Fundado en 1910
Oscura claridadClara Zamora Meca

Discurso de aproximación

Ojalá que la llave que ahora me otorgan sirva para atender y mimar nuestro trocito de tierra en el universo: esa España que alguna vez cambió la historia del mundo

Actualizada 10:56

Nadie se sorprenderá si digo que a los periodistas nos caracteriza un deseo de aventura y de brillo, que suele ir de la mano de un talante aparentemente cordial, de seductora sonrisa. En la cima de esta profesión, están los solemnes asientos de mármol, en los que los escogidos vierten con mágica disparidad sus opiniones. Bajo mi criterio, siempre ganan aquellos que poseen un talento orquestado en base a la literatura. Es ésta y sólo ésta la que manda en el pensamiento. Las ideas se construyen en base a palabras: las armas del periodista, al igual que las de cualquier escritor.

Se trata de penetrar la idea pasándola del cerebro a los puntos de la pluma. Hay que hilarla con gracia, con una rueca gutural y acompasada. Para disfrutar de este trono que supone poseer una columna de opinión es fundamental estar en posesión de unos valores sólidos y de un potente dominio de uno mismo. La honestidad angélica es un patrimonio triunfante, pero de nada sirve si no se posee un canon para enjuiciarla y una cabecera sólida que sirva de bella construcción arquitectónica, rítmica y equilibrada. La cabecera debe representar al columnista, y viceversa.

Comienzo aquí mi andadura con determinación y coraje, por propia decisión, coincidiendo con un momento de cierta esperanza para el país, por el cambio que se atisba a lo lejos, y que trataré de acompasar con distintas fórmulas. La originalidad es una antorcha iluminando un batallón de soldados. Como los grandes ríos que, cuando se acercan al mar, evitan la precipitación y las sacudidas, pues saben bien que es su muerte y su infinito. Dentro de este material bruto que somos los cronistas, hay que evitar los vicios de nuestra época para no juzgar ni torcer la historia de acuerdo con los propios límites. Se trata de excitar la capacidad de juicio, fomentando la reflexión.

Esta «oscura claridad», oxímoron que juega con mi nombre, promete no profanar los objetos sagrados, pero tampoco realizar ninguna ecuación algebraica que termine en penas consumidas en lágrimas. Me gusta el placer, vibrar con el tintineo de mi pluma lleno de vida y de ganas. Aquí encontrará artículos con chispas que traspasen los reinos en sombra, la taifa gris de larvas oscuras, para volver a la superficie, con vuelo audaz, y tratar de devolver la luz a nuestras vidas. Aspiro, imposible negarlo, a adquirir la fuerza de una rúbrica aclaratoria. ¿Demasiado pretenciosa? Pero honesta, si no revisen la primera frase de este discurso. Nada nuevo hasta ahora: el eterno anhelo de lo perecedero hacia lo absoluto inmortal.

Agradezco la confianza que Alfonso Bullón de Mendoza, Bieito Rubido y, sobre todo, Ramón Pérez-Maura depositan en mí. Me subyugan con su método, su orden y su eco socrático, alejado de violentas algarabías, tan desagradables como innecesarias. La maestría con reino propio de mis nuevos compañeros, así como los vuelos sólidos y seguros de esta nave fundada en 1910, se alzan en antorchas para mi particular debate. Ojalá que la llave que ahora me otorgan sirva para atender y mimar nuestro trocito de tierra en el universo: esa España que alguna vez cambió la historia del mundo.

Prometo buscar la verdad con preferencia a la belleza, lo que no puedo prometer es librarme de mi exuberancia romántica. Soy sevillana y apasionada, en exceso apasionada, exageradamente sensible al frío y a las emociones; pero también soy sincera y sensata, sin falsos recatos, ni gazmoñerías. No pretendo despertar pasiones, pero si llegan, aquí las espero, con oscura claridad.

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