Menos mal que aún nos queda Portugal
Crecen más que nosotros y su política fiscal viene a demostrar que, entre la socialdemocracia de António Costa en el país vecino y el radicalismo de Sánchez, en la izquierda europea se registra una amplia gama de matices
Carezco de capacidad económica suficiente como para ponerme en los zapatos de algunos de esos ricos que ya han decidido marcharse a Portugal como consecuencia de la opresiva fiscalidad española. Yo no soy rico, pero creo que, aunque lo fuese, no renunciaría a mis raíces ni a mi país. Es comprensible, sin embargo, que algunas personas, ante el afán confiscatorio del Gobierno más extremista que hemos tenido nunca, escojan la plácida vida portuguesa. Están ahí al lado, su clima es tan bueno como el nuestro, son acogedores, ya crecen más que nosotros y su política fiscal es de las más atractivas de la UE; lo que viene a demostrar que, entre la socialdemocracia de António Costa en el país vecino y el radicalismo de Sánchez, en la izquierda europea se registra una amplia gama de matices. El dinero, ya lo sabemos, no tiene patria, pero sus propietarios sí poseen nostalgia de su hogar original. Siempre admiré a aquellos millonarios que, advirtiendo la injusticia de una fiscalidad opresiva, decidieron quedarse aquí y dar la batalla. Al fin y a cabo, esta es la tierra de nuestros antepasados, su arado creó surcos en este suelo, su talento la hizo crecer y su dedicación al trabajo los convirtió en ricos. Entiendo a los que se van, incluso puedo explicar las razones por las que se van. Es más, censuro a este Gobierno que pretende levantar cortinas de humo con un tributo que apenas va a recaudar unos mil millones de euros, mientras que la inflación ha permitido recaudar más de veinte mil millones. Entiendo, explico, comprendo a los que se van y censuro al Gobierno, pero no justifico a quien se autoexilia por dinero.