Familiares, excepto tías
Que Mbappé se olvide del Real Madrid. Roma no pagaba traidores y el Real Madrid no perdona a los trileros. Si quiere tener una Copa de Europa en su casa, que se la compre el emir
Escribe Antonio Burgos de la madre del futbolista. De doña Fayza Mbappé. Mediocre jugadora de balonmano y muy avariciosa. En España, las folclóricas siempre han ido de la mano de sus madres o hermanos. Ahí tenemos a Mohedano, el hermano de aquella artista caudalosa e irrepetible, Rocío Jurado. Olvida a doña Carmen Pantoja, la madre de Isabel, celosa centinela del honor de su niña. Y pasa por encima de doña Sebastiana, la madre de Estrellita Castro, la del liquiliqui en la frente. Estrellita Castro adoraba a su hermano, y se estableció este precioso diálogo cuando le fue presentado don Jacinto Benavente, el gran dramaturgo español y Premio Nobel de Literatura.
–Ay, don Jacinto, estoy emocionadísima, porque usted es igual que mi hermano, el hombre al que más quiero y admiro en este mundo.
–¿Su hermano es escritor? –preguntó don Jacinto.
–No, no, pobre mío, es maricón.
Los padres de los toreros son tremendos. Desde el burladero animándolos a arrimarse más, porque del riesgo de su hijo depende su fortuna, que ellos administran. En cambio, y en una profesión de riesgo como es la de escritor independiente en los periódicos, nuestros padres y nuestras madres apenas han intervenido.
–No escribas mal de Cristóbal Montoro porque te investiga con seis declaraciones paralelas.
–No se te ocurra escribir contra La Sexta, porque te echan de La Razón –En fin, siempre en la soledad, y así nos va. Afortunadamente.
Doña Fayza Mbappé es la que manda. Sabe mucho de dinero, pero muy poco del Real Madrid. El Real Madrid es un modesto club de fútbol cuyos propietarios, 90.000 socios, no tienen pozos de petróleo, sobrevive con el presupuesto que le aprueban a la Junta Directiva en la Asamblea General, construye sobre su viejo Santiago Bernabéu el mejor estadio del mundo y, el sábado pasado, después de dos meses trepidantes y fabulosos, consiguió ganar en París –donde la primera–, su decimocuarta Copa de Europa-Liga de Campeones venciendo al Liverpool. Previamente se cepilló a tres clubes-Estado: el París Saint Germain, el Chelsea y el Manchester City de Guardiola, a los que la UEFA del golfo de Ceferin les permite todo. Un periodista de Barcelona, quizá confundido por la depresión, repitió en diferentes ocasiones el sábado por la noche que el Real Madrid había ganado con suerte su «catorceava» Copa de Europa, es decir, la Copa de Europa troceada en catorce partes iguales, una de las cuales fue la que ganó el Real Madrid. Cosas de la inmersión lingüística.
Pero la que no conoce nada del Real Madrid –y aprovecho para felicitar de corazón al no siempre elogiado por mí Florentino Pérez– es doña Fayza, la madre de Mbappé, gestora de la empresa del dineral que gana su hijo Kylian. La empresa tiene una razón social impronunciable, Kejwf, nombre formado por las siglas de la familia. La K de Kylian, la E de Ethan –el único Ethan que me convence es el personaje de Centauros del Desierto de John Ford interpretado por John Wayne–, la J de un hermano adoptivo, vaya usted a saber el motivo de la adopción, llamado Jires-Kembo Ekoko, la W de papá Wilfred y la F de Fayza, la madre, algo machorra de aspecto. Y doña Fayza ha manifestado que su hijo, el fenómeno, se queda tres años en el Paris Saint-Germain, pero como es joven, cuando termine su contrato fichará por el Real Madrid. Nada de eso, chata.
Mbappé, que es un grandísimo futbolista, podrá fichar por el club que elija. Tendrá decenas de ellos dispuestos a incorporarlo a su plantilla. Pero jamás lo hará por el Real Madrid. Ha tenido dos oportunidades, y en las dos ha engañado al club en el que ganaría alguna Liga de Campeones, porque es la Historia y no el dinero, el impulso que vence y derrota a los nuevos ricos. Le deseo, tanto a ella como a su familia, incluido en ella a Jires-Kembo Ekoko –nombre de rastreador de elefantes de un Courtney en cualquier novela de Wilbur Smith–, toda suerte de felicidad. Pero que se olvide del Real Madrid. Roma no pagaba traidores y el Real Madrid no perdona a los trileros. Si quiere tener una Copa de Europa en su casa, que se la compre el emir.
Y aquí paz y después gloria. El Rey en París, Sánchez escondido y el Real Madrid con la decimocuarta en el avión de vuelta. Que le den morcilla, doña Fayza.