá a competir a hombres que nadan en testosterona contra mujeres, como ha advertido el CGPJ.

En manos de las novias de Frankenstein, la realidad se cambia con el BOE. Todos, conejillos de indias de sus enfermizos experimentos sociales.

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