El hachazo fiscal de 'Chiqui' Montero
Paliar el empobrecimiento de la gente a causa de los precios, que es lo urgente y lo inmediato, no se soluciona con un demagógico y eufemístico impuesto solidario a las grandes fortunas
Mi condición de andaluz me lleva a recordar el paso de la actual ministra de Hacienda, María Jesús Montero, por la Junta de Andalucía como consejera de Salud y los líos que le armó a Susana Díaz con las fusiones hospitalarias. Con fama, entre sus propios colegas del Consejo de Gobierno, de enredar y ejercer el «trilerismo» político, su profesión de médico y el supuesto conocimiento del sector sanitario, no le evitó hacer una gestión mediocre y manifiestamente mejorable de la sanidad andaluza y mucho menos la que posteriormente realizó en la consejería de Hacienda de la misma comunidad antes de saltar al Ministerio en Madrid.
María Jesús Montero me provoca, viéndola y escuchándola, una inevitable sensación de vacuidad e insolvencia por lo que dice y cómo lo dice. No solo no me la creo, por supuesto que mucho menos que a esos que llama chamanes fiscales, sino que a veces sus palabras me suscitan la misma hilaridad que me produjo un director general de Canal Sur, quien durante una comparecencia en el Parlamento andaluz le espetó a los diputados: «No me pregunten que vengo 'chungo' de papeles». Solo le faltó añadir que había acudido a la comisión con menos papeles que tiene una liebre.
María Jesús Montero de papeles y, sobre todo, de locuacidad anda sobrada, pero de rigor y fuste en materia presupuestaria y fiscal está más bien justita y a las pruebas me remito. Le da para cuadrar las cuentas a martillazos. Para ella, pasarse en un presupuesto e incrementar el déficit público es tan fácil como evaporar 1.200 kilos, ¿verdad, Chiqui? «1.200 millones, arriba o abajo, Chiqui, no son nada». Así se lo dijo a un colega interesado en una respuesta más científica y menos «merdellona» sobre las cuentas del Estado.
Mucho me temo que con ese mismo descriptible rigor hacendístico han improvisado 'Chiqui' Montero y sus socios «podemitas» el reciente hachazo fiscal, maquillado con una rebajita a las rentas inferiores a 21.000 euros anuales y que ha dejado a siete millones y medio de españoles que conforman la clase media, fané y descangayada. Seguramente este Gobierno los ignora por considerarlos ricos y en ningún caso merecedores de una medida que les ayude a compensar el empobrecimiento que sufren por los precios desbocados.
Sánchez ha abandonado su «tancredismo» fiscal para aprobar unas medidas meramente propagandísticas y que por esa razón no solventan la paradoja que supone que la recaudación de Hacienda por la inflación sea inversamente proporcional al poder adquisitivo de los ciudadanos. A más recaudación del Estado, menos dinero en los bolsillos de los españoles.
Paliar el empobrecimiento de la gente a causa de los precios, que es lo urgente y lo inmediato, no se soluciona con un demagógico y eufemístico impuesto solidario a las grandes fortunas, ni castigando plusvalías y beneficios empresariales que terminarán alejando las inversiones y la riqueza, y mucho menos abandonando a la clase media de este país. Menos mal que las medidas aprobadas, según la consigna monclovita y que el coro gubernamental de loros repite machaconamente, son selectivas y quirúrgicas para no deteriorar servicios públicos y el estado de bienestar; que de eso ya se encargan las bajadas fiscales del PP. No cabe mayor desahogo.