La ratonera de Sánchez
El patente nerviosismo y mal humor de los jerarcas del socialismo sanchista refleja que la remontada está cuesta arriba, que vislumbran pocas salidas
Falta un año. Pero huele a elecciones. Ahora mismo, las encuestas ya importan mucho, y para el sanchismo están más negras que las hamburguesas a la brasa de algunos tugurios. El PSOE perdería el poder. Frankenstein ya no suma.
Según el sondeo de Target Point para El Debate, Sánchez se movería en una horquilla de alrededor de 90 escaños y estaría a más de 80 de la mayoría absoluta. Yolanda y su Sumar, con toda la sobredosis de cursilería de la casa, resulta que no suma, resta: se queda en 23 escaños (13 menos). Por el contrario, Feijóo podría alcanzar los 141. La derecha (o mejor dicho, el centro, el PP; y la derecha, Vox) suman holgadamente mayoría absoluta, incluso les sobrarían 14 escaños. El sondeo de GAD3 en ABC concuerda: Sánchez tendría que buscarse otro empleo.
En el PSOE saben que todo eso es cierto, como denota el rictus avinagrado de su jerarquía. Bolaños concedió el lunes una entrevista en el matinal de La 1, donde cada día predica un ministro, y su cabreo casi fundía la cámara. Sánchez se encuentra en una ratonera, con solo cuatro resortes posibles para intentar remontar:
1.-Tirar la casa por la ventana e intentar comprar votos a golpe de subvenciones, sin importarle el boquete en las cuentas públicas.
Ya está en ello. Pero no le funcionará. Todo ese dineral, movido por una burocracia torpe y morosa, no basta para diluir la certeza de que la vida se ha vuelto insoportablemente cara. Además, ahora ya no sirve el espantajo del miedo a la «derecha austericida». Los gobiernos diestros también están inyectando chorros de dinero público contra el dolor de los precios. Véase lo que ha hecho la supuesta conservadora Liz Truss al llegar al poder, con un colosal paquete de ayudas de proporciones socialdemócratas. Aquí, Feijóo ya compite con Sánchez por ver quién ofrece más subvenciones y rebajas. Tampoco salvarán a Sánchez los fondos europeos, dado que apenas están llegando a su destino por el recital de incompetencia del Gobierno.
2.-Buscar la remontada explotando el tirón del presidente con toneladas de marketing.
También lo está haciendo. Pero organizar «30 encuentros con la Gente» para promocionar a un político que cae fatal no parece una gran idea. En la primera salida, en barrio supersocialista de Sevilla, escuchó abucheos y vio la celebrada pancarta de «que te vote Chapote». El segundo intento fue su encuentro con ciudadanos filoprogresistas en la Moncloa, patochada que tampoco funcionó. El tercero se iba a celebrar el sábado pasado en Toledo. Lo ha suspendido invocando «problemas de agenda», que no existían.
3.-Ir a degüello contra Feijóo, intentar desmontarlo a cualquier precio.
También está en ello, pero le puede salir el tiro por la culata. Un exceso de inquina lo hará más antipático. En la encerrona del Senado, Sánchez se pasó de frenada y perdió a los puntos. Por supuesto dará orden de buscar lo que sea para tumbar a Feijóo. Pero si el PSOE no encontró una bala de plata contra él en sus cuatro legislaturas mandando en Galicia tampoco la va a hallar ahora.
4.-Un giro súbito al centro y a la españolidad.
Fue su arma sorpresa en las últimas elecciones, en 2019. Engañó a los españoles con un falsario giro hacia la moderación. Prometió que jamás se aliaría con Podemos, que traería a Puigdemont de una oreja, que endurecería la ley contra los referéndum sediciosos… Hizo todo lo contrario. Una mentira de ese calibre, y su alianza con Otegi para ir soltando a los peores sicarios de ETA, son afrentas que no se borran. El público ya lo conoce. Imposible repetir truco.
En resumen: es peleón, marrullero y gasta un tesón impresionante, pero lo tiene más crudo que Bolivia en un Mundial de Vela.
(PD: reveladora la sensación de justicia poética que recorrió ayer España cuando se supo que la monarquía inglesa invitaba a Juan Carlos I al funeral de su prima Isabel II, con lo que el viejo Rey desterrado lograba saltarse la inquina de Mi Persona, el rey sol de la Moncloa, que presionaba para impedirle ir).