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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Cita médica

Cualquier doctor le habría adelantado o retrasado la cita a la vicepresidente para que pudiera asistir, cumpliendo con su deber, al acto del Teatro Real

Actualizada 01:52

Entre un beso amoroso y sobeo de carrillo y otro beso en el carrillo con sobeo amoroso –el orden de los factores no altera el valor del producto–, Yolanda Díaz ocupa su tiempo en vicepresidir el Gobierno de España y aumentar el número de parados. De cuando en cuando, se viste de mariposa blanca y dice en público alguna tontería en ese lenguaje tan caudaloso que han inventado los podemitas para no decir nada. Prueba de ello, los 357.000 euros que ha invertido Ione Belarra en publicistas del «optimismo sostenible». El optimismo sostenible consiste en un optimismo susceptible de sostenerse siempre que sea sostenido por 357.000 euros de nuestros impuestos. El optimismo, en el lenguaje buenista, ha creado un nuevo verbo, «optimizar». Los economistas cursis, que los hay, hablan mucho de «optimizar recursos». Pero no «pesimizan». El verbo «pesimizar», que sería el adecuado, no existe para esta gente tan curiosa y divertida, amén de borrica. Claro que, con anterioridad a optimizar recursos, inventaron «los flecos de la negociación». Las negociaciones se han convertido en cortinas, y las cortinas se negocian con mucha facilidad hasta que llegan los flecos. En ese caso, las negociaciones se estancan, porque los flecos siempre se resisten a ser negociados. Me estoy liando. El presente texto se me está torciendo y cambiando de rumbo, y no soy optimista sostenible al respecto. Intentaré enderezarlo optimizando los pocos recursos que me quedan.

Creo haber escrito que Yolanda Díaz es vicepresidente del Gobierno de España. Se trata de un cargo muy importante. La vicepresidente del Gobierno tiene derecho directo al «Falcon». Puede descolgar el teléfono y exigir el «Falcon» para volar de Madrid a Valladolid, en tanto que los ministros rasos están obligados a solicitar el avión oficial a través del Ministerio de Defensa. Establezco con el presente ejemplo la diferencia que existe entre un vicepresidente y un ministro cualquiera.

Presidió el Rey en el Teatro Real el acto en el que se conmemoraba el 40º aniversario del ingreso de España en la OTAN, cuando era presidente del Gobierno don Leopoldo Calvo-Sotelo, la antítesis de Sánchez. Era culto, algo triste, discreto, sosegado, tocaba el piano y consistía su mayor lujo en viajar a Galicia los fines de semana y embarcar en un bote para pescar una lubina o bañarse en las gélidas aguas gallegas con sus «bermoldos». Al acto presidido por el Rey asistieron el secretario general de la OTAN, el presidente Sánchez , tres expresidentes del Gobierno, y las más altas autoridades del Estado. Pero no se presentó la melosa Yolanda. Es vicepresidente del Gobierno y el asiento reservado para albergar su nervioso pompis no fue ocupado. Cosas de los podemitas y los comunistas, que están en el Gobierno de España, pero desean que España abandone la OTAN y que ellos puedan manifestar públicamente que desean que Putin arrase Ucrania para ir aumentando el nuevo imperio soviético. Pero nadie echó de menos a esos ministros, y sí a la vicepresidente. Claro, que Yolanda Díaz se excusó con rotundidad: «Tenía una cita médica».

Una cita con un médico muy intransigente. Cualquier doctor le habría adelantado o retrasado la cita para que pudiera asistir, cumpliendo con su deber, al acto del Teatro Real. Ignoro el motivo de su cita médica, si fue analítica, o estética o por desajustes en los altitis o los bajinis. Carezco de curiosidad al respecto. Pero esa cita, con optimismo sostenible, se puede retrasar perfectamente y evitar el desprecio al Rey, a su propio Gobierno, y al secretario general de la OTAN.

Mucho beso, mucho sobeo, pero al final, rasca que te rasca, surge la grosera ultracomunista morenaza que rompió en modelo rubia cuando experimentó el placer y el lujo del poder. La grosería siempre triunfa en quien no conoce otra cosa.

Espero haber conseguido enderezar el texto.

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