Sánchez y ETA
Este presidente pasará a la historia, además de por la ruina, por haber ayudado más a los terroristas que a las víctimas
La asesina de Ernest Lluch no merece estar en libertad y, según los especialistas de la cárcel donde cumplía condena por asesinar al exministro socialista, a dos concejales catalanes del PP y a un guardia urbano de Barcelona, no ha cambiado significativamente de actitud.
Pese a eso, en el momento de escribir estas líneas, Lierni Armendaritz debe andar suelta en algún rincón del País Vasco, paseando al perro o cualquiera de las actividades mundanas que haga un asesino en su tiempo libre.
Si se preguntan cómo es posible que alguien con ese historial ande suelto entre nosotros, la respuesta es sencilla: lo ha permitido Pedro Sánchez, en un apaño a pachas con Otegi y Urkullu que le permite disfrutar de una vida en libertad mientras sus víctimas sufren dos entierros a la vez.
Uno real, que no hace falta explicar, y otro moral, al ver cómo su martirio se sepulta cada día con varias paladas de desmemoria para reescribir un relato que borra la frontera entre verdugos y muertos y devalúa su tragedia.
Lo que hoy publica El Debate debería parar España y hacerla reflexionar: son las pruebas de cómo Sánchez ha tejido un trampantojo legal para cumplir con las exigencias públicas reiteradas de Otegi y soltar a todo terrorista encarcelado. Y que el pago de ese impuesto revolucionario parezca un accidente.
Primero transfirió las competencias penitenciarias al País Vasco, consciente de que allí serían muy benévolos con los terroristas, y después los trasladó masivamente para allanar el camino de su libertad: el acercamiento, que todos practicaron desde los años 80 para debilitar a ETA y fragmentar al colectivo de presos, se perpetra en este caso para todo lo contrario.
Sánchez le ha dado a Urkullu las llaves de las celdas, ha mirado para otro lado y el PNV las va abriendo, sin gran oposición judicial por venir bien engrasados los expedientes, para permitir que matarifes sin arrepentimiento alguno vuelvan a sus pueblos y sean recibidos como héroes: los nacionalistas tragan porque compiten con los abertzales por una parte de la clientela; y los socialistas se arrodillan para darle algo de oxígeno a su patrón, aun a costa de ver a Txapote en la calle presumiendo de sus proezas.
Mientras Europa califica los crímenes de ETA de lesa humanidad y reclama que se aclaren los casi 400 sin respuesta, el Gobierno de España se concentra en atender las reivindicaciones de Otegi para que Bildu siga manteniendo en el trono al presidente.
No hay nada digno en el cambalache, un obsceno intercambio de cromos sin otra utilidad que la subsistencia del presidente al precio que sea. A los responsables del golpe de Estado en Cataluña les indultó. Y a los culpables de casi mil asesinatos, les va liberando. Este es Sánchez. Estos son sus principios. Esta es su catadura.
No tiene nada que ver con la domesticación del separatismo, golpista en Cataluña y violento en el País Vasco, que sería soportable de tener por epílogo un relato hegemónico y aleccionador de lo ocurrido que distinga claramente quiénes son los buenos y quiénes los malos.
Aquí ha ocurrido lo opuesto: Bildu escribirá con el PSOE la Ley de Memoria Democrática y Sánchez se ha concentrado en blanquear el horror para adecentar sus alianzas, dejando plantada una semilla inquietante que nadie puede asegurar que no germine algún día.
Si los nietos de los terroristas no se avergüenzan ahora de sus abuelos, y los ven como héroes rehabilitados tras un largo e injusto cautiverio, nadie puede asegurar que dentro de unos años, cuando las circunstancias cambien, no lo retomarán donde ellos lo dejaron para disfrutar también de su épica lucha.
Tener un antepasado nazi da vergüenza a un alemán. Pero tenerlo etarra es, gracias a este Gobierno, un motivo de orgullo que remueve en sus tumbas a tantos y tantos que se dejaron la vida para defender unas ideas, una democracia y un país puesto en solfa por un presidente indigno que deshonra 50 años de horror para ganarse unos días más en Moncloa.
Sánchez es el tipo que da pésames a Bildu por el suicidio de un etarra y sacará a Txapote de la cárcel. Y no hay suficiente colonia en el mundo para tapar ya ese hedor.