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GaleanaEdurne Uriarte

Margarita Robles, la poli buena del Gobierno

Si Mónica García es «madre y médica», Margarita Robles es «jurista y defensora del Estado de derecho». Lo repite constantemente mientras Pedro Sánchez acuerda con los que atacan las leyes y el Estado de derecho

Actualizada 02:26

Hay que reconocerle a Margarita Robles una gran habilidad política: ha conseguido hacer olvidar a una buena parte de la opinión pública, incluidos muchos votantes de la derecha, no solo que es una entusiasta sanchista, sino que, además, nada tiene que ver con los comunistas y con los independentistas, a pesar de compartir Consejo de Ministros con los primeros y pactos de Gobierno con los segundos. Aún más, también ha conseguido convencer a la gran mayoría de que ella es una pobre víctima que ni tuvo que ver con los indultos a los golpistas ni con el Pegasus, por mucho que el CNI dependa de su Ministerio, ni con la inclusión de los independentistas en la Comisión de Secretos Oficiales. En otras palabras, chapó a su arte para la manipulación política.

Una manipulación que funciona, además de por su habilidad, por su tándem con Pedro Sánchez, el poli malo. El uno, el poli malo, defiende públicamente los pactos con los extremistas, y la otra, la poli buena, escenifica que se enfrenta a ellos con rictus de dignidad ofendida y unos cuantos vítores al Estado de derecho y a España, lo que es perfecto para Sánchez, soy un hombre de Estado como lo prueba mi confianza en Margarita y, sobre todo, es perfecto para ella. Si su jefe la despide un día, lo que no es descartable a pesar de su sanchismo, ella será recibida con los brazos abiertos por tantos y tantos abducidos por su representación.

Si Mónica García es «madre y médica», Margarita Robles es «jurista y defensora del Estado de derecho». Lo repite constantemente mientras Pedro Sánchez acuerda con los que atacan las leyes y el Estado de derecho. Como la memoria es frágil, pocos se acuerdan de que Robles fue una de las apasionadas sanchistas que secundó a su líder en el No a la investidura de Rajoy, en contra de aquel PSOE con sentido de Estado. Pocos se acuerdan también de que Robles, la «jurista y defensora del Estado de derecho», la de «solo cuenta la verdad judicial», defendió la mentira judicial de que la sentencia de la Gürtel había «condenado al PP por la Caja B», aquella manipulación del juez De Prada que usaron ella y Sánchez para montar la moción de censura, y que fue corregida y cuestionada por el Tribunal Supremo en 2020. Conviene repasar la entrevista de Robles en La Sexta el 29 de mayo de 2018 en la que pedía la dimisión de Cospedal por afirmar lo que después confirmó el Supremo, y que debería llevarla a ella a la dimisión, si fuera coherente.

Pero Robles también tiene la suerte de que la lógica y la coherencia no abundan en el debate político. De ahí que nadie le exija la coherencia de dimitir a la «jurista y defensora del Estado de derecho» que dice creer en España, mientras apoya firmemente a Pedro Sánchez, comparte Gobierno con la extrema izquierda y llega a pactos con Bildu y los independentistas, y, por supuesto, jamás ha pronunciado una sola palabra contra esos escandalosos indultos basados en la pura conveniencia política de su Gobierno, como ayer mostraba Antonio Naranjo en este diario.

Y, sobre todo, Margarita Robles tiene la fortuna de que en España hay una oposición que sí tiene sentido de Estado y que va a primar la defensa de las instituciones, desde las Fuerzas Armadas hasta el CNI, a pesar del Gobierno, de su ineficacia y de sus contradicciones. Y a pesar de Margarita Robles, la fiel y hábil sanchista.

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