El 2 de mayo de Ayuso
Es la segunda baronesa, tras Esperanza Aguirre, que ha esculpido su perfil a base de insultos de la izquierda o estúpidas acusaciones independentistas
A Ayuso se la odia o se la ama. Los primeros son todos de izquierdas, pero no todos los de izquierdas la odian, y los segundos no son todos de derechas y por eso la izquierda tiene un problema. Hoy se celebra el día de la Comunidad de Madrid con una presidenta que ha disparado el consumo de ibuprofeno en La Moncloa: no hay antinflamatorio socialista que calme los quebraderos de cabeza que provoca a su paso. Es la segunda baronesa, tras Esperanza Aguirre, que ha esculpido su perfil a base de insultos de la izquierda o estúpidas acusaciones independentistas sobre el paraíso fiscal madrileño. El mayor derroche que se conoce de audacia de la progresía es haber convertido su acrónimo en una suerte de mote adolescente. IDA, IDA, IDA, cuchichean desde el pupitre los repetidores socialistas de Madrid, mientras copian en los exámenes que llevan sin aprobar desde que Leguina se jubiló.
España es tan especial que su última gran gesta contra un invasor extranjero solo se celebra en una Comunidad (si bien hay algunas pequeñas localidades que lo hacen) y eso gracias a que de prisa y corriendo hubo que elegir una fecha para celebrar la Autonomía capitalina. También en esto, que no se note que España fue un imperio que reinó en medio mundo y que logró hazañas históricas. Los madrileños, siguiendo el ejemplo del pueblo de Móstoles en 1808, han convertido su región en una ciudad encantada, que lucha por su independencia y se defiende de las arremetidas sectarias de uno de sus ilustres vecinos, empadronado en el Palacio de La Moncloa.
Ayuso les ha birlado la bandera del pueblo a los que se pavoneaban de enarbolarla. Únicamente ha necesitado poner la oreja en la barra de los bares, donde se habla de fútbol, de los impagos a los autónomos o del cierre de la peluquería de la esquina, para entender y atender los problemas de los madrileños y que estos, como demostraron ahora va a hacer un año, la consideren una de los suyos.
Su propio partido ha acrecentado su leyenda, convirtiéndola en víctima de la ambición de poder de unos jefes devenidos en jefecillos. Ha conseguido salir indemne del fuego amigo y hasta presume de fontanero implacable, que igual tapona cañerías en Sol, que impacta eslóganes, como puñetazos, en la mandíbula de la médica y madre García. Ha mandado a la lona a un vicepresidente del Gobierno, a un catedrático socialista, a un presidente del PP, y sueña con cobrarse la pieza mayor, a la que desquicia con solo abrir la boca: Pedro Sánchez, que no soporta, por ejemplo, que la Comunidad esté por encima de Copenhague, Boston o Dublín en inversión extranjera. A la Cataluña separatista a la que él rinde pleitesía, ni se la encuentra en el ranking.
Madrid celebra hoy con sus cañas, sus tapas y sus vecinos de aquí y de allá, su DÍA (aprovechando el acrónimo mal intencionado) indiferente a los insultos de Rufián, al ninguneo de Sánchez, a sus transferencias culposas a Aragonés o a su difamado dumpin. Celebra, en fin, tener la cabeza alta y los impuestos cortos.