La memoria torcida de la izquierda
No hubiera imaginado que los socialistas pudieran llegar a un pacto con Bildu para torcer y retorcer la memoria democrática de España según la visión de los herederos de ETA, la que condena la dictadura y el terrorismo de extrema derecha mientras justifica a ETA
Este lunes moría Patxo Unzueta, un referente intelectual y ético para los jóvenes vascos de izquierdas y antifranquistas que pronto comprendimos el componente totalitario y violento de una parte del antifranquismo, ETA, en primer término. Justamente un día después de su muerte, los socialistas pactaban con Bildu una Ley de Memoria Democrática que excluye a ETA, pero incluye lo que llama «crímenes franquistas» hasta 1983. Un pacto que niega a Unzueta y tantos otros que apostaron por una izquierda plenamente democrática y movilizada contra todos los terrorismos, y en especial el más mortífero de todos, el etarra.
Antes del pacto del martes, la Ley de Memoria era ya sectaria, por su división de España entre la buena izquierda y la mala derecha y por su negativa a reconocer tanto la violencia en la República como los totalitarismos comunistas. Pero lo que yo no hubiera imaginado es que los socialistas pudieran llegar a un pacto con Bildu para torcer y retorcer la memoria democrática de España según la visión de los herederos de ETA, la que condena la dictadura y el terrorismo de extrema derecha mientras justifica a ETA.
Sí, es cierto, el PSOE de Pedro Sánchez ha llegado a muchos pactos con Bildu, como dirán algunos, pero este destruye los principios más profundos del PSOE que fue víctima de ETA. Por eso sentí lo mismo que José María Múgica, el hijo de Fernando Múgica, el socialista asesinado por ETA, que escribió este jueves: «Este acuerdo hace perder el alma y su razón de ser al PSOE». Múgica abandonó el PSOE en diciembre de 2018, tras los pactos de Sánchez con Bildu y aquella cena de Idoia Mendia con Otegi, mientras otros de los jóvenes que leíamos y admirábamos a Patxo Unzueta lo abandonamos muchos años antes. Por tantas y tantas vacilaciones de aquel socialismo en su evolución del antifranquismo a la democracia.
Lo más increíble de esta contorsión histórica del PSOE es que ha sido provocada por la mera ambición de poder de Sánchez. Por su voluntad de tener socios suficientes para sostener este Gobierno y otros posibles en el futuro tras las elecciones, para lo que sacrifica lo que haga falta, incluidos los principios democráticos fundamentales de la historia de nuestro país.
Cierto que muchos socialistas se agarraban a la ficción de una derecha pro-franquista para sostener la ley de Memoria, su deseo consciente o inconsciente de seguir luchando contra un imaginario franquismo que se extendería hasta nuestros días. Pero ni los socialistas más confundidos aspiraban a hacer esto, a prolongar la ley hasta 1983 por exigencias de Bildu, a negar a ETA mientras incluyen los terrorismos de extrema derecha, y de paso, a cuestionar la Transición, la ley de amnistía y la propia victoria socialista de 1982. Y todo esto para mantener a Pedro Sánchez en su sillón de la Moncloa, desde donde dio la orden al día siguiente de su debacle andaluza para pactar lo que fuera y aprobar inmediatamente la Ley de Memoria.
Patxo Unzueta escribió en 1992: «Como enseña la experiencia de Alemania de los años treinta, quien no es capaz de resistir, siquiera moralmente, el acoso de los violentos, tiende a asociarse a ellos» (Auto de Terminación, 1994). Me pregunto qué diría de esta nueva asociación para reescribir la historia contada por los herederos de los violentos.