Y ahora los incendios. El «sotanillo» no descansa
En muchos otros países las desgracias han sido compartidas por gobernantes distintos que han ido alternándose en el poder mientras que en España hemos tenido y tenemos al mismo «sotanillo» en la Moncloa
A fuer de que se me critique por reincidente y manido, tras la ola de incendios que calcinan España en medio de un calor infernal, me reafirmo en la relación causal que existe entre la estadía de Sánchez en la Moncloa y estos tiempos convulsos, inciertos y de desgracias que nos ha tocado vivir. Fue instalarse en la Moncloa y desde entonces no hemos dejado de afrontar desdichas y calamidades, personales y colectivas.
Hemos sufrido una pandemia que se llevó la vida de decenas de miles de compatriotas, más que en ningún otro país de nuestro entorno, y deterioró la economía española, también más que al resto de las europeas. Filomena nos dejó nieve como jamás antes habíamos conocido. En La Palma erupcionó un volcán que ha alterado la existencia y aniquilado las haciendas de muchos de sus habitantes para siempre. La guerra ha vuelto a Europa con consecuencias trágicas para los ucranianos que mueren bajo las bombas de Putin y con efectos sociales y económicos dañinos para el resto de los europeos que vislumbramos un próximo invierno crudo e incierto por falta de gas. Los precios suben como nunca se habían incrementado desde la década de los ochenta y pagamos la luz y los combustibles a precio de caviar iraní. Los españoles somos más pobres que antes de la pandemia y cada día tenemos menos poder adquisitivo para comprar lo mismo que hace un año costaba un 10 por ciento menos. Por supuesto, nuestra inflación de dos dígitos, faltaría más, por culpa de Putin, según Sánchez, es superior a las del resto de economías europeas si exceptuamos los países bálticos y algunos del este perjudicados por su proximidad con Ucrania. Y hasta sufrimos una ola de calor que ha convertido a España en una constante luminaria de fuegos que arrasan sus bosques y montes, mientras los termómetros registran valores superiores a los 40 grados centígrados en puntos inimaginables de su geografía. La culpa es del cambio climático, dice Sánchez.
Me dirán que algunas de estas adversidades y calamidades, voluntarias y sobrevenidas, son transversales y no entienden de fronteras ni de estados, pero con la salvedad de que en muchos otros países las desgracias han sido compartidas por gobernantes distintos que han ido alternándose en el poder mientras que en España hemos tenido y tenemos al mismo «sotanillo» en la Moncloa. El mismo personaje que le echa la culpa de todos nuestros males al empedrado y no asume que alguna influencia tendrá en la gestión y solución de los mismos su responsabilidad como jefe del Gobierno.
Los teóricos de la gafancia y expertos en «mufa», expresión que los argentinos utilizan para definir al malasombra que genera malas vibraciones, sostienen que Sánchez es más bien un gafe híbrido entre «sotanillo» y «manzanoide» con una incidencia superior del primer tipo sobre el segundo. Tiene cualidades de ambos modelos de cenizos porque mientras el «sotanillo» reparte el mal fario por doquier aunque él apenas lo sufre, el «manzanoide» es más solidario en las desgracias y suele compartir las que provoca.
El caso es que desde que llegó a la presidencia del Gobierno, este país apenas ha tenido momentos para la dicha y el optimismo. Tampoco en un plano más personal se puede decir que no haya dejado evidencias de ser un aguafiestas integral como evidencia el hecho de que ninguno de sus adversarios políticos generacionales: Pablo Casado, Albert Ribera y Pablo Iglesias, continúen en el oficio. Sólo ha quedado él dentro y fuera de un PSOE que ha devenido en Partido «Sanchista» Obrero Español después de laminar a algunos de los suyos con la misma precisión que una máquina de cortar fiambre. Sin inmutarse ha dejado fuera de combate a los Lastra, Ábalos, Calvo, Sicilia, Gómez, etc., y a cuantos subieron al Peugeot con el que asaltó el PSOE recorriendo Casas del Pueblo. Sánchez actúa en política como aquellos zagueros del fútbol: Benito, Goicoechea o Tassoti, que no hacían prisioneros en los terrenos de juego. Podía pasar el balón pero no el jugador.
Pocos, por no decir ninguno, de los que se aliaron con él y contaron con su favor han salido indemnes o reforzados del envite. A los que señala o se arrima caen en desgracia antes o después. Sus tres próximas víctimas amigas: 'Chiqui' Montero, Patxi López y Pilar Alegría ya pueden intuir el futuro político que les aguarda. Pagarán por los errores de su mentor.
Los demás seguiremos cruzando los dedos mientras continúe en la Moncloa y, por si acaso, concluyo estas líneas que mezclan hechos probados con desahogos irónicos y humorísticos antes de que se me gripe el ordenador y la pantalla se vaya a negro. Es sabido que los «sotanillos» no suelen descansar.