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Perro come perroAntonio R. Naranjo

El embarazo de Adriana Lastra

El feminista Sánchez despide a una embarazada y la empoderada Lastra se deja para mantener el sueldo de diputada: las del «Me Too» deben de estar muy ocupadas, porque no se las escucha

Actualizada 02:25

Adriana Lastra ha dimitido como vicesecretaria general del PSOE por tener un embarazo problemático, como todas las madres: conciliar el útero con el curro es tarea de titanes y de titanas, en esta España que hipoteca el futuro del embrión hasta hacerle nacer con una deuda de por vida, cortesía de ese presidente que mejoraría bastante si quisiera para los demás lo que da a su esposa e hijas.

Pueden suponérsele a Miss Asturias, oficioso galardón ganado merecidamente con sus discursos por la paz en el mundo desde toda tribuna que la acoge, razones médicas incompatibles con la frenética actividad laboral que sin duda supone ejercer de perrito ladrador, aunque en ese viaje delate el confort del Congreso, donde al parecer se puede permanecer con el correspondiente salario sin poner en riesgo nada más allá de los niveles de colesterol.

Todo el mundo podrá discutir la valía de la labor de Adriana en el PSOE, pero no el desgaste que supone proteger a Sánchez de sí mismo, de ella, del fascismo, del heteropatriarcado y del cambio climático, que es el nuevo francomodín para posar con Monfragüe ardiendo como un turista dominguero en la Torre Eiffel.

Ahora bien, por embarazadísima que esté o por complicado que sea su caso particular, ¿nos están diciendo que en el PSOE se dimite en esas circunstancias, en lugar de acogerse a una baja médica ordinaria o incluso a una excedencia temporal? ¿Los mismos que imponen la baja a los padres de 4 meses no pueden guardarle el puesto a una de las suyas cuando tiene una gestación delicada? ¿Los que defienden la baja médica por la regla toleran, aceptan o impulsan la dimisión de una preñada?

Y una pregunta más, si Lastra dimite en el PSOE como número dos, ¿por qué mantiene su asturiana acta en el Congreso de los Diputados? ¿El embarazo es delicado para enredar desde Ferraz pero no para malmeter desde el Congreso, cuando nazca Adrianita o Adrianito? ¿Es estresante codirigir un partido pero ser diputado es como estar de balneario remunerado?

¿Los mismos que obligan a darse de baja a los padres o exigen la baja por la regla no son capaces de guardarle el puesto a una mujer embarazada?

Nadie con dos dedos de frente y un poco de información puede creerse la versión oficial de los hechos, que en el caso de Sánchez siempre es una adaptación novelada de la realidad para encajarla en sus necesidades, miedos, objetivos y pecados.

A Lastra la han echado y Lastra se ha dejado porque ahí fuera hace frío y con ese currículum laboral y académico de nini hiperventilada no se puede acumular ni mantener la renta y el patrimonio que figuran en su declaración en el Congreso: dos propiedades en 2019 y 175.000 euros ahorrados, a fecha de 2019; y tres inmuebles y un piquito menos en la cuenta corriente a marzo de 2022.

Que Sánchez fumigue a sus más leales colaboradores, tras ejercer de aquellos mozos medievales que laboraban la higiene rectal del Rey y lo consideraban un privilegio, es habitual: Calvo, Ábalos, Redondo y otros pocos son la prueba de que esta Roma no paga a leales y no rechaza a traidores y a la inversa si le viene bien un rato al regio trasero sanchista.

Pero que la excusa sea un embarazo y en la milonga participe una mujer supera todos los límites conocidos de la hipocresía y la falta de escrúpulos y sitúa el caso al nivel de Leticia Dolera, aquella actriz que, tras dar la turra con el «Me Too» y pontificar sobre el feminismo desde atalayas inalcanzables para el resto, despidió a otra actriz de su serie por quedarse encinta.

Despedida, dimitida o represaliada, la moraleja es la misma: el jefe juega con la preñez de una empleada y ésta, asustada, le sigue el juego. Luego ya si eso hablamos de derechos sociales y de conciliación. Vaya tropa.

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